jueves, 14 de febrero de 2013

Metida de pata

Por: Andrés Guzmán Escobari
Publicado en La Razón

Con el propósito de demostrar que sus esfuerzos por llegar a un entendimiento con Bolivia han sido vanos, el presidente de Chile, Sebastián Piñera, afirmó que su país ha hecho “varias ofertas” para resolver el problema marítimo boliviano, que fueron planteadas en “múltiples ocasiones” al Gobierno de La Paz, y que básicamente consistirían en un enclave con autonomía pero sin soberanía al norte de Arica. Esa propuesta, empero, estaría supeditada al resultado del proceso sobre la delimitación marítima entre Chile y Perú, porque si ese resultado fuese adverso a los intereses chilenos, explicó Piñera, la oferta “perdería validez”.

No obstante, esos comentarios resultaron ser nada menos que otra metida de pata del gobernante chileno, no sólo porque ameritaron un pronunciamiento del Presidente peruano, Ollanta Humala, en apoyo a Bolivia, sino porque provocó una incoherente respuesta de su canciller, Alfredo Moreno, quien, intentando salir del paso, develó que Chile no tiene previsto cumplir con lo acordado bilateralmente. 

Como correspondía, a las pocas horas de que se conocieran las declaraciones de Piñera, el presidente Morales solicitó a Chile una propuesta oficial del enclave sin soberanía al norte de Arica, y Moreno respondió: “El presidente Morales sabe perfectamente que el funcionamiento de esta comisión era de un trabajo en conjunto, en el cual no hay proposiciones de un país o de otro”. Sin embargo, en el último encuentro del mecanismo que negociaba la Agenda de 13 puntos, en el punto 6 referido al tema marítimo, ambos países se comprometieron a “proponer así como alcanzar soluciones concretas, factibles y útiles en la próxima y sucesivas reuniones del Mecanismo de Consultas Políticas”. Es decir, que las partes se obligaron exclusivamente a “proponer” y “alcanzar” y no a “negociar” o “trabajar” en conjunto, como tendenciosamente señala Moreno.

Al respecto, cabe aclarar que el término “proponer” significa “manifestar con razones algo para el conocimiento de alguien, o para inducirle a adoptarlo”, según la RAE. Por tanto, para “proponer” algo es necesario que una de las partes ponga en consideración de la otra un planteamiento relativo a lo que se quiere lograr. Empero, como Chile canceló la reunión del Mecanismo de Consultas Políticas que, según lo acordado, debía realizarse en noviembre de 2010, nunca se pudo “proponer” ni mucho menos “alcanzar” soluciones concretas, factibles y útiles para el tema marítimo boliviano. 

Por lo dicho, las afirmaciones del Canciller chileno, en cuanto a que los acuerdos no incluyen propuestas de un país a otro, revelan que Chile no pretende cumplir lo acordado y que no existe ninguna voluntad de su parte por resolver los temas pendientes con Bolivia.

