lunes, 30 de enero de 2017

Las primeras medidas de Donald Trump

En menos de una semana, el nuevo presidente de los Estados Unidos, Donald J, Trump, decretó la construcción de un muro en la frontera con México, la deportación de extranjeros que hayan cometido algún delito, el retiro de EEUU del TPP y del NAFTA, y la prohibición de ingreso a ciudadanos de 7 países musulmanes. En lo que representó un rápido y agresivo cumplimiento de sus promesas electorales.

Sobre estos temas tuve la oportunidad de participar en las siguientes entrevistas.  

En Abya Yala TV, 26/01/2017


En RTP, 27/01/2017

domingo, 15 de enero de 2017

¿Es Putin mejor lider que Obama?

Uno de los principales argumentos que Trump utilizó durante la campaña electoral fue precisamente que Putin es mejor lider que Obama.


Resultado de imagen de Putin Obama

Por: Andrés Guzmán Escobari
La intrincada relación que mantuvieron los Presidentes Barak Obama de Estados Unidos y Vladimir Putin de Rusia, está a punto de llegar a su fin de la peor manera imaginable, con un distanciamiento político-diplomático casi absoluto, con fuertes sanciones impuestas por Washington a la Federación Rusa y con una disputa casi inevitable entre ambos mandatarios por el liderazgo mundial, que el ruso supo capitalizar a su favor, gracias a su astucia política y mayor experiencia en el contexto internacional.

En efecto, en estos últimos 8 años el mandatario estadounidense, a pesar de sus buenas intenciones, no hizo más que permitir el expansionismo y repotenciamiento del mayor adversario que históricamente ha tenido su país.

No obstante, toda esta situación no parece preocupar al Presidente electo, Donald Trump, que ya adelantó que pretende cambiar el enfoque de las relaciones ruso-estadounidenses, llevándose bien con Putin, a quien considera mejor líder que Obama.

Pero para comprender qué es lo que se avecina y qué está en juego, es necesario conocer qué es lo que ha pasado en el último tiempo entre las dos mayores potencias nucleares del planeta.

Todo comenzó en enero de 2009, cuando Obama asumió la presidencia de EEUU y Putin ocupaba el cargo de Primer Ministro (2008 – 2012), después de haber sido Presidente de Rusia de 1999 a 2008. En esos momentos, las tensiones entre ambos países se enfocaban principalmente en dos puntos: 1) el rechazo de Washington al reconocimiento que había hecho Moscú a la independencia de Osetia del sur y Abjasia, que hasta ese entonces se consideraban como parte de Georgia; y 2) el repudio de Rusia al establecimiento de un impresionante sistema de misiles y radares estadounidense (EIS), en Polonia y República Checa, que supuestamente estaba pensado para evitar un ataque de Irán a Europa.

Las tensiones que esos dos conflictos provocaron se fueron disipando tras la decisión de Obama de no intervenir militarmente en Osetia del Sur y Abjasia, como su antecesor lo había hecho en Irak y Afganistán, dejando que Rusia controle la estratégica zona del Cáucaso; y después de que el mismo Obama ordenó cancelar el proyecto de misiles y radares EIS, para reemplazarlo por otro menos ambicioso.  

Para complementar esas acciones, que fueron duramente criticadas en el mundo occidental, Obama buscó un acercamiento con el Kremlin mediante lo que se conoció como el intento por “reiniciar” (reset) las relaciones ruso-estadounidenses. En efecto, en marzo de 2009, en una reunión de la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, y el Ministro de exteriores, Serguéi Lavrov; la estadounidense le entregó al ruso un botón rojo con una inscripción que decía “reset” (reiniciar) y con la traducción al ruso en alfabeto romano del término “перегрузка”, que no significa “reiniciar” sino “sobrecargado”… El pequeño gran error, que fue tomado con humor por Lavrov en ese momento, marcó el inicio de ese fallido intento de aproximación que luego sería descartado, cuando Rusia decidió intervenir militarmente en Ucrania y Siria.

Efectivamente, en marzo de 2014, aprovechando la incertidumbre que había generado la revolución ucraniana, Putin dispuso anexionar la península de Crimea a Rusia, lo que representó la primera alteración del mapa político de Europa después de la Segunda Guerra Mundial. Ante esa situación, Obama, tras un fallido intento por convencer a Putin de que retroceda, impuso fuertes sanciones a Rusia e impulsó, junto a las potencias europeas del G7 (G8 menos Rusia), la aplicación de más sanciones al gigante euroasiático. Empero, Putin, en lugar de recular, decidió apoyar las protestas prorusas en el este de Ucrania, donde estalló una guerra civil entre los rebeldes separatistas prorusos y las fuerzas militares ucranianas, que aún está en curso.

Por otra parte, en marzo de 2013, después de que el gobierno sirio de Bashar al-Ásad cruzó la línea roja que el Presidente estadounidense había trazado en 2012, de no usar armas químicas, el mismo Obama desistió de enviar tropas a Siria, en una medida muy criticada porque privilegiaba los tratos que en esos momentos Washington mantenía con Irán. Con ese antecedente, que había significado un triunfo diplomático para Moscú y Damasco, Putin decidió enviar a sus cazabombarderos a la zona de guerra, en septiembre de 2015, para combatir a los terroristas y apoyar al régimen de al-Ásad que estaba a punto de ser derrotado. Dicho despliegue, que fue la primera vez que las fuerzas rusas cruzaron lo que fue “la cortina de hierro” durante la Guerra Fría (1945 – 1989); contribuyó a prolongar el conflicto, pues gracias al apoyo ruso, las fuerzas de al-Ásad lograron recuperar ciertas áreas que habían perdido en favor de los rebeldes y terroristas.    

