domingo, 23 de mayo de 2021

«Normalización» de relaciones con Chile

La negativa de Bolivia a restablecer relaciones diplomáticas con Chile no es el resultado de un capricho o de una falta de visión política, sino que es el resultado de la implementación de una doctrina, la doctrina ideada y desarrollada por José Fellmann Velarde y Jorge Escobari Cusicanqui. 


Publicado en Página Siete

Por: Andrés Guzmán Escobari

Hace unos días, los cancilleres de Bolivia y Chile anunciaron el inicio de un diálogo orientado a la “normalización” de las relaciones entre ambos países, y aunque también se aclaró que la reanudación de las relaciones diplomáticas “no está en el orden del día”, se sobrentiende que cualquier “normalización de relaciones” entre dos Estados, debería tender a desarrollarse a nivel de embajadores, es decir a través de relaciones diplomáticas.   

Al respecto, cabe recordar que la razón por la que no existen vínculos diplomáticos entre La Paz y Santiago es por la negativa de Bolivia a restablecer esos vínculos, sin antes levantar o comprometerse a levantar, el más que centenario enclaustramiento geográfico boliviano. 

Pero esa negativa no es el resultado de un capricho o de una falta de visión política, como algunos creen, sino que es el resultado de la implementación de una doctrina de política exterior, la doctrina esbozada originalmente por el excanciller José Fellmann Velarde, artífice de la primera ruptura en 1962, y más tarde por el también excanciller y senador Jorge Escobari Cusicanqui, que fue quien más la defendió tras la segunda ruptura de 1978.  

El primero dejó constancia de que el restablecimiento de las relaciones diplomáticas estuvo vinculado a la solución del tema marítimo desde un principio. Ciertamente, a pesar de que la primera ruptura se había producido por el desvío unilateral del río Lauca acometido por Chile, según explicaba Fellmann en 1963: “la cuestión portuaria boliviana ha aparecido en las negociaciones para una eventual reanudación de relaciones diplomáticas entre Bolivia y Chile, porque el gobierno de Chile hizo que así sucediera con el desvío de aguas del río Lauca…”. 

“El gobierno de Chile no tenía por qué esperar que el pueblo de Bolivia, al ser herido por segunda vez, olvidara que ya había sido herido antes. No tenía por qué esperar que no aflorara a la superficie el problema del enclaustramiento de la Patria, que es su problema capital y que está siempre latente en el alma de todos y cada uno de los bolivianos. Es pues, el gobierno de Chile el que ha hecho que el problema de la salida al mar para Bolivia apareciera entre las cuestiones ahora existentes entre ambos países” (Fellmann, 1967: 160).  

Tiempo después, cuando sobrevino la segunda ruptura de relaciones diplomáticas por el rechazo de Chile a considerar la contrapropuesta que  Perú había presentado en las negociaciones de Charaña, el asunto marítimo quedó definitivamente soldado a la inexistencia de lazos diplomáticos, tal como el gobierno boliviano anotó al momento de comunicar oficialmente su decisión de romper nuevamente con Santiago: “el gobierno de Chile ha abandonado el compromiso esencial que justificó la reapertura del diálogo, que fundamentalmente buscaba nuestro retorno soberano al mar, lo cual desvirtúa totalmente su razón de ser”, (17/03/1978). 

Habiéndose consolidado de esa manera la relación directa que existe entre la ausencia de relaciones diplomáticas y el asunto marítimo, a partir de 1979, Escobari terminó de darle forma a la doctrina esbozada por Fellmann, agregándole elementos justificativos importantes, como que reanudar los tratos a nivel de embajadores con Chile sería como validar o justificar el desconocimiento de ese país a lo convenido en las notas de 1950, respecto a ingresar en una negociación directa, destinada a darle a Bolivia una salida propia y soberana al Océano Pacífico; o que el acercamiento bilateral terminaría por anular los efectos del apoyo multilateral que tiene la causa marítima; o incluso, que estaríamos exponiéndonos a sufrir una nueva burla de Chile, que solo agregaría una frustración más a la cuestión.

Pero aún más importante es el justificativo referido a nuestra política exterior, pues según Escobari, para cualquier diálogo o negociación es necesario cumplir previamente tres requisitos fundamentales: 1) Oportunidad, en el sentido de solo aceptar la reanudación de relaciones diplomáticas en un contexto en que sea posible avanzar en la solución del tema marítimo; 2) Eficacia, respecto a contar con un plan actualizado de política internacional; y 3) Capacidad, en cuanto a tener un servicio exterior idóneo y profesional. Sin estos tres requisitos fundamentales –decía Escobari–, no es conveniente ni recomendable acreditar embajadores.   