domingo, 10 de febrero de 2013

Contradictoria, así es la política marítima de Chile

Por: Ricardo Aguilar Agramont
Publicado en La Razón
Los expertos en el conflicto marítimo entre Bolivia y Chile explican por qué la política chilena al respecto es contradictoria. Esta nación, en la historia, a veces negó que haya un tema pendiente y otras lo reconoció e incluso se comprometió a solucionarlo. Esto crea antecedentes jurídicos importantes para Bolivia.
La política chilena respecto a Bolivia y el conflicto marítimo ha sido al menos contradictoria, según el abogado y exministro de Defensa y excónsul General del país en Chile Walker San Miguel, aunque el diplomático y economista Andrés Guzmán opta por calificarla con un adjetivo más duro al decir que ésta ha sido “más bien errática”.
San Miguel identifica dos líneas discordantes que han asumido en la historia los diferentes gobiernos chilenos desde el final de la Guerra del Pacífico. Según afirma, existen dos tendencias encontradas y “bastante contradictorias”: la primera dice que los tratados son inamovibles y que el Pacto de Tregua y el Tratado de Paz y Amistad de 1904 son los que se deben respetar.
El Pacto de Tregua de 1984 fue suscrito como un acuerdo temporal para terminar con las hostilidades entre ambas naciones. Se firmó en la ciudad de Valparaíso el 4 de abril. El documento ponía en efecto una tregua indefinida bajo la condición de que Bolivia aceptara la cesión del litoral. El Tratado de Paz y Amistad consumó lo indicado por el anterior documento y se creó de facto (la guerra) un nuevo derecho sobre las costas anteriormente bolivianas.
La segunda línea que subraya San Miguel, como característica de la política chilena sobre el mar y en tensión con la primera, es la que sostuvieron varios mandatarios de Chile, que en el ejercicio de su función han reconocido que hay un problema pendiente con el país.
Para Guzmán, la historia muestra cómo la política chilena sobre el mar y Bolivia “ha sido errática”: “el Estado chileno, muchas veces ha negado la existencia de un conflicto y al mismo tiempo ha aceptado que había que solucionar el tema marítimo, incluso se comprometió repetidas veces a hacerlo”.
Según este diplomático, esos arranques de voluntad por avanzar en una resolución generalmente se han dado en momentos que Chile tenía alguna tensión con sus vecinos Perú o Argentina u ocultaban otro interés, “pero nunca fueron con la voluntad real de cerrar el tema”.
No obstante, lo importante aquí es que ese “supuesto interés” de clausurar la polémica con una solución “ha creado un efecto jurídico que demuestra que existe un pendiente. Porque si Chile siempre habría mantenido la posición de negación, entonces Bolivia no tendría ningún argumento para revisar el tema. En ese sentido, Chile ha mantenido vivo el problema. Chile ha creado el derecho que tiene Bolivia de reclamar una salida soberana”.
Las dos tendencias subrayadas por San Miguel y confirmadas por Guzmán fueron propias de un determinado gobierno chileno u otro, respectivamente, sin embargo, el economista señala que ambas líneas se encarnan a un tiempo en la gestión del presidente de Chile, Sebastián Piñera.
“En junio de 2010, su gobierno firmó una acta con el país en el que ambos Estados se comprometían a presentar soluciones factibles, concretas y útiles para solucionar el tema marítimo. Ése es un reconocimiento explícito de la existencia de un tema pendiente. Luego, Chile se desentendió y canceló la reunión, lo cual demuestra esa actitud errática”.  
San Miguel apunta una actitud similar. “Las últimas declaraciones del presidente de Chile, Sebastián Piñera, muestran esa contradicción, porque por un lado, en los foros, habla de que no existe nada irresuelto y que se debe respetar el Tratado de 1904, pero por otro reconoce el pendiente y se habla de ofertas, enclaves, puertos, más allá de que se refiera a soberanía u otro tipo de cualidad”, señala.
Añade que en esas declaraciones se está aceptando, en “sentido estricto”, que hay un problema internacional pospuesto.
Un ejemplo reciente de la segunda línea diplomática que identifica San Miguel es la del Gobierno de Michelle Bachelet que buscó una solución con la Agenda de 13 puntos, la cual está en contradicción de la política de Piñera que quiere negar temas pendientes.
Remontándose al siglo XIX, menciona también el caso del presidente chileno Domingo Santa María, que en el primer lustro de la década de 1880 intentó normalizar las relaciones con Perú y Bolivia. “Este presidente decía que había que solucionar el problema y dar una salida marítima al país”.
Otro ejemplo de esta segunda tendencia son —explica— las notas diplomáticas de 1950 entre los cancilleres de las naciones en conflicto, en las que se reconoce que hay que solucionar el conflicto. Por último, menciona las negociaciones de Charaña en 1975, cuando los presidentes de facto Hugo Banzer Suárez y Augusto Pinochet se reúnen con la intención de poner fin a la cuestión, lo cual es una aceptación explícita por parte de Chile del tema pospuesto.Es muy difícil para Chile sostener la aseveración de la primera tendencia que señala San Miguel (la que habla de que no existen temas pendientes con Bolivia), pues esta exautoridad nota que la causa boliviana es reconocida por la Comunidad Internacional; “por el actual presidente del Perú” (Ollanta Humala), para quien es “legítima y justa”; por la Organización de los Estados Americanos en las sendas declaraciones escritas desde 1979 a 1987 en las que se habla de que se trata de un “tema de interés hemisférico”; por países no alineados; las Naciones Unidas; y ahora por la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). Por tanto, “ésta es una cuestión, que más allá del diseño que la diplomacia chilena quiera plantear, no se puede esconder y tiene que ser resuelta”, concluye el excónsul.