Todas esas maniobras de geopolítica, en las que Putin hizo gala de sus habilidades estratégicas y de su experiencia político-diplomática, acumulada después de haber tratado con los presidentes Bill Clinton y George W. Bush, dejaron la sensación de que Rusia había vuelto a ser una superpotencia y que Obama lo había permitido. De hecho, uno de los principales argumentos que Trump utilizó durante la campaña electoral, fue precisamente que Putin es mejor líder que Obama.

En esas circunstancias, y aun sin tener pruebas, varios miembros del partido demócrata, incluida la candidata Hillary Clinton y el mismo Obama, acusaron a Rusia de haber hackeado las cuentas de correo electrónico de varios demócratas, con el fin de filtrar la información y favorecer a Trump en las elecciones. En la misma línea, en octubre de 2016, y también sin presentar evidencias, la CIA publicó un informe que corroboraba las acusaciones de los demócratas. Por lo cual, la Casa Blanca anunció medidas drásticas contra Moscú, que llegaron recién a finales de diciembre, cuando Obama decretó la expulsión de 35 diplomáticos rusos y el cierre de dos establecimientos que habían sido utilizados supuestamente para operaciones de ciberespionaje.  

Ante esa medida, que mostraba la gran molestia del gobierno de Obama con Rusia, y que al mismo tiempo parecía estar dirigida a evitar cualquier entendimiento entre Putin y Trump, el Presidente ruso decidió no responder en reciprocidad, como se suele hacer en estos casos, y advirtió que su país no está dispuesto a practicar “una diplomacia de cocina, irresponsable”. Con lo cual, una vez más, Putin dejó muy mal parado a Obama y abrió las puertas para desarrollar una relación de cooperación y entendimiento con Trump, el nuevo encargado de contener a Rusia.

miércoles, 11 de enero de 2017

Israel entre Bolivia y Chile

En referencia a un artículo publicado por el israelí Yair Lapid, el autor señala que no es lógico comparar lo que siente el abusador en un conflicto con lo que siente el abusado en otro.  
https://shmuley.com/wp-content/uploads/2014/08/yair.jpg
El actor, periodista y político israelí, Yair Lapid.
Por: Andrés Guzmán Escobari

A propósito del ingreso de Bolivia al Consejo de Seguridad de la ONU, el político y periodista israelí Yair Lapid publicó un artículo en el que manifiesta su esperanza de que nuestro país introduzca a dicha institución “una voz más equilibrada y razonable que aquellas que se oyen de ahí últimamente”, en referencia a los paí-ses que aprobaron la Resolución 2334, del 23 de diciembre de 2016, que reafirma que los asentamientos que Israel estableció en territorio palestino, ocupado desde 1967, incluido Jerusalén oriental, “no tienen validez legal y constituyen una flagrante violación al derecho internacional”.

Con ese propósito, el autor intenta poner a los bolivianos en el lugar de los israelíes para que comprendan la ira que les causó la Resolución 2334, planteando el caso hipotético de que Israel apoye “la posición de Chile en la disputa por una salida soberana al Pacífico en favor de Bolivia”.

Al respecto, es importante aclarar que no es lo mismo defender el establecimiento de los asentamientos de Israel en Palestina, que son una expresión neocolonial y un obstáculo para lograr una solución biestatal, que defender el legítimo derecho que tiene Bolivia de recuperar su cualidad marítima mediante una negociación, tal como lo prometió Chile en reiteradas ocasiones.

Es decir, no es lógico comparar lo que siente el abusador en un conflicto con lo que siente el abusado en otro, porque, dadas las diferentes visiones y experiencias, resulta prácticamente imposible extrapolar nuestros sentimientos.

Además, las diferencias que existen entre un apoyo estatal, de un gobierno a otro, y una resolución del Consejo de Seguridad, que se aprueba por varios Estados y que sí tiene efectos vinculantes (artículo 25, Carta de la ONU), confirman que la hipótesis que plantea Lapid tampoco tiene sentido de proporcionalidad.

Ciertamente, a diferencia del efecto simbólico que podría tener el primer y único apoyo que el país del Mapocho jamás recibió de otra nación en el tema del mar (no es cierto que existan “partidarios de Chile” en este tema, como afirma Lapid), Israel tiene la obligación de aceptar y cumplir lo dispuesto por la Resolución 2334, incluyendo en especial lo referido a la “cesación completa de todas las actividades israelíes de asentamiento”.

Pero más importante aún, y esto seguramente no lo sopesó Lapid, es que el apoyo de su país a Chile en rea-lidad podría beneficiar a Bolivia.

En efecto, si consideramos que Israel es un país mundialmente conocido por incumplir sus obligaciones internacionales, tal como lo confirmó la Corte Internacional de Justicia en 2004, cuando emitió su opinión consultiva sobre la construcción de un muro israelí en Palestina; y teniendo presente que “la disputa por una salida soberana al Pacífico”, que actualmente se ventila en ese mismo tribunal, versa precisamente sobre los incumplimientos de Chile a varios de sus compromisos y promesas internacionales, un respaldo israelí a la causa chilena podría contribuir a reafirmar la tesis de que Santiago pretende mantener el statu quo de los territorios que a partir de 1879 anexó a sus dominios por la fuerza, aun cuando eso requiera transgredir el derecho internacional, tal como lo hace Israel con territorios palestinos.

De hecho, el apoyo de Israel a Chile sería como que Corea del Norte apoye a Irán en sus planes militares de potenciamiento nuclear, o que el Gobierno de Arabia Saudita respalde los comentarios misóginos y sexistas de Donald Trump; es decir, un apoyo que en lugar de ayudar, perjudicaría.