Por: Andrés Guzmán Escobari
El vídeo que el gobierno chileno subió a Youtube recientemente, el cual expone su posición frente a la demanda marítima boliviana, deja muy en claro por qué discrepamos.
Discrepamos porque si queremos explicarle al mundo que Bolivia goza del más amplio, libre y eterno acceso al mar, cosa que en la práctica dista mucho de la verdad; es indispensable reconocer primero que Chile le quitó a Bolivia su único acceso al mar en 1879. Se debe considerar este hecho inobjetable para comprender el tema porque si sólo nos referimos a las facilidades que el país del Mapocho otorga a Bolivia en aplicación del Tratado de 1904 y de sus acuerdos complementarios, y no mencionamos el despojo territorial que dejó a nuestro país enclaustrado, como lo hace el vídeo de referencia; podríamos llegar a creer que el país del Mapocho es muy bondadoso y que nosotros le exigimos demasiado, lo cual es en realidad al revés.
Discrepamos porque si sólo nos referimos a lo que dicen los acuerdos bilaterales y no mencionamos nada respecto a su aplicación, podríamos suponer que esos acuerdos sí se cumplen, cuando en realidad eso no ocurre. A principios de este siglo, el Estado chileno decidió entregar en concesión la operación de sus puertos a empresas privadas a pesar de la oposición de Bolivia que no reconoció nunca a esas empresas privadas como sucesoras del gobierno de Chile respecto a la aplicación del libre tránsito. Se han producido desde entonces muchas interrupciones de los servicios portuarios debido a los constantes paros de sus trabajadores y de los funcionarios aduaneros de Chile. La falta de un acuerdo entre el gobierno de La Paz y las empresas privadas ha provocado constantes incrementos en las tarifas portuarias y, lo que es peor, ha significado también, la pérdida de la jurisdicción de las autoridades aduaneras bolivianas sobre la carga con destino a Bolivia porque las empresas privadas han monopolizado todas las faenas portuarias.
Discrepamos cuando el gobierno chileno se queja porque tiene que pagar cerca de 100 millones de dólares para dar cumplimiento al Tratado de 1904; debido a que la riqueza del territorio boliviano que Chile anexó a su dominio a través de ese mismo tratado, le ha reportado muchísimo más dinero. Sólo el 2013, el país del Mapocho obtuvo la increíble cantidad de 44 mil millones de dólares por la exportación del cobre que se encuentra en el ex litoral boliviano (La Tercera, 12/01/2014).
Discrepamos porque nos echan en cara la construcción del ferrocarril Arica - La Paz, que fue concebido precisamente para atenuar los efectos del enclaustramiento boliviano, pero que en la actualidad permanece absolutamente paralizado en el lado chileno de frontera (Arica – Visviri) hace ya casi una década, mientras que el lado boliviano se encuentra operando (Charaña – Viacha) mediante el servicio de un ferrobús o buscarril.
Discrepamos porque en lugar de poner al oleoducto Sica Sica – Arica como un antecedente de entendimiento y aproximación, que podría servir para replicarlo mediante un gasoducto que desde Bolivia alcance el Pacífico a través de un puerto chileno, se utiliza ese ejemplo alcanzado en 1957 para destacar la “gran bondad” del Estado chileno con Bolivia.
Discrepamos porque en lugar de poner al oleoducto Sica Sica – Arica como un antecedente de entendimiento y aproximación, que podría servir para replicarlo mediante un gasoducto que desde Bolivia alcance el Pacífico a través de un puerto chileno, se utiliza ese ejemplo alcanzado en 1957 para destacar la “gran bondad” del Estado chileno con Bolivia.
¿Cómo no vamos a discrepar si el ex Presidente Piñera señala que su país se comprometió a darle a Bolivia circulación “eterna”, cuando en realidad, lo que dice el tratado es libre tránsito “a perpetuidad”, que no es lo mismo?
¿Cómo no vamos a discrepar si el ex Presidente Frei supone livianamente que no vamos a respetar los tratados cuando Bolivia, a diferencia de Chile, sí ha respetado y cumplido el Tratado de 1904?
¿Cómo no vamos a discrepar si el Canciller Muñoz señala que la política exterior de su país ha estado basada en el respeto a los tratados, cuando sabemos bien que el Pacto de Paucarpata de 1837, el Tratado de Ancón de 1883 y el de Paz y Amistad de 1904, no fueron cumplidos por Chile?
¿Cómo no vamos a discrepar si el ex Presidente Lagos insiste en ofrecer negociaciones directas, con una agenda de futuro “potente”, para llevarnos una vez más al mismo juego, en el cual Chile nos ofrece mar y luego se desentiende? ¿No se dan cuenta que precisamente por eso los demandamos?
¿Cómo no vamos a discrepar si la Presidenta Bachelet, después de toda nuestra conflictiva historia de agresiones militares, desvíos de aguas compartidas y sembrado de minas antipersonales en la frontera, declara cínicamente que Chile tiene vocación pacifista?
Finalmente ¿cómo no vamos a discrepar si se afirma que la demanda de Bolivia afecta a todo el sistema jurídico internacional, cuando en realidad, lo que Bolivia demanda es nada menos que una negociación de buena fe para recuperar una salida soberana al mar? En el sentido más amplio de sus efectos, un fallo favorable a Bolivia no podría afectar a la estabilidad de las fronteras por ningún motivo, sino solamente a esos actos de mala fe de algunos países que hacen promesas y no las cumplen.
El día que Chile comprenda que el único camino para “avanzar juntos”, como lo platean sus políticos, es asumir responsabilidades, flexibilizar posturas, abandonar nacionalismos, reconocer a la Corte Internacional de Justicia, cumplir verdaderamente los tratados y sobre todo, negociar de buena fe el legítimo reclamo boliviano de recuperar un acceso soberano al mar, ese día, sólo ese día, no discreparemos.