Chile negoció siete veces su territorio por intereses económicos

Por: Ricardo Aguilar Agramont
Publicado en La Razón

El presidente de Chile, Sebastián Piñera, afirmó en la Celac que su país no negocia soberanía por intereses económicos, la historia desmiente esa aseveración. Ese país negoció con Bolivia territorios soberanos por canjes no territoriales por siete veces.



El Estado chileno negoció una salida al mar con Bolivia a cambio de diferentes compensaciones económicas al menos siete veces en la historia, según rememora el diplomático y economista Andrés Guzmán, que contradice lo que expresó el presidente de Chile,  Sebastián Piñera, ante el plenario de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac), cuando dijo: “Los temas de soberanía no se negocian, excepto por intereses económicos”.
El Mandatario sobreinterpretó las declaraciones del presidente Evo Morales, que invitaban a compartir el gas boliviano “una vez solucionado el tema marítimo”. Lo cual fue erróneamente entendido por Chile como un ofrecimiento de “gas por mar”. En efecto, en entrevista con Animal Político, el expresidente Carlos Mesa corroboró esto: “El Presidente dijo que una vez resuelto el tema mar, podemos compartir el gas, uno de los pocos recursos que Bolivia tiene; pero una vez resuelto, cuando hayamos resuelto el tema del mar podemos hablar del tema gas”.
La apreciación de Piñera lo condujo a afirmar: “Chile está dispuesto a dar facilidades para un gasoducto, para un polo industrial, dar extensiones tributarias para que Bolivia pueda hacer el mejor uso que estime para su gas. Pero hay algo donde quiero que usted no se equivoque, presidente Morales: los temas de soberanía no se negocian por intereses económicos”.
De tal modo, Piñera rechazó una propuesta que Morales nunca hizo y negó que su país haya negociado antes por intereses económicos. Esto, según Guzmán, es sencillo de ser refutado, pues para Chile hacer lo que su Presidente niega más bien “ha sido una conducta recurrente desde 1895”.
1. El primer antecedente de una negociación territorial por intereses económicos de Chile se realizó en 1895, según el diplomático, y consta en el “Tratado Especial Sobre Transferencia de  Territorio de 1895”, firmado por  Bolivia y Chile.
En ese tiempo, aún no se había definido a qué país irían a dar los territorios de Tacna y Arica y había un plebiscito entre Chile y Perú para determinar el conflicto. El artículo 1 del tratado dice: “Si a consecuencia del plebiscito que haya de tener lugar, en conformidad al Tratado de Ancón o a virtud de arreglos directos, adquiriese la República de Chile dominio y soberanía permanente sobre los territorios de Tacna y Arica, se obliga transferirlos a la República de Bolivia, en la misma forma y con la misma extensión que los adquiera, sin perjuicio de lo establecido en el artículo. II. La República de Bolivia abonará como indemnización por dicha transferencia de territorio la suma de cinco millones de pesos de plata, de 25 gramos de peso y nueve décimos de fino, quedando especialmente afecto para responder a este pago el 40% del rendimiento bruto de la Aduana de Arica”.
El artículo 4 del mismo documento dice: “Si la República de Chile no pudiese obtener en el plebiscito o por arreglos directos la soberanía definitiva de la zona en que se hallan las ciudades de Tacna y Arica, se compromete a ceder a Bolivia la caleta de Vitor, hasta la Quebrada de Camarones, u otra análoga, y además la suma de cinco millones de pesos de plata de 25 gramos de plata y nueve decimos de fino”.
Guzmán explica que el acuerdo no prosperó porque los parlamentarios bolivianos impusieron condiciones que luego fueron rechazadas por Chile. “La poca visión de los congresistas de ese momento dejaron pasar esa oportunidad”, juzga. Con la pérdida del Pacífico tan fresca, se sentía que se tenía derecho a todo.
2. “La segunda vez fue en 1920, cuando Chile y Bolivia firman un acta protocolarizada”. En esa ocasión, el representante chileno (ministro plenipotenciario en La Paz, Emilio Bello) que había participado en el Tratado de 1904, firma en La Paz con el canciller Carlos Gutiérrez, un acta en el que se compromete a ceder al país una parte de Arica a cambio de un pago por ese territorio. “Luego hay un golpe de Estado en Bolivia y queda en nada”.
El libro de Jorge Gumucio Granier EEUU y el mar dice: “William F. Montavan, agregado Comercial americano en Lima, informó al Departamento de Comercio en Washington que había visitado Quito en enero y entrevistó al ministro chileno en esa capital, Víctor Eastman Cox, quien le había comunicado su posible traslado a La Paz con el fin de negociar un arreglo con Bolivia sobre la cuestión portuaria en base al siguiente plan:
