jueves, 11 de enero de 2018

La visita del Papa a Chile y el tema del mar

Considerando la tradición diplomática de la Santa Sede y el perfil del actual Sumo Pontífice, bien podríamos esperar un nuevo pronunciamiento del papa Francisco sobre el tema marítimo boliviano durante su visita a Chile.  

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El gobierno de la Iglesia católica o Santa Sede posee la diplomacia más longeva y extendida del mundo. A partir del siglo XV comenzó a tener relaciones con algunos actores europeos del sistema internacional y luego, al promediar el siglo XVI, empezó a intercambiar representantes permanentes con diversas cortes, principados y Estados-nación del viejo continente. 

Actualmente la Santa Sede mantiene relaciones diplomáticas con 180 Estados, tiene asiento en 16 organismos internacionales, incluyendo la ONU y la OEA, y cuenta con casi 3.000 diócesis o iglesias particulares desplegadas en más de 190 países, lo que la convierte en una de las Cancillerías mejor informadas del planeta.

Esa larga tradición diplomática y ese amplísimo despliegue a nivel global, le han dado a Su Santidad, el papa, un peso especial en la geopolítica mundial y en la resolución de conflictos internacionales que bien podría aplicarse al caso del diferendo marítimo entre Bolivia y Chile, ya sea mediante lobby, buenos oficios o si las partes así lo convienen, mediación.

La diplomacia vaticana

El papa Juan Pablo II, que dirigió a la Iglesia católica entre 1978 y 2005, supo utilizar las herramientas de la diplomacia vaticana y su autoridad moral en el mundo para ayudar a resolver algunos conflictos. Un caso cercano es el de Argentina y Chile, que gracias a la mediación papal, en 1984, lograron solucionar pacíficamente el entuerto del canal del Beagle, que estuvo a punto de provocar una guerra a finales de los años 70. 

Otro caso emblemático es de su propio país, Polonia, donde el apoyo del Sumo Pontífice a los movimientos católicos y democráticos que se levantaron en contra del gobierno ateo y autocrático de entonces, fue fundamental para conseguir la transición democrática que se inició en 1990.

Continuando esa política que contribuyó a terminar con la guerra fría, que mantuvo en vilo a todo el mundo durante casi 70 años, el papa Francisco I intentó resolver uno de los últimos conflictos que dejó aquel tenso periodo: la divergencia político-ideológica entre Cuba y Estados Unidos. Ciertamente, a finales de 2014, el primer papa latinoamericano, después de haberse comunicado con los presidentes Raúl Castro y Barak Obama, logró acercar a las partes en un histórico acuerdo que supuso el restablecimiento de las relaciones diplomáticas cubano-estadounidenses después de más de medio siglo de interrupción, y aunque ese gran paso fue revertido después por el actual presidente de los Estados Unidos, su concreción en ese momento alumbró el camino del entendimiento pacífico y negociado que seguramente será retomado en el futuro.

“Estoy pensando en el mar”

Considerando el perfil que tiene Jorge Mario Bergoglio, que ha decidido darle un cariz más humano a la Iglesia católica y un rol de mayor preponderancia en el concierto internacional, y teniendo en cuenta también que se trata de un ciudadano argentino que conoce mucho más de cerca el problema marítimo boliviano que sus antecesores; bien podríamos esperar que se vuelva a pronunciar al respecto durante su visita a Chile, para al menos intentar un acercamiento que tienda a resolver el problema. Todo ello respetando lo que dice la Biblia sobre el valor de la palabra empeñada y la sincera aplicación de la buena voluntad, que es precisamente lo que pide la demanda que Bolivia presentó ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), con el propósito de recuperar un acceso soberano al mar.

Pues muy a pesar del impertinente pedido que le hizo el Embajador de Chile ante la Santa Sede, Mariano Fernández, de abstenerse de opinar sobre el tema marítimo, el papa Francisco podría reiterar lo que dijo en Bolivia en julio de 2015, cuando a tiempo de llamar al diálogo expresó esas emotivas palabras que marcaron la historia: “estoy pensando en el mar”.

Decimos que podríamos esperar un nuevo pronunciamiento papal porque en esa anterior ocasión la diplomacia chilena también intentó evitar un comentario del papa sobre el tema. Tanto así que la misma Presidenta y el Canciller de Chile viajaron al Vaticano durante el primer semestre de 2015 para solicitar la “neutralidad” del Sumo Pontífice. No obstante, como es evidente, esos esfuerzos no prosperaron.

“No es injusto” el anhelo boliviano

Al cabo de esa primera visita a nuestra región, que también incluyó a Ecuador y Paraguay, en el vuelo de retorno a Roma, la periodista boliviana Priscila Quiroga le preguntó si consideraba justo el anhelo boliviano de recuperar un acceso soberano al mar, a lo que el papa respondió: “Siempre hay una base de justicia cuando hay cambio de límites territoriales y sobre todo después de una guerra. Yo diría que no es injusto plantearse una cosa de ese tipo".  

En esa misma ocasión, Francisco recordó que en 1961 había visto un documental en el que se mostraba al escudo de Bolivia con 10 estrellas, que representaban a los nueve Departamentos del país y al Litoral perdido. "Me quedó grabado" aseguró Su Santidad, "eso era en el año 61, y ya entonces se veía que había un anhelo de recuperar el acceso al mar".

Conclusión 

Por todos estos diversos motivos, es decir por la importancia que tiene la Santa Sede en el mundo, por su tradición de involucramiento en la resolución de conflictos, por la autoridad moral que ejerce su máximo líder, por el perfil que el papa Francisco le ha dado a la diplomacia vaticana, por la cercanía del pontífice argentino a la causa marítima boliviana y por la coincidencia de valores en los que se funda la demanda de Bolivia ante la CIJ y la doctrina de la Iglesia católica; bien podríamos esperar un nuevo apoyo papal a la causa marítima boliviana que podría contribuir a resolver el problema definitivamente.

Una resolución que se podría alcanzar en un acuerdo que no sólo beneficie a Bolivia y a la integración regional, sino también a Chile y eventualmente al Perú, si fuera necesaria su participación de acuerdo al Protocolo adicional al Tratado de Lima de 1929.