Respecto a la presión que pueden ejercer los organismos internacionales, cabe destacar que Escobari consiguió delinear una arquitectura multilateral para la doctrina de no restablecer relaciones diplomáticas con Chile, puesto que, en 1990, como senador, logró que el Parlamento Latinoamericano apruebe por unanimidad una resolución que además de hacer suyo el contenido y los alcances de la resolución 426/1979 de la OEA, que consagró al problema marítimo boliviano como “un asunto de interés hemisférico permanente”, exhorta “al gobierno democrático de Chile, particularmente a su Congreso, manifiesten su disposición para resolver la demanda boliviana, a fin de facilitar la reanudación de sus relaciones diplomáticas con Bolivia”.

Entonces, si se restablecen relaciones diplomáticas con Chile no sólo se estaría perdiendo un valioso elemento de negociación, que la diplomacia chilena ambiciona desde hace varios años, sino que se estaría anulando o al menos debilitando el apoyo de diversos organismos internacionales como la OEA, la Comunidad Andina, el Movimiento de Países no Alineados, el Parlamento Latinoamericano y el Parlamento Amazónico, entre otros; cuyas resoluciones en favor de la causa marítima boliviana siguen vigentes.  

En esa misma época, cuando Chile recuperó la democracia y se abrió nuevamente el debate sobre la posibilidad de restablecer relaciones diplomáticas, el connotado abogado internacionalista boliviano, Felipe Tredinnick Abasto, escribió el artículo “La doctrina Escobari Cusicanqui”, que destacaba que dicha doctrina recoge “el sentir de todo un pueblo injustamente enclaustrado”, y en un segundo artículo complementaba: “La ruptura de relaciones diplomáticas es el derecho de un Estado débil que señala el deterioro de las relaciones entre dos Estados. Es la enemistad pacífica oficial entre dos Estados, lo que no les impide seguir comerciando y fomentando el turismo”.   

Por lo dicho y tal como aseveraba Escobari: “El dilema es claro: o conservamos el tema de la reanudación de relaciones diplomáticas como factor de presión moral, o nos deshacemos de él a cambio de nada…”. 

7 comentarios:

  1. Al escribir este artículo, el señor Guzmán, intentando justificar la postura de no reanudar las relaciones con Chile, omite extrañamente dos elementos objetivos incompatibles con su tesis. El primer elemento omitido consiste en las definiciones que el Diccionario, de la Real Academia de la Lengua Española, nos proporciona del vocablo claustro y del verbo enclaustrar, ninguna de las cuales resulta aplicable a la situación real de Bolivia (no la imaginaria fruto de la religión cívica); estado que posee acceso soberano al Atlántico mediante vía fluvial, y que además posee acceso NO soberano al Pacífico. Pareciera que el señor Guzmán tiene un diccionario de la lengua española con definiciones propias, arbitrarias, como la que esgrimió del verbo robar en un programa radial, con el señor Echalar (quien tuvo que rectificarlo) a propósito del rio Silala. El segundo elemento omitido, es la sentencia de la Corte de La Haya, de 1º de octubre de 2018, que rechazó en todas sus partes la demanda boliviana, estableciendo que Chile no ha contraído obligación alguna de negociar con Bolivia una salida soberana al Pacífico, y que en consecuencia, ha pulverizado, destruido, de un solo golpe, los cimientos o fundamentos de las denominadas doctrina Fellmann y doctrina Escobari. En efecto, respecto de la primera “doctrina”, Fellmann, habiendo la Corte establecido que nunca Chile se comprometió a negociar, carece de sustrato fáctico, fundamento o base el argumento esgrimido por el canciller en marzo de 1978, porque el argumento descansa en la existencia de un compromiso que la Corte negó que existiera. En cuanto a la segunda “doctrina”, Escobari, que intenta fundarse en un supuesto desconocimiento de lo “convenido” en 1950, también queda sin sustento, tal doctrina, al haber establecido la Corte que el intercambio de Notas de 1950 no genero compromiso u obligación alguna para Chile. En cuanto a las resoluciones de organismos multilaterales, la Corte también las privó de toda eficacia, y ellas son, como con realismo manifestara la Canciller Karen Longaric, solo muestras de simpatía (o de antipatía por un determinado régimen o gobierno) pero inoperantes.

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  2. Sr. Contarno:

    Me alegra que siga tan pendiente de mis publicaciones, es siempre grato responder a sus comentarios cuando no están compuestos de adjetivos o alusiones personales, como en este caso.

