Por: Ricardo Aguilar Agramont
Publicado en La Razón
El presidente de Chile, Sebastián Piñera, afirmó en la Celac que su país no negocia soberanía por intereses económicos, la historia desmiente esa aseveración. Ese país negoció con Bolivia territorios soberanos por canjes no territoriales por siete veces.
El Estado chileno negoció una salida al mar con Bolivia a cambio de diferentes compensaciones económicas al menos siete veces en la historia, según rememora el diplomático y economista Andrés Guzmán, que contradice lo que expresó el presidente de Chile, Sebastián Piñera, ante el plenario de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac), cuando dijo: “Los temas de soberanía no se negocian, excepto por intereses económicos”.
El Mandatario sobreinterpretó las declaraciones del presidente Evo Morales, que invitaban a compartir el gas boliviano “una vez solucionado el tema marítimo”. Lo cual fue erróneamente entendido por Chile como un ofrecimiento de “gas por mar”. En efecto, en entrevista con Animal Político, el expresidente Carlos Mesa corroboró esto: “El Presidente dijo que una vez resuelto el tema mar, podemos compartir el gas, uno de los pocos recursos que Bolivia tiene; pero una vez resuelto, cuando hayamos resuelto el tema del mar podemos hablar del tema gas”.
La apreciación de Piñera lo condujo a afirmar: “Chile está dispuesto a dar facilidades para un gasoducto, para un polo industrial, dar extensiones tributarias para que Bolivia pueda hacer el mejor uso que estime para su gas. Pero hay algo donde quiero que usted no se equivoque, presidente Morales: los temas de soberanía no se negocian por intereses económicos”.
De tal modo, Piñera rechazó una propuesta que Morales nunca hizo y negó que su país haya negociado antes por intereses económicos. Esto, según Guzmán, es sencillo de ser refutado, pues para Chile hacer lo que su Presidente niega más bien “ha sido una conducta recurrente desde 1895”.
1. El primer antecedente de una negociación territorial por intereses económicos de Chile se realizó en 1895, según el diplomático, y consta en el “Tratado Especial Sobre Transferencia de Territorio de 1895”, firmado por Bolivia y Chile.
En ese tiempo, aún no se había definido a qué país irían a dar los territorios de Tacna y Arica y había un plebiscito entre Chile y Perú para determinar el conflicto. El artículo 1 del tratado dice: “Si a consecuencia del plebiscito que haya de tener lugar, en conformidad al Tratado de Ancón o a virtud de arreglos directos, adquiriese la República de Chile dominio y soberanía permanente sobre los territorios de Tacna y Arica, se obliga transferirlos a la República de Bolivia, en la misma forma y con la misma extensión que los adquiera, sin perjuicio de lo establecido en el artículo. II. La República de Bolivia abonará como indemnización por dicha transferencia de territorio la suma de cinco millones de pesos de plata, de 25 gramos de peso y nueve décimos de fino, quedando especialmente afecto para responder a este pago el 40% del rendimiento bruto de la Aduana de Arica”.
El artículo 4 del mismo documento dice: “Si la República de Chile no pudiese obtener en el plebiscito o por arreglos directos la soberanía definitiva de la zona en que se hallan las ciudades de Tacna y Arica, se compromete a ceder a Bolivia la caleta de Vitor, hasta la Quebrada de Camarones, u otra análoga, y además la suma de cinco millones de pesos de plata de 25 gramos de plata y nueve decimos de fino”.
Guzmán explica que el acuerdo no prosperó porque los parlamentarios bolivianos impusieron condiciones que luego fueron rechazadas por Chile. “La poca visión de los congresistas de ese momento dejaron pasar esa oportunidad”, juzga. Con la pérdida del Pacífico tan fresca, se sentía que se tenía derecho a todo.
2. “La segunda vez fue en 1920, cuando Chile y Bolivia firman un acta protocolarizada”. En esa ocasión, el representante chileno (ministro plenipotenciario en La Paz, Emilio Bello) que había participado en el Tratado de 1904, firma en La Paz con el canciller Carlos Gutiérrez, un acta en el que se compromete a ceder al país una parte de Arica a cambio de un pago por ese territorio. “Luego hay un golpe de Estado en Bolivia y queda en nada”.
