Por: Andrés Guzmán Escobari
Tuve el privilegio de estar en el lugar de los hechos, en la Corte Internacional de Justicia, donde puede apreciar directamente cómo se desarrollaron los acontecimientos.
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Los bolivianos que estuvimos presente aquel histórico día. |
Hace un año, el 24 de septiembre de 2015, la Corte Internacional de Justicia de La Haya dio a conocer su decisión sobre la excepción preliminar de incompetencia que había presentado Chile, en el marco del proceso "Obligación de negociar un Acceso al Océano Pacífico”, que había sido instituido por Bolivia en 2013. Ese día, el presidente de la Corte, Ronny Abraham, leyó el fallo mediante el cual el órgano judicial más importante de las Naciones Unidas rechazó la objeción preliminar chilena y se declaró competente para conocer el caso por 14 votos a favor de 16 posibles.
El fallo fue celebrado apoteósicamente en Bolivia, puesto que, además de darle una importante victoria inicial a nuestro país, marcó un hito trascendental en la historia del problema marítimo boliviano que, como bien sabemos, ha estado plagada de frustraciones y desencantos. En mi caso particular, tuve el privilegio de estar en el lugar de los hechos, en la Corte Internacional de Justicia (CIJ), donde puede apreciar directamente cómo se desarrollaron los acontecimientos.
En efecto, en esos momentos me encontraba estudiando en Ámsterdam, a 45 minutos en tren de La Haya, y como siempre me había interesado en el tema marítimo, tomé las previsiones del caso para estar presente. Una semana antes le escribí a mi viejo amigo y compañero de curso de la Academia Diplomática, Luis Rojas Martínez, que trabaja en la Embajada de Bolivia en Holanda, para preguntarle si podía hacer una reservación, me respondió que no, que no podía hacer tal cosa para personas particulares y que el ingreso para el público era por orden de llegada, por lo que me recomendó ir temprano.
Así, considerando que la lectura del fallo se había fijado para las 15:30, y que la Corte abre sus puertas a las 8:30, decidí madrugar. Arribé al lugar a las 8:20, no había nadie, estaba nublado y llovía tímidamente. A los pocos minutos un hombre de uniforme azul encendió las luces y abrió la puerta, le dije que había ido a escuchar el fallo y que era boliviano, su rostro esbozó una sonrisa socarrona y me dijo que faltaba mucho. Aun así, decidí permanecer en el lugar para asegurarme de ser el primero en la fila. En eso, unos indígenas de ponchos coloridos llegaron al lugar con pancartas que decían "Chilenos delincuentes, incumplen tratados internacionales”. Eran unos mapuches que querían protestar en contra del gobierno de La Moneda, haciendo causa común con Bolivia. Se apostaron en la plaza del Palacio de la Paz donde yo debía reunirme, a las 10:30, con el experimentado diplomático boliviano Carlos Antonio Carrasco, quien sí tenía la entrada asegurada porque contaba con una credencial de periodista.
El embajador Carrasco llegó puntualmente y me sugirió ir a un café cercano a conversar. Acepté la sugerencia, no sin antes pedirle al hombre de azul que me reserve el puesto. Al cabo de una hora volví presuroso y me encontré a los cinco primeros asistentes, eran dos colombianos, estudiantes de derecho internacional, un señor de las Islas Marshall, cuyo Gobierno también tiene un proceso ante la CIJ sobre la obligación de negociar, y tres bolivianos: dos cochabambinas que me invitaron cuñapés, y un boliviano-holandés, que llevaba la tricolor en la espalda. Después llegó una tarijeña más, con lo que se completó el grupo de bolivianos que estuvimos en el Palacio de La Paz aquel histórico día. En el entretanto arribaron cerca de 10 chilenos que saludaron respetuosamente, pero que no se abstuvieron de lanzar algunos vivas para su país, el clásico "Chi, chi, chi, le, le, le".
Cerca del mediodía, los periodistas de ambos países habían tomado la plaza. Algunos de ellos me entrevistaron. Recuerdo en especial a un chileno de un medio radial que me hizo preguntas tales como: ¿a qué hora llegaron los amigos bolivianos? Y ¿cuánto viajaron para llegar hasta acá?, como si yo fuera un hincha de la barra brava de Bolivia y no alguien que también pudo haberle dado una opinión sobre los pormenores del juicio. Mientras tanto, el embajador Carrasco, que era el más requerido por los medios, se encargaba de sembrar intrigas en la prensa chilena, tal como él mismo lo reconoció más tarde.
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Con el Embajador Carlos Antonio Carrasco. |
De repente había llegado la hora, los guardias de seguridad nos abrieron las puertas del majestuoso Palacio de La Paz y mientras atravesábamos los detectores de metal y los elegantes pasillos de ese mítico recinto, me invadió una sensación de nervios y emoción que no había sentido antes.
La sesión se inició con gran solemnidad. Abraham saludó a las partes y comenzó a leer el fallo en francés. En los antecedentes destacó que Bolivia nació con una costa de varios cientos de kilómetros y que Chile había declarado la guerra a Bolivia y Perú en 1879, lo cual ya era un triunfo para nuestro país puesto que desmitificaba dos hechos concretos que la narrativa oficial chilena ha intentado poner entredicho. Luego descartó la argumentación chilena de que el objeto de la demanda boliviana era la soberanía territorial y concluyó más bien, que el objeto es si Chile tiene la obligación de negociar de buena fe el acceso soberano de Bolivia al mar y, en caso afirmativo, si Chile ha incumplido esa obligación. Seguidamente resumió los argumentos de las partes y desarrolló la posición de la CIJ, dándole la razón a Bolivia en todos los puntos. Fue particularmente emocionante escuchar que el asunto planteado por nuestro país no está regido por un tratado vigente en 1948, cuando se firmó el Pacto de Bogotá, ni fue resuelto por el arreglo de las partes, en 1904, tal como había alegado Chile.
En ese momento, no le di mayor importancia a la aclaración de que la Corte no puede predeterminar el resultado de una eventual negociación -punto que luego sería usado por las autoridades chilenas para decir que la CIJ había "mutado” nuestra demanda-, porque eso era obvio, la Corte no puede determinar cuál será solución, las partes deben acordarla, de eso se trata una negociación. Además, por un lado la Corte ya había aclarado lo mismo en el caso Gabcíkovo-Nagymaros, Hungría c. Eslovaquia de 1997, y por el otro, la demanda boliviana había planteado una negociación como medio para alcanzar el resultado deseado: un acceso soberano al mar, precisamente porque la Corte no puede imponer ese resultado.
Finalmente, Abraham leyó la parte conclusiva ya mencionada en inglés y dio por concluida la sesión. Los chilenos se retiraron molestos y mi amigo Luis abrