domingo, 10 de abril de 2016

Víctor Hugo, el mendrugo

Por: Andrés Guzmán Escobari
Diremar realizó un estudio serio y responsable sobre los argumentos que podría utilizar Bolivia para demandar a Chile, en el cual la demanda de los Chávez no produjo más que una fuerte carcajada.  
Los hermanos Chávez en la primera fila de asientos del Paraninfo de la UMSA.
Hace unos días fui invitado a participar de un conversatorio sobre la demanda marítima boliviana, organizado por los estudiantes de derecho y ciencias políticas de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA). Asistí con grandes expectativas no sólo porque la audiencia estaría compuesta por futuros abogados y ciéntistas políticos de nuestro medio, sino sobre todo porque compartiría la testera con expertos en la materia como Héctor Arce, Emerson Calderón, Karen Longaric y los hermanos Wilfredo y Víctor Hugo Chávez.

De acuerdo al horario establecido, llegué al lugar 10 minutos antes del evento y en ese momento los organizadores me informaron que Arce y Calderón se habían excusado y que los demás disertantes llegarían “un poco tarde”, por lo cual, yo debía iniciar el conversatorio. 

Dadas esas circunstancias imprevistas pero favorables, puesto que podía extenderme cuanto quisiera - y mejor si lo hacía, según los mismos organizadores -, desarrollé mi disertación tranquilamente, explayándome en los puntos que consideraba importantes y alargando las pausas discretamente. Una vez finalizada mi participación de casi media hora y en vista de que seguía siendo el único en la testera, abrí una ronda de preguntas. En eso, vi a un señor de cabello platinado y largas patillas ingresando despaciosamente por la puerta del público (no la de los disertantes). Era Don Wilfredo Chávez, quien se acomodó en la primera fila de asientos (no en la testera). Casi de inmediato llegó una presurosa Karen Longaric, que sin ningún complejo de inferioridad o superioridad, se situó en la testera, mientras yo contestaba las últimas preguntas desde el atril.
Seguidamente, la doctora Longaric tomó la palabra y luego de disculparse con el público por su retraso involuntario, desarrolló un interesante análisis sobre la demanda marítima boliviana, destacando las debilidades que podría tener el planteamiento de nuestro país. Casi 20 minutos después, cuando la disertante absolvía las preguntas de los estudiantes, llegó finalmente el mendrugo, Víctor Hugo Chávez Serrano. Lucía un saco holgado que lo hacía ver más flaco y una coqueta chapela (boina de gran vuelo) color caqui. Entró sin mucho apuro por la puerta de los disertantes y al verme solo en la testera, mientras Longaric terminaba su disertación desde el atril, hizo una extraña maniobra para ir a sentarse en la primera fila, junto a su hermano.
Pero antes de relatar lo que dijo Victor Hugo, vale la pena retroceder en el tiempo para explicar por qué lo de mendrugo. 
A finales de marzo de 2011, poco después de que Evo Morales anunciara por primera vez su intención de demandar a Chile para recuperar un acceso soberano al mar, el proyecto de demanda de los hermanos Chávez fue presentado por algunos medios de comunicación como el plan que habría estado siguiendo el Gobierno boliviano para acudir a tribunales internacionales. Se trataba básicamente de exigir la devolución de los territorios que hoy conforman la región chilena de Antofagasta, situados entre los paralelos 24º y 23º de latitud sur y de todas las islas e islotes del mar territorial adyacente, porque supuestamente, Bolivia nunca le había cedido a Chile esos terrenos.   
Semejante disparate, que al parecer sí fue considerado por el gobierno nacional en un principio, nos exponía a sufrir una dura derrota jurídica frente a Chile y nos hacía prever un enorme retroceso en nuestro camino hacia el mar, tal vez irreversible. Ante ese peligro inminente, intenté prevenir al país del grave error en un artículo que criticaba duramente a la demanda de los Chávez, aun cuando sabía que mi cargo de Agregado Comercial de la Embajada de Bolivia en Venezuela corría peligro. Creía firmemente, como todavía lo hago, que más valía asumir las consecuencias de mis actos, como al final lo hice, que quedarme de brazos cruzados cuando la concreción de uno de los objetivos más importantes de nuestro país parecía estar en peligro.
El artículo explicaba que si bien los territorios comprendidos entre los paralelos 24º y 23º de latitud sur no están mencionados en el Tratado de 1904, Bolivia los cedió después, mediante el Acta Protocolizada de 15 de noviembre de 1904, que no conocían los hermanos Chávez, y que aclara que dichos territorios también quedaban reconocidos por nuestro país como chilenos. Por ese motivo, y por otros de mayor detalle pero de menor relevancia frente al argumento descrito, concluía que “la demanda de los Chávez es una muy fidedigna expresión de lo que se entiende por viveza criolla”.
En los meses que siguieron, DIREMAR realizó un estudio serio y responsable sobre los argumentos que podría utilizar Bolivia para demandar a Chile, en el cual, la demanda de los Chávez no produjo más que una fuerte carcajada. 
Pero retomado el relato de lo ocurrido en el conversatorio de la UMSA, el mendrugo inició su disertación saludando respetuosamente a quienes estábamos en la testera pero no ofreció excusas a la audiencia por su demora. Criticó durante a la demanda presentada finalmente por el gobierno de Evo Morales, apelando a la ironía y a la exacerbación de los nacionalismos, es decir, un discurso al estilo de Donald Trump, pero sin muchos adeptos.   
Luego, inesperadamente, Víctor Hugo se permitió decir algo como: “el señor Guzmán, que tanto nos ha criticado, debe saber que el Acta Protocolizada de 15 de noviembre de 1904 no es válida ni obligatoria, porque no fue promulgada como ley de la República en 1905 junto al Tratado de 1904, por tanto ¡no es válida!”. Y después, complementó su idea preguntando: “¿por qué Chile ocupa más territorio del que Bolivia le cedió?”.
Apenas concluyó cogió rápidamente su chapela para marcharse, y en ese momento tomé el micrófono y le pedí a don Víctor Hugo, delante de toda la audiencia, que no se vaya pues quería responder a sus comentarios ya que él me había aludido personalmente. Pero reaccionó contrariamente, dijo “tengo otro compromiso” y se marchó a pesar de que insistí y le aseguré que mi respuesta sería corta. Don Wilfredo se paró y salió en defensa de su hermano, asegurando que él se quedaría a escuchar y responder lo que yo tenía que decir.
No era la primera vez que Víctor Hugo evitaba debatir conmigo, el 12 de junio de 2013, cuando ambos fuimos invitados al programa de televisión “Que No Me Pierda”, él decidió no asistir; y al día siguiente del conversatorio, el 23 de marzo de 2016, el mendrugo tampoco se presentó en el programa “Nunca es Tarde” de Radio Compañera, en el que teníamos que ser entrevistados conjuntamente.   

