domingo, 10 de marzo de 2013

Chávez y el mar

Por: Carlos A. Carrasco
Publicado en La Razón

La XIII Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno realizada en Santa Cruz de la Sierra, los días 15 y 16 de noviembre de 2003, se preparó meses antes con la cooperación entusiasta de las autoridades locales, bajo la orientación de la Cancillería. Los aspectos protocolares tan importantes para una reunión semejante estuvieron bajo mi responsabilidad, como Director del Ceremonial del Estado.
Organizar el arribo ordenado de los aviones de 23  jefes de Estado, más algunas personalidades equivalentes como el Secretario General de Naciones Unidas y otros, en pocas horas de la mañana de ese 15 de noviembre, fue tarea sumamente compleja. Cada uno de los visitantes debía ser recibido con honores militares y rito ceremonial parejo. Sendas banderas de idéntica dimensión fueron confeccionadas y desplegadas apropiadamente. Para contingencias inesperadas carros-ambulancia aguardaban pacientemente su rol.
 
Decenas de motocicletas policiales hacían guardia junto a conspicuos “hombres de negro” encargados de seguridad. Dos ensayos realizados el día anterior, con simulacros exactos en distancias y circunstancias, nos familiarizaron para enfrentar la realidad en perfecta armonía.
Por fin llegó la hora de la verdad y muy temprano me dirigí con mis ayudantes al aeropuerto de Viru Viru. Uno a uno los aviones presidenciales aterrizaban con intervalos de media hora. Mientras los reyes de España llegaban en dos enormes aeronaves, el presidente Nicanor Duarte, de Paraguay, lo hacía en una modesta avioneta y Kofi Annan, patrón de la ONU, en línea aérea comercial. Pronto se sucedieron en cascada, el brasileño Lula da Silva, el colombiano Álvaro Uribe, el argentino Néstor Kirchner, el ecuatoriano Lucio Gutiérrez, el salvadoreño Francisco Flores, el peruano Alejandro Toledo, el portugués Jorge Sampaio y los demás. A último momento, Fidel Castro se excusó de su asistencia y se hizo representar por su vicepresidente Carlos Lage. El protocolo era indefectiblemente el mismo, el avión carreteaba hasta un punto determinado y yo subía a la nave y en nombre del presidente Carlos Mesa, daba la bienvenida al ilustre huésped y le explicaba brevemente la ceremonia que tendría lugar. Juntos descendíamos de la nave y se pasaba revista a la unidad militar formada en columna de honor. Al término de la alfombra roja, la hilera de autoridades locales recibía el saludo del visitante y enseguida éste, desde la plataforma expresamente colocada para el efecto, pronunciaba su mensaje ante la prensa, que apiñada en una tribuna captaba fotografías y filmaba el acto. De inmediato, el Presidente y su comitiva montaban en sus automóviles y se alejaban velozmente hasta el hotel Los Tajibos, sede de la cumbre.
Ese ritual se repitió 23 veces sin mayor contratiempo, salvo cuando le tocó el turno a Hugo Chávez, quien dijo textualmente: “Bolivia tuvo mar y aunque se molesten algunos en este continente, lo lamento mucho, Venezuela seguirá reclamando solidaridad con Bolivia en su derecho a las costas sobre el mar. No es justo que se le haya arrebatado la salida al mar (...)”.
Luego, con marcada emoción y enfática retórica, manifestó que el día más feliz de su vida sería aquél cuando pudiese bañarse en playas bolivianas.
Como Chávez se extendió demasiado en su discurso, el avión chileno que se encontraba rondando el espacio aéreo decidió descender y permanecer a la espera de su turno. Ello posibilitó al presidente Ricardo Lagos escuchar el mensaje de su homólogo venezolano. Cuando lo encontré ya presto para salir de su avión, estaba tenso y parecía presuroso por reaccionar contra la inesperada declaración de su colega. Ante el micrófono, rememoró anteriores diálogos que sostuvo con mandatarios bolivianos y manifestó verbatim: “No es con la mirada puesta en el pasado en que podemos afrontar los desafíos de vivir en un mundo global, complejo, donde los países más pequeños tenemos que trabajar unidos y codo a codo (…)”.
Debido a esa significativa controversia, los corrillos de la Cumbre se nutrieron de comentarios entre los concurrentes. Alabarderos de la diplomacia chilena, alborotados corrían, armados de sus celulares, de uno a otro lado. Presidentes y ministros alimentaban murmullos en agitadas tonalidades. Antes de que la reunión se inaugurara solemnemente, Chávez había detonado una sonora bomba mediática cuyo estruendo ya se propagaba en radios, televisiones y prensa continental. Fue un golpe sensacional, ajeno a la tibia agenda cimera habituada a soslayar los puntos candentes que incomodan a la conciencia de las naciones participantes.
También, como sucede en ocasiones similares, la comunidad contestataria convocó a una cumbre paralela que se denominó “Encuentro Social Alternativo” con la participación de cientos de militantes ávidos de difundir sus aspiraciones y expresar sus frustraciones. Ante el estruendo de los aplausos, aparecieron como figuras estelares Hugo Chávez, Carlos Lage y Evo Morales, éste entonces portavoz de los movimientos sociales bolivianos. Estaba aún lejana la instauración de la Alianza Bolivariana  para los Pueblos de Nuestra América (Alba).
Aquella fulgurante invocación por la reivindicación marítima recitada por el líder venezolano en suelo cruceño nos muestra la entrañable amistad y solidaridad sin límite alguno que desde siempre sintió Hugo Chávez por la Hija Predilecta del Libertador.

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