Primero: Concesión de un puerto y acceso libre al mar, posiblemente el puerto de Arica. Esta concesión sería garantizada por un acuerdo internacional que debía incluir el mayor número de repúblicas americanas, inclusive las naciones miembros del ABC. Segundo: Pago justo de Bolivia a Chile por la sección chilena del Ferrocarril Arica La Paz, así como las terminales portuarias y otras obras públicas ubicadas en Arica y a lo largo de la línea férrea”.
La alusión a un “pago” es por demás elocuente.
3. La tercera ocasión se daría en 1923, sigue Guzmán. No quedan registros documentales en este caso, sólo restan unas cartas, aunque es sabido que se hablaba de una compensación económica. “El canciller chileno Luis Izquierdo negociaba con el enviado especial de Bolivia, Jaimes Freyre, y se hablaba de que Chile estaría dispuesto a solucionar el tema a cambio de compensaciones no territoriales”.
Una respuesta de Izquierdo menciona vagamente unas “compensaciones”: “El Tratado de Paz no es revisable [...] No obstante [...] mi gobierno sigue manteniendo el propósito de escuchar con el más elevado espíritu de conciliación y de equidad [...] sin modificar el Tratado de Paz y sin dejar interrumpida la continuidad del territorio chileno [...], el Gobierno de Chile pondrá el mayor empeño en concertar con el de V. E., en vista de las proposiciones concretas que Bolivia presenta [...] las bases de una negociación directa que conduzca, mediante compensaciones mutuas y sin el desmedro de derechos irrenunciables, a la realización de aquel anhelo”.
Lo que quería en ese momento el país era revisar el Tratado de 1904 para recuperar los territorios que se habían perdido, a lo cual Chile se negaba y “ofrecía algo menor”, de tal modo que las negociaciones no avanzaron, indica Guzmán.
4. La cuarta vez fue en 1926, cuando el secretario de Estado de Estados Unidos Frank Kellogg propone a Perú y Chile que cedan parte de Tacna y Arica a Bolivia. Esa propuesta surge en momentos en que esos territorios seguían sin ser definidos. Estados Unidos interviene y plantea que se dé al país esa superficie a cambio de una compensación económica para ambos países. “Chile aceptó la propuesta, sin embargo, Perú la rechazó y se frustró la negociación. Esto es importante porque muestra que el Estado chileno aceptó que Bolivia reciba territorio a cambio de dinero”.
De acuerdo con el estudio de Gumucio, el canciller chileno Luis Barros expresó al embajador estadounidense Collier  —quien hacía de mediador entre Perú y Chile—que la mejor posibilidad para un arreglo diplomático sería la división del territorio, dejando el área norte y la ciudad de Tacna para el Perú y el área sur con Arica para Chile. En este arreglo, Chile estaría dispuesto a declarar neutral toda la provincia de Arica y conceder al puerto el status de “libre” para Bolivia y Perú, a la vez de internacionalizar el ferrocarril Arica-La Paz.
A principios de abril, según Gumucio, Collier envió un informe al secretario Kellogg en el que transmitía el deseo del nuevo canciller chileno (Beltrán Mathieu) para ganar la “amistad y gratitud” de Bolivia y lograr un acuerdo mediante negociaciones que darían al país un puerto y a Chile compensaciones materiales por este motivo.
Incluso antes, el 28 de noviembre de 1925, según el mismo autor, “Barros informó a Kellogg que personalidades y grupos poderosos e influyentes en Chile, y que no integraban el Gobierno, eran partidarios de un arreglo diplomático directo que debía incluir la partición de territorios o la venta del mismo a Bolivia”.
5. El quinto momento fue en 1950. Todo comenzó con el intercambio de notas diplomáticas entre el canciller chileno Horacio Larraín y el embajador boliviano en Santiago, Ostria Gutiérrez.
En las notas del 1 al y 20 de junio, Chile aceptaba “entrar formalmente en una negociación directa destinada a buscar la fórmula (para) que pueda ser posible dar a Bolivia una salida propia y soberana al océano Pacífico, y a Chile obtener compensaciones que no tengan carácter territorial y que consulten efectivamente sus intereses”.
Según la interpretación del diplomático Ramiro Prudencio, ésta fue la única vez que efectivamente Chile negoció a cambio de recursos que no sean territoriales.
Guzmán relata que, en esos documentos, el Estado chileno se comprometía a negociar una salida soberana al mar para Bolivia y se hablaba, de manera reservada, de compensar a ese país con aguas del lago Titicaca a cambio de un corredor en Arica. En esto último no coincide Prudencio, quien afirma que las notas no especifican la fuente del agua, sino que dicen “aguas del altiplano”.