    La palabra "enclaustramiento", en una de sus acepciones significa "Apartamiento de la vida social y del trato humano, normalmente encerrándose en un lugar o en sí mismo". Por tanto, el concepto es perfectamente ajustable a la situación de Bolivia que por causa de la invasión y guerra de 1879 quedó absolutamente encerrada y sin acceso libre y soberano a la vecindad del mundo a través del mar. La salida fluvial que tenemos hacia el río Paraguay es apenas un acceso a una parte no navegable de dicho río que no está habilitado todo el año... Por tanto, tampoco se puede considerar como una salida libre y expedita al mar.

    La uso de la palabra "robar", también es perfectamente ajustable al caso de la aguas del Silala, donde Chile utiliza mucha más agua de la que le corresponde, tal como lo dije en esa entrevista a la que usted hace alusión. Así que lejos de haberme equivocado, como ud supone, me ratifico. Chile roba aguas a Bolivia y no solo en el Silala, sino también en el Lauca y el Caquena.

    Respecto a la supuesta omisión del fallo de la CIJ, en realidad no es una omisión, uno puede tener perfectamente una interpretación de la situación independientemente de lo que opinen o, en este caso, fallen los jueces del CIJ. Más aún cuando estamos hablando de un problema político de connotaciones morales, más que de una asunto estrictamente jurídico. Las doctrinas de referencia no se basan en ningún compromiso jurídico, al contrario, se basan en la evidencia de que a Chile le interesa restablecer relaciones diplomáticas y es por eso un factor de negociación que se puede empelar en nuestro favor. Por tanto, sus fundamentos siguen vigentes, como lo estuvieron desde 1962.

    Al respecto es importante que sepa que Fellmann no fue Canciller en 1978, sino en 1962.

    Saludos.

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  3. Señor Guzmán:

    1º Antes de 1879 Bolivia realizaba su comercio por puerto extranjero, Arica, a pesar de que podría haberlo hecho por Antofagasta que hasta 1879 estaba bajo su soberanía. Por qué prefería el uno sobre el otro, incluso bajo condiciones que llevaron al gobierno boliviano a prepararse para hacer la guerra a Perú en 1878-79; la respuesta la da la geografía. Es la geografía, la naturaleza, la que puso barreras entre los centros urbanos bolivianos andinos y el acceso al mar. Por lo demás, hoy en día, con los medios de comunicación, de transporte, ect, resulta difícil sostener que se está aislado del mundo por el solo hecho de carecer de acceso soberano a un océano. En cuanto al acceso al Atlántico por el rio Paraguay, y las inversiones que se necesitan para que este operativo, he leído constantes reclamos, de los actores económicos de la zona oriente de Bolivia, quejándose por la falta de voluntad del gobierno boliviano para llevarlas a cabo.

    2º En cuanto a los efectos del fallo de La Haya de 1º de octubre de 2018 sobre los sustentos de las doctrinas en cuestión, Usted en su artículo, citando a uno de los autores, escribió “…como que reanudar los tratos a nivel de embajadores con Chile sería como validar o justificar el desconocimiento de ese país a lo convenido en las notas de 1950, respecto a ingresar en una negociación directa, destinada a darle a Bolivia una salida propia y soberana al Océano Pacífico; o que el acercamiento bilateral terminaría por anular los efectos del apoyo multilateral que tiene la causa marítima…”; y es sabido que al menos uno de dichos autores le atribuía efectos jurídicos a las notas de 1950, y a otros documentos, como los tratados de 1895, el acta de 1920, ect, todos desechados por la Corte en cuanto fuente de derechos y obligaciones de cualquier índole. La falta de acceso soberano al Pacifico por parte de Bolivia no es un tema moral, no dice relación con determinar lo que es bueno o malo, correcto o incorrectos, ect (salvo para los feligreses de la “religión cívica” tan bien descrita por el señor Echalar) pero para el resto del mundo, como lo revelan los fallos, es solo una situación zanjada regulada por el Derecho.

    3º Finalmente respecto del tema del uso de las aguas fluviales, y el arbitrario uso del vocablo robo que Usted tiene (“cuando usas lo que no es tuyo” fueron sus palabras en
    dicha entrevista) basta tener a la vista lo declarado por el ex presidente Morales, cuando tomo conocimiento de los resultados de los estudios científicos sobre la materia, declaración contenida en el siguiente video, https://www.youtube.com/watch?v=3d1P3pYQKCY En el campo del derecho, existe una regla probatoria que dice “a confesión de parte, relevo de prueba”.

    Atentamente.