En mi respuesta ante el auditorio de la UMSA, lamenté que Don Víctor Hugo hubiese llegado tarde porque no alcanzó a escuchar mi explicación sobre la forma cómo se habían escogido los argumentos jurídicos para demandar a Chile, y aclaré que la no promulgación de un acuerdo internacional, no lo invalida cuando existe al menos una manifestación de consentimiento reconocida por el derecho internacional, en el caso del Acta Protocolizada de 1904, Bolivia manifestó su consentimiento mediante la firma, la aprobación congresal y el canje de ratificaciones. Pero aun cuando no fuera así - me permití clarificar -, el hecho de que Bolivia nunca haya reclamado esos territorios durante más de 100 años, representa un reconocimiento tácito al dominio de Chile sobre los mismos.
Además que para llegar a la instancia que él plantea, el Tribunal Permanente de Arbitraje de La Haya, es necesario acordar con Chile los asuntos que se deben someter al arbitraje, lo cual es tanto o más difícil que negociar con ese país una solución definitiva a este tema. 
Finalmente, por las reacciones que percibí en la audiencia y por los comentarios que hicieron algunos de los presentes, me dio la impresión que mi postura tuvo mayor aceptación que la del mendrugo, con quien, a pesar de los desplantes, aun estaría dispuesto debatir.

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