El libro de Jorge Gumucio Granier EEUU y el mar dice: “William F. Montavan, agregado Comercial americano en Lima, informó al Departamento de Comercio en Washington que había visitado Quito en enero y entrevistó al ministro chileno en esa capital, Víctor Eastman Cox, quien le había comunicado su posible traslado a La Paz con el fin de negociar un arreglo con Bolivia sobre la cuestión portuaria en base al siguiente plan:
Primero: Concesión de un puerto y acceso libre al mar, posiblemente el puerto de Arica. Esta concesión sería garantizada por un acuerdo internacional que debía incluir el mayor número de repúblicas americanas, inclusive las naciones miembros del ABC. Segundo: Pago justo de Bolivia a Chile por la sección chilena del Ferrocarril Arica La Paz, así como las terminales portuarias y otras obras públicas ubicadas en Arica y a lo largo de la línea férrea”.
La alusión a un “pago” es por demás elocuente.
3. La tercera ocasión se daría en 1923, sigue Guzmán. No quedan registros documentales en este caso, sólo restan unas cartas, aunque es sabido que se hablaba de una compensación económica. “El canciller chileno Luis Izquierdo negociaba con el enviado especial de Bolivia, Jaimes Freyre, y se hablaba de que Chile estaría dispuesto a solucionar el tema a cambio de compensaciones no territoriales”.
Una respuesta de Izquierdo menciona vagamente unas “compensaciones”: “El Tratado de Paz no es revisable [...] No obstante [...] mi gobierno sigue manteniendo el propósito de escuchar con el más elevado espíritu de conciliación y de equidad [...] sin modificar el Tratado de Paz y sin dejar interrumpida la continuidad del territorio chileno [...], el Gobierno de Chile pondrá el mayor empeño en concertar con el de V. E., en vista de las proposiciones concretas que Bolivia presenta [...] las bases de una negociación directa que conduzca, mediante compensaciones mutuas y sin el desmedro de derechos irrenunciables, a la realización de aquel anhelo”.
Lo que quería en ese momento el país era revisar el Tratado de 1904 para recuperar los territorios que se habían perdido, a lo cual Chile se negaba y “ofrecía algo menor”, de tal modo que las negociaciones no avanzaron, indica Guzmán.
4. La cuarta vez fue en 1926, cuando el secretario de Estado de Estados Unidos Frank Kellogg propone a Perú y Chile que cedan parte de Tacna y Arica a Bolivia. Esa propuesta surge en momentos en que esos territorios seguían sin ser definidos. Estados Unidos interviene y plantea que se dé al país esa superficie a cambio de una compensación económica para ambos países. “Chile aceptó la propuesta, sin embargo, Perú la rechazó y se frustró la negociación. Esto es importante porque muestra que el Estado chileno aceptó que Bolivia reciba territorio a cambio de dinero”.
De acuerdo con el estudio de Gumucio, el canciller chileno Luis Barros expresó al embajador estadounidense Collier —quien hacía de mediador entre Perú y Chile—que la mejor posibilidad para un arreglo diplomático sería la división del territorio, dejando el área norte y la ciudad de Tacna para el Perú y el área sur con Arica para Chile. En este arreglo, Chile estaría dispuesto a declarar neutral toda la provincia de Arica y conceder al puerto el status de “libre” para Bolivia y Perú, a la vez de internacionalizar el ferrocarril Arica-La Paz.
A principios de abril, según Gumucio, Collier envió un informe al secretario Kellogg en el que transmitía el deseo del nuevo canciller chileno (Beltrán Mathieu) para ganar la “amistad y gratitud” de Bolivia y lograr un acuerdo mediante negociaciones que darían al país un puerto y a Chile compensaciones materiales por este motivo.
Incluso antes, el 28 de noviembre de 1925, según el mismo autor, “Barros informó a Kellogg que personalidades y grupos poderosos e influyentes en Chile, y que no integraban el Gobierno, eran partidarios de un arreglo diplomático directo que debía incluir la partición de territorios o la venta del mismo a Bolivia”.
5. El quinto momento fue en 1950. Todo comenzó con el intercambio de notas diplomáticas entre el canciller chileno Horacio Larraín y el embajador boliviano en Santiago, Ostria Gutiérrez.
En las notas del 1 al y 20 de junio, Chile aceptaba “entrar formalmente en una negociación directa destinada a buscar la fórmula (para) que pueda ser posible dar a Bolivia una salida propia y soberana al océano Pacífico, y a Chile obtener compensaciones que no tengan carácter territorial y que consulten efectivamente sus intereses”.
Según la interpretación del diplomático Ramiro Prudencio, ésta fue la única vez que efectivamente Chile negoció a cambio de recursos que no sean territoriales.
Guzmán relata que, en esos documentos, el Estado chileno se comprometía a negociar una salida soberana al mar para Bolivia y se hablaba, de manera reservada, de compensar a ese país con aguas del lago Titicaca a cambio de un corredor en Arica. En esto último no coincide Prudencio, quien afirma que las notas no especifican la fuente del agua, sino que dicen “aguas del altiplano”.