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  4. El portentoso ridículo de Bolivia.
    https://www.youtube.com/watch?v=SW1rg39al2I

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  5. En primer lugar, hay que explicar al lector menos informado en que consiste el “normalizar” las relaciones entre ambos países.

    Como bien nos explica el autor, lo ideal sería que dos países se entendieran a nivel de embajadores, pero en este caso en particular, “normalizar” las relaciones no es mas que tener un pasar mas o menos armonioso, en donde puedan las partes sentarse a conversar civilizadamente y dejar atrás la política ejercida por Evo Morales desde que presentó la Demanda Marítima en La Haya que se caracterizó por la violencia verbal desmedida, la mentira permanente, la victimización al extremo del ridículo y por un ataque, casi a diario, de algún funcionario altamente ideologizado con el MAS, a cualquier autoridad chilena, sin distingo de su color político.

    Dicho esto, bien nos ilustra el autor, que a Bolivia en realidad poco le importa el restablecimiento de relaciones diplomáticas. Prueba de ello es que, manteniendo relaciones a nivel de cónsul, Bolivia últimamente, nos sorprende al nombrar ideológicamente a sus representantes en Santiago, personas sin la más mínima preparación en el campo diplomático, a diferencia de Chile, quien el cónsul en La Paz, tiene el rango de un embajador de carrera.

    El condicionar, por parte de Bolivia, el restablecimiento de relaciones diplomáticas a que Chile se comprometa legal y formalmente a negociar una salida soberana para Bolivia al Pacifico es una idea de por si descabellada y condenada al mas absoluto fracaso de antemano.

    El que en Bolivia hoy, sea casi imposible ser un “libre pensador” respecto de la relación con Chile viene dado por la extrema polarización a la que las mismas autoridades bolivianas y en especial Evo Morales han sometido a su pueblo. O acatas las ideas de Evo o te acusan de “prochileno”, “vende patria” o de “traidor a la patria”, sin términos medios.

    Es por ello que son muy pocos los “valientes” que se atreven a tener una segunda mirada en lo que respecta a la relación con Chile, la inmensa mayoría prefiere no exponerse al escarnio popular y optan por refugiarse en ideas añejas como la “doctrina Fellman”, que en nada ayudan a que Bolivia resuelva sus diferencias más elementales con el vecino.

    Y para terminar de redondear las ideas, la clave está en las palabras del abuelo del autor: 1.- Oportunidad, esta nunca se presentará no importa quien sea el que gobierne Chile. Ningún político chileno se someterá a las condiciones previas bolivianas sin poner en riesgo su permanencia en el sillón presidencial; 2.- Eficacia, contar con un plan actualizado de política internacional: algo que en 14 años de presidencia de Evo nunca siquiera se llegó a esbozar y 3.- Capacidad, en cuanto a tener un servicio exterior idóneo y profesional; nada mas lejos de la realidad, solo basta contar cuantos embajadores actuales son profesionales de carrera y cuantos han sido nombrados a dedo según la amistad con el presidente de turno, o por pago de algún favor político o para sacarlos de la escena pública después de tener algún tropiezo político interno.

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    1. Señor Anónimo:

      Su comentario refleja un profundo desconocimiento de la realidad boliviana, existen varias personas que están en contra de seguir con el reclamo marítimo y quieren restablecer relaciones con Chile. Son personas que se expresan en medios de comunicación y en redes sociales abiertamente.

      Puede buscar artículos de Robert Brockmann, Roberto Laserna y Agustín Echalar por mencionar algunos. Sus ideas, aunque apoyadas por algunos, no tienen el respaldo mayoritario de la población porque es evidente que restablecer relaciones con Chile no genera ningún redito, más aún considerando la historia de desaires y promesas incumplidas... La doctrina Fellman y la doctrina Escobari seguirán teniendo validez mientras no cambien las expectativas frente a un posible restablecimiento de relaciones con Chile.

      Respecto a quienes designa el gobierno para ocupar cargos diplomáticos, estoy de acuerdo, no son nuestros mejores cuadros. Pero eso no debe ser una excusa para que Chile desprecie posibles entendimientos e incumpla los acuerdos bilaterales. Finalmente, el gobierno de Bolivia tiene el derecho y la soberanía para designar a quien mejor le parezca.

      Saludos.

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    2. Insistir en la ilusión de "promesas incumplidas", luego del fallo de la Corte de La Haya de 1º de Octubre de 2018, que mando a pique a la demanda boliviana, junto con todas las "tesis", "doctrinas", documentos, libros, y elementos en que se "sustentaba", revela incapacidad para aceptar la realidad y opinar acorde a lo que sí existe.

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