Las siguientes líneas fueron escritas con el propósito de dar a conocer las razones que explican por que la carencia de un acceso propio al mar de Bolivia es una situación grave e injusta y por que, después de 131 años de vivir en esta condición, los bolivianos aún reclamamos nuestra reincorporación a la vecindad del mundo a través del mar.
Las pérdidas territoriales de Bolivia fueron inmensas, más de la mitad del territorio con el que nació a la vida independiente tuvo que ser entregado a sus cinco vecinos, quienes se aprovecharon de la debilidad militar de un país que no terminaba de consolidarse, en el caso de Chile y Brasil; que fueron favorecidos por un arbitraje tendencioso, en el caso de Perú; que obtuvieron una compensación por otros territorios que hoy son parte de Bolivia, en el caso de la Argentina; y que salieron victoriosos de una guerra sin sentido, impulsada por gobernantes que no fueron capaces de resolver sus problemas por la vía diplomática, en el caso de Paraguay. En general, se podría decir que los cinco países mencionados se vieron beneficiados por decisiones políticas de Bolivia, quizás desacertadas, pero forzadas por un contexto internacional muy desfavorable al momento de suscribir los tratados que definieron sus límites.
Si bien todas esas pérdidas afectaron considerablemente al pueblo boliviano y la mayoría de ellas representaron un altísimo costo de oportunidad para el crecimiento económico de Bolivia, porque se dejó de contar con las importantes riquezas que esos territorios contenían y aún contienen; ninguna de ellas afectó tanto a la identidad de la nación boliviana ni significó un perjuicio tan grande para su desarrollo económico, como la pérdida de su única salida al mar.
Es un problema de identidad nacional porque la sensación de encierro que dejó esa gran pérdida a los bolivianos y la precepción dominante de que éste fue impuesto injustamente, no ha permitido dar vuelta la página y superar el trauma que produjo esa derrota sufrida hace más de un siglo. Por eso, los bolivianos no aceptan su condición de enclaustramiento y siempre reaccionan con extrema desconfianza ante cualquier intento de aproximación diplomática entre su gobierno y el de Chile, actitud, que en varias oportunidades fue reforzada por decisiones tomadas desde La Moneda en contra de Bolivia, tales como la desviación unilateral de las aguas del río internacional Lauca en 1962, la colocación de minas antipersonales en la frontera boliviano-chilena a finales de la década de los 70 y la utilización gratuita de las aguas bolivianas del Silala a partir de 1908, entre otras.
Es también un perjuicio para el desarrollo económico de Bolivia porque, además de estar prácticamente imposibilitada de explotar los recursos marinos, el intercambio de productos que realiza con otros países a través de la vía por la que transita más del 90% del comercio mundial, se encuentra limitado por los mayores costos que representa el necesario traspaso de dichos productos por un territorio extranjero y por la consiguiente dependencia de los gobiernos que administran dicho territorio, la cual genera una constante incertidumbre para la inversión en actividades de comercio exterior por vía marítima. Estas limitantes le cuestan anualmente a Bolivia casi un punto porcentual de su crecimiento económico, según estudios realizados sobre este tema (CEPAL. “El desarrollo de las economías sin costa marítima”: 2003; y Jeffrey Sachs. “The Convergente Nature and Growth”: 1997).
Es incluso una de las pérdidas más terribles que país alguno ha sufrido como consecuencia de una guerra, puesto que Bolivia no sólo perdió un gran territorio con enormes riquezas naturales, sino también una importantísima cualidad de contacto con el mundo que, después de más de cien años, continua perjudicando su desarrollo económico y social por las razones antes explicadas.
El mantenimiento del encierro boliviano agrava de tal forma la pérdida territorial consumada en el Tratado de 1904, que no es posible compararla con las disminuciones geográficas que sufrieron otros países. De los 43 estados que actualmente no cuentan con una costa marítima, sólo cinco la perdieron, pero a ninguno de ellos les fue arrebatada mediante una invasión militar como a Bolivia. Austria y Hungría perdieron su condición de países marítimos cuando el Imperio Austrohúngaro fue disuelto y su territorio fue repartido entre varios países en 1919 y en 1920 respectivamente. Mientras que Etiopía y Serbia quedaron sin acceso propio la mar, tras sus respectivas separaciones de Eritrea en 1993 y de Montenegro en 2006.
En buenas cuentas, la carencia de una salida propia al mar es una situación injusta para los bolivianos porque el encierro fue impuesto a través de un tratado que puso fin a una guerra no provocada por Bolivia, y porque resulta excesivo para un pueblo tener que seguir pagando los costos de una derrota sufrida hace tanto tiempo; considerando además que, como consecuencia de esa guerra, el vencedor obtuvo de Bolivia la cesión del dominio perpetuo sobre un vasto territorio con enormísimas reservas de cobre que le han permitido alcanzar el desarrollo económico que hoy ostenta.
Por todas estas razones y porque el prolongado espacio de tiempo transcurrido demuestra que los bolivianos no dejaremos de reclamar que se levante nuestro encierro hasta que eso finalmente ocurra, es necesario que los gobiernos de los países involucrados alcancen un acuerdo que permita desarrollar una relación cordial y distendida, que por tanto tiempo ha estado ausente, y que le dé a Bolivia acceso soberano al mar.
NOTA: Los comentarios vertidos son opinión del autor y no reflejan la postura del Gobierno de Bolivia.