Prudencio dice que de haberse aceptado, la región andina habría quedado como un “erial”.
En las notas no se mencionan las aguas del lago, sin embargo, Guzmán dice que “es bien sabido que se referían a ellas. De hecho, ése fue el motivo por el que no prosperó la posibilidad”. Cuando la gente en Bolivia se enteró de que se estaban haciendo acuerdos con esos recursos hídricos, se opuso. El Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), que ese momento era la oposición, “se agarró” de esa consigna para criticar a los gobiernos consecutivos que participaron en la negociación, los de Mamerto Urriolagoitia y Hugo Ballivián.
“En cuanto se hicieron públicas las conversaciones, la gente rechazó rotundamente compensar a Chile con aguas nacionales. Por otro lado, el Perú también se opuso porque perdía por dos lados: primero se habría malogrado su posibilidad de recuperar Arica en el futuro y por otro habría perdido aguas del lago Titicaca, que son compartidas”.
Las negociaciones salieron a la luz cuando el presidente estadounidense Harry Truman habló de ellas, pues el mandatario chileno Gabriel González Videla le había propuesto que Estados Unidos se encargue de la financiación del proyecto de distribución de agua y de una planta hidroeléctrica para el norte de Chile. “La noticia cayó muy mal”, cuenta Guzmán. Truman manifestó que “las aguas de las elevadas montañas andinas”, entre Bolivia y Perú, podían servir para “hacer un jardín en la costa de Sudamérica, en el occidente de Chile y Perú, dando a cambio a Bolivia un puerto en el Pacífico”, según el ensayo titulado El Problema de los estados mediterráneos en el derecho internacional marítimo. Un estudio de caso: el diferendo Bolivia-Perú-Chile, del mexicano Juan Carlos Velázquez, doctor en Ciencias Políticas. “Tal declaración fue muy mal recibida en Perú”, señala Guzmán.
La reacción de la población boliviana de ese tiempo no deja de tener semejanzas con el rechazo popular generalizado de vender gas a Chile en 2003.
6. En 1961, el Estado chileno vuelve a proponer una salida soberana a cambio de un aliciente de naturaleza económica y se insiste en retomar el espíritu de las notas del 50. La intención se dio a conocer oficialmente a través de un memorándum que hacía llegar el canciller chileno Manuel Trucco.
El documento expresaba la voluntad de volver a emprender las conversaciones de 1950 y transcribe las notas entre Larraín y Ostria. “En ese escrito no se hace mención a la hidroeléctrica ni al agua del lago, pues esa parte de las intenciones siempre fue reservada. Sencillamente, se refería a una salida soberana sin compensaciones territoriales; obviamente, se referían a recursos económicos de otro tipo”, afirma Guzmán.
Esta vez —interpreta el diplomático— el memorándum no era veraz. “Chile estaba a punto de desviar las aguas del río Lauca y parece que expresa buenas intenciones para mantener a Bolivia tranquila y distraer”. Como se supo lo que se estaba tramando, el país tardó en responder al documento siete meses, pues no se decidía qué posición asumir. Finalmente se alteró el curso del afluente y se rompieron relaciones.
7. Finalmente, la séptima oportunidad se dio en Charaña con Augusto Pinochet. En esa ocasión, si bien se habla de un canje territorial, Bolivia también tenía que comprar, a precio de reposición, el aeropuerto de Chacalluta en Arica, la parte del ferrocarril que iba a quedar en territorio boliviano y todas las inversiones que haya hecho Chile dentro de lo que fuese a quedar en Bolivia. Por otra parte, el país tenía que renunciar a exigir cualquier derecho sobre el río Lauca.
“Si bien la compensación también era territorial, parte de todo el acuerdo incluía remuneraciones y un recurso natural, el Lauca, por lo que se puede concluir que Chile negoció, otra vez, por intereses económicos”, infiere.
Todo se cae por una contrapropuesta de Perú en la que postula una tripartición que es rechazada por Chile. Adicionalmente, los chilenos pedían una compensación territorial no sólo por la tierra, sino también por las 200 mil millas marinas, es decir, aproximadamente 3.000 kilómetros cuadrados extra.
“Era excesivo, Chile quería hacer un gran negocio que incluía el Lauca”. Lo reiterativo de las veces en que Chile negoció a cambio de un canje no territorial deja a la afirmación corregida de Piñera (“los temas de soberanía no se negocian por intereses económicos”) como una impostura, pues parece ser que lo contrario ha sido el comportamiento recurrente del Estado chileno, tal como sostiene Guzmán.