Occidente pierde centralidad, mientras Eurasia gana protagonismo con un bloque cada vez más cohesionado. El Sur Global se convierte en terreno de disputa, pero también en posible beneficiario del reacomodo.
Por: Andrés Guzmán Escobari
El orden internacional vive un momento de transición o
interregno (Sanahuja): una etapa marcada por el desgaste del liderazgo
occidental y el ascenso de un bloque euroasiático con ambiciones globales. La
teoría de la interdependencia compleja, desarrollada por Keohane y Nye, que
sostenía que los lazos económicos reducen la probabilidad de conflicto, ha
quedado en entredicho.
Estados Unidos y China, pese a su profunda interdependencia
comercial, financiera y tecnológica, no han reducido tensiones: las han
multiplicado. El realismo estructural vuelve a imponerse sobre el idealismo
institucional y sus lógicas de interdependencia.
Entender lo que está pasando es indispensable para que los
países del Sur Global, incluidos los latinoamericanos, adopten políticas
consecuentes e inteligentes.
Cuatro fotos recientes ayudan a leer este momento histórico:
(1) el encuentro de Trump y Putin en Alaska, (2) la escena de Trump y los
líderes europeos en la Casa Blanca, (3) el apretón de manos tripartito entre
Xi, Putin y Modi en la cumbre de la OCS en Taijín y (4) el desfile militar en
Beijing por el 80 aniversario de la victoria de la República de China sobre
Japón.
Foto 1: Trump y Putin en Alaska
La reunión entre Donald Trump y Vladimir Putin en Alaska
significó un acercamiento inédito después del aislamiento impuesto a Rusia por
Occidente a causa de la invasión a Ucrania en 2022. En esa ocasión, los
mandatarios conversaron sobre la guerra en Ucrania, el Ártico y posiblemente la
definición de zonas de influencia.
Aunque esto último no ha sido confirmado, poco
después, Trump envió buques de guerra a las costas venezolanas, lo que
sorpresivamente solo mereció un tímido pronunciamiento de parte de Moscú y
también de Pekín, que repudiaron el despliegue militar. Esta situación refuerza
la idea de un entendimiento tácito: Estados Unidos se reserva todo el
continente americano –incluyendo Groenlandia– y Rusia consolida su control
sobre Ucrania y el resto de Europa. Esta lógica de esferas de influencia,
propia de la Guerra Fría, parece estar viva en pleno siglo XXI.
Foto 2: Europa frente a Trump en
La imagen de Trump en la Casa Blanca, sentado tras su
escritorio, con los líderes europeos frente a él, como si se tratase del
director de la escuela reprendido a los alumnos indisciplinados, habla por sí
sola. Europa aparece subordinada, forzada a sostener la guerra en Ucrania
mientras Estados Unidos convierte el conflicto en un gran negocio de armas y
gas licuado.
La foto retrata no solo la asimetría trasatlántica, sino la
urgente necesidad de autonomía que tiene Europa respecto a Washington, algo que
no se había evidenciado antes de Trump. La dependencia energética, militar y
diplomática ha dejado al Viejo Continente en una posición de seguidismo que la
desplaza de posición geopolítica tradicional, de tener al menos algo que decir
cuando el mundo se rearticula.
Foto 3: Xi, Putin y Modi en
En la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái,
Xi Jinping, Vladimir Putin y Narendra Modi se dieron un apretón de manos
cargado de simbolismo. Xi presentó su visión de un nuevo orden basado en
soberanía, cooperación, un banco de desarrollo y la defensa del
multilateralismo de la ONU. El mensaje fue nítido: mantener Naciones Unidas,
pero desmantelar Bretton Woods, el andamiaje financiero que desde 1945 sostiene
la hegemonía occidental.
China se muestra como un socio predecible y confiable para
el Sur Global: un poder económico y militar que, además, ofrece un modelo
alternativo de desarrollo –capitalista, no democrático, pero eficaz en términos
de crecimiento e industrialización–.
La presencia de Modi también fue significativa. Difícilmente
habría posado tan cercano a Xi y Putin sin los aranceles del 50% que Trump
impuso a la India. Fue una señal hacia Washington: Nueva Delhi no depende
exclusivamente de la anglosfera y puede estrechar lazos con la sinosfera, que
es donde pertenece geográficamente.
Aun así, en un terreno decisivo del orden financiero mundial,
Estados Unidos conserva la ventaja incuestionable del dólar: sigue siendo, por
mucho, la principal moneda de intercambio y reserva global. Allí China aún no
ha hecho mella, y ese parece ser el muro más difícil de derribar en la disputa
por la hegemonía mundial.
Foto 4: Xi, Putin y Kim en
El desfile en Beijing por el 80 aniversario de la victoria
china sobre Japón fue una puesta en escena monumental. China mostró misiles
hipersónicos, sistemas láser y tecnología de punta. Pero la foto clave fue la
de Xi, caminando al frente de un grupo de líderes euroasiáticos, entre los que
destacan Putin y Kim Jong Un. En esa imagen, no había tensiones ni gestos
incómodos: sino más bien unidad y confianza.
La parada militar, calificada de “hermosa” por Trump,
completó la serie de señales a Estados Unidos y el mundo: Xi se hace cada vez
más fuerte y tiene cada vez más respaldo en el Sur Global, especialmente en
Eurasia; Putin confirma que no está más aislado y Kim demuestra que está
jugando en las grandes ligas de la geopolítica. El mensaje fue directo a la
anglosfera –incluyendo Japón, Corea del Sur y Taiwán–. La sinosfera no es solo
una alternativa económica, sino una fuerza capaz de disputar a Estados Unidos
en todos los frentes.
Conclusión
Las cuatro fotos son instantáneas de un mundo en transición.
Occidente pierde centralidad, mientras Eurasia gana protagonismo con un bloque
cada vez más cohesionado. El Sur Global se convierte en terreno de disputa,
pero también en posible beneficiario del reacomodo.
Para América Latina –y Bolivia en particular– el no
alineamiento activo aparece como la mejor estrategia: negociar con ambos
bloques, aprovechar los mecanismos de financiamiento alternativos al FMI – como
los nuevos bancos de desarrollo de la OCS– sin descuidar los vínculos
históricos, geográficos y culturales con la anglosfera. La clave es mantener
una política pragmática que priorice intereses nacionales por encima de las
ideologías.
Sería ingenuo pensar que el declive relativo de Occidente
significa irrelevancia. Europa y Estados Unidos seguirán liderando el orden
internacional liberal por muchos años más, como los principales referentes de
la democracia y la libertad. Pero en paralelo, la emergencia de un mundo
multipolar con rasgos de nueva bipolaridad –anglosfera vs. sinosfera– obliga a
repensar estrategias y posiciones.
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