Prudencio dice que de haberse aceptado, la región andina habría quedado como un “erial”.
En las notas no se mencionan las aguas del lago, sin embargo, Guzmán dice que “es bien sabido que se referían a ellas. De hecho, ése fue el motivo por el que no prosperó la posibilidad”. Cuando la gente en Bolivia se enteró de que se estaban haciendo acuerdos con esos recursos hídricos, se opuso. El Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), que ese momento era la oposición, “se agarró” de esa consigna para criticar a los gobiernos consecutivos que participaron en la negociación, los de Mamerto Urriolagoitia y Hugo Ballivián.
“En cuanto se hicieron públicas las conversaciones, la gente rechazó rotundamente compensar a Chile con aguas nacionales. Por otro lado, el Perú también se opuso porque perdía por dos lados: primero se habría malogrado su posibilidad de recuperar Arica en el futuro y por otro habría perdido aguas del lago Titicaca, que son compartidas”.
Las negociaciones salieron a la luz cuando el presidente estadounidense Harry Truman habló de ellas, pues el mandatario chileno Gabriel González Videla le había propuesto que Estados Unidos se encargue de la financiación del proyecto de distribución de agua y de una planta hidroeléctrica para el norte de Chile. “La noticia cayó muy mal”, cuenta Guzmán. Truman manifestó que “las aguas de las elevadas montañas andinas”, entre Bolivia y Perú, podían servir para “hacer un jardín en la costa de Sudamérica, en el occidente de Chile y Perú, dando a cambio a Bolivia un puerto en el Pacífico”, según el ensayo titulado El Problema de los estados mediterráneos en el derecho internacional marítimo. Un estudio de caso: el diferendo Bolivia-Perú-Chile, del mexicano Juan Carlos Velázquez, doctor en Ciencias Políticas. “Tal declaración fue muy mal recibida en Perú”, señala Guzmán.
La reacción de la población boliviana de ese tiempo no deja de tener semejanzas con el rechazo popular generalizado de vender gas a Chile en 2003.
6. En 1961, el Estado chileno vuelve a proponer una salida soberana a cambio de un aliciente de naturaleza económica y se insiste en retomar el espíritu de las notas del 50. La intención se dio a conocer oficialmente a través de un memorándum que hacía llegar el canciller chileno Manuel Trucco.
El documento expresaba la voluntad de volver a emprender las conversaciones de 1950  y transcribe las notas entre Larraín y Ostria. “En ese escrito no se hace mención a la hidroeléctrica ni al agua del lago, pues esa parte de las intenciones siempre fue reservada. Sencillamente, se refería a una salida soberana sin compensaciones territoriales; obviamente, se referían a recursos económicos de otro tipo”, afirma Guzmán.
Esta vez —interpreta el diplomático— el memorándum no era veraz. “Chile estaba a punto de desviar las aguas del río Lauca y parece que expresa buenas intenciones para mantener a Bolivia tranquila y distraer”. Como se supo lo que se estaba tramando, el país tardó en responder al documento siete meses, pues no se decidía qué posición asumir. Finalmente se alteró el curso del afluente y se rompieron relaciones.
7. Finalmente, la séptima oportunidad se dio en Charaña con Augusto Pinochet. En esa ocasión, si bien se habla de un canje territorial, Bolivia también tenía que comprar, a precio de reposición, el aeropuerto de Chacalluta en Arica, la parte del ferrocarril que iba a quedar en territorio boliviano y todas las inversiones que haya hecho Chile dentro de lo que fuese a quedar en Bolivia. Por otra parte, el país tenía que renunciar a exigir cualquier derecho sobre el río Lauca.
“Si bien la compensación también era territorial, parte de todo el acuerdo incluía remuneraciones y un recurso natural, el Lauca, por lo que se puede concluir que Chile negoció, otra vez, por intereses económicos”, infiere.
Todo se cae por una contrapropuesta de Perú en la que postula una tripartición que es rechazada por Chile. Adicionalmente, los chilenos pedían una compensación territorial no sólo por la tierra, sino también por las 200 mil millas marinas, es decir, aproximadamente 3.000 kilómetros cuadrados extra.
“Era excesivo, Chile quería hacer un gran negocio que incluía el Lauca”. Lo reiterativo de las veces en que Chile negoció a cambio de un canje no territorial deja a la afirmación corregida de Piñera (“los temas de soberanía no se negocian por intereses económicos”) como una impostura, pues parece ser que lo contrario ha sido el comportamiento recurrente del Estado chileno, tal como sostiene Guzmán.

domingo, 3 de febrero de 2013

Bolivia Vs. Chile en la CELAC

LA ENÉSIMA TENSIÓN BILATERAL 
Por: Andrés Guzmán Escobari
 
Como estaba previsto, el foro de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) fue escenario de una nueva discusión entre Chile y Bolivia sobre el problema marítimo boliviano, que, sorpresivamente, terminó con un compromiso de los Presidentes de ambos países de recorrer juntos el trayecto Arica – El Alto en el ferrocarril que, según el Tratado de 1904 (artículo 3) y la Convención de 1905 (artículo 12), debería operar perpetuamente entre esas dos ciudades.
También llamó la atención el discurso de Evo Morales, que, a diferencia de otras oportunidades, fue mucho más respetuoso y constructivo. Fundamentó por primera vez sus acusaciones acerca de que Chile incumple el Tratado de 1904 con ejemplos y argumentos y, para sorpresa de todos, propuso una fórmula de solución que consiste en compartir gas con Chile una vez resuelto el tema del mar.  
Contrariamente, la respuesta de Sebastián Piñera no sorprendió mucho, pues, más allá de la claridad y solvencia con las que expuso, básicamente repitió los argumentos que ha venido esgrimiendo desde que Morales anunció su intención de apelar a instancias internacionales para recuperar un acceso soberano al mar. Eso sí, aprovechó la oportunidad para fruncir el ceño y rechazar en el acto la propuesta marítimo-gasífera.
Si bien la estrategia boliviana mostró considerables mejoras, el discurso del Presidente Morales no logró el objetivo de incomodar a los chilenos porque careció de la claridad y precisión necesarias para convencer a una audiencia que no conoce este tema en detalle (mezcló los incumplimientos de Chile con supuestas violaciones a los derechos humanos y no citó la Convención de 1905). Además, no fue coherente terminar dicha argumentación afirmando “pero acá no estoy pidiendo cumplimiento, sino que se repare un derecho del pueblo boliviano”, porque lo primero que debería pedir, sino exigir, es el más estricto cumplimiento de los compromisos bilaterales, no sólo porque la confianza de toda relación interestatal depende de ello, sino porque sería mucho más fácil dialogar sobre el tema marítimo o sobre cualquier otro asunto si ambas partes respetan lo acordado.
Por otra parte, tampoco fue conveniente intentar conmover a los Jefes de Estado y de Gobierno presentes pidiéndoles que imaginen el sufrimiento que siente un niño boliviano cuando se entera que su país nació con mar o que se pongan en el lugar de nuestros abuelos que no conocen el océano; porque existe evidencia histórica de que la estrategia del dramatismo plañidero ha fracasado cada vez que se ha intentado aplicar. Por último, en cuanto a la propuesta marítimo-gasífera, todavía no es posible emitir comentario sobre su pertinencia o efectividad, porque pudo haber sido un intento alocado por lograr el milagro de la aceptación chilena a riesgo de recibir un portazo o pudo haber sido parte de la estrategia que prepara la Dirección Estratégica de Reivindicación Marítima (DIREMAR), entre muchas otras posibilidades. 
Pero si a la sólida y legítima argumentación de Morales le faltó claridad, precisión y sobre todo, una mejor presentación; el discurso de Piñera fue todo lo contrario. El anfitrión se dio el lujo de hacer una exposición magistral de sus argumentos basándose en afirmaciones muy cuestionables y, en algunos casos, falsas. Pero aun así salió mejor parado debido a que la opinión pública no conoce los pormenores de este tema.  
En efecto, Piñera fue muy cínico al asegurar que “Chile tiene una comprensión y un compromiso especial con la situación de mediterraneidad que afecta a Bolivia” porque él mismo dispuso la interrupción del dialogo de la Agenda de 13 puntos al cancelar la reunión que tenía que realizarse en noviembre de 2010 y, a raíz de eso, nunca cumplió el compromiso asumido por su Gobierno en julio de ese año de presentar así como alcanzar soluciones concretas, factibles y útiles al tema marítimo boliviano. Lo cual, como correspondía, le fue recordado por Morales al final del debate.
Luego, con el propósito de demostrar que Chile no impuso a Bolivia el Tratado de 1904, Piñera recordó que el Presidente y el Canciller de nuestro país en ese entonces fueron reelegidos por el pueblo boliviano años más tarde. No obstante, si existe alguna relación entre esos hechos, mayor relevancia tendría recordar que el 10 de enero de 1920, Chile – a través de su representante en La Paz, Emilio Bello Codesido, quien había firmado el Tratado de 1904 – se comprometió a cederle a Bolivia una zona importante de Arica y del ferrocarril, en un claro intento por rectificar lo acordado en 1904.
Pero la muestra de mayor cinismo que dio Piñera fue cuando dijo, una vez más, “Chile cumple sus tratados”, porque Morales le acababa de explicar cuáles son los puntos del Tratado de 1904 que su país incumple y, principalmente, porque los hechos históricos contradicen esa afirmación: Chile desconoció el Pacto de Paucarpata de 1837 suscrito con la Confederación Perú-Boliviana; terminó unilateralmente el Tratado de 1874 alegando incumplimiento de Bolivia y con ello inició la guerra de 1879; nunca cumplió el Tratado de Ancón suscrito con Perú en 1883, en su parte referida al plebiscito de Tacna y Arica; transgredió varias veces el libre derecho de tránsito otorgado a Bolivia mediante el Tratado de 1904 como dijo Morales; mantuvo sin funcionamiento al ferrocarril Arica-La Paz por más de 10 años (realizó muy pocos viajes de 2001 a 2005 y desde entonces estuvo completamente paralizado hasta hace poco) en flagrante violación a la Convención de 1905; tampoco cumplió con retirar las minas antipersonales de la frontera a pesar de que se comprometió a ello mediante la Convención de Ottawa de 1997, etc. Además, recientemente incumplió ciertos acuerdos internacionales sobre contrabando que se aplican a la aún no esclarecida incursión de militares bolivianos a territorio chileno. Todos estos hechos incontrovertibles demuestran, indiscutiblemente, que Chile no cumple sus tratados. 
Asimismo, con el propósito de rechazar la propuesta de Morales, Piñera afirmó que la soberanía no se negocia por intereses económicos, olvidando que su país aceptó negociar la soberanía de Arica por dinero y/o agua en varias oportunidades de la historia (1895, 1920, 1923, 1926, 1950, 1961 y 1975) y, por si fuera poco, también dijo que Chile no está dispuesto a cortar o dividir su territorio tal como si alguien le hubiera pedido hacer tal cosa en algún momento.
Por todo esto, parece difícil que ambos Presidentes logren ponerse de acuerdo en el recorrido que realizarán por vía férrea de Arica a El Alto y no sólo porque las posiciones parecen irreconciliables, sino porque para que ese viaje se realice, es necesario que los Mandatarios cumplan lo acordado, pero, como ni Morales ni menos Piñera tienen antecedentes de respeto a las formalidades, quizás nunca los veamos viajar juntos de la costa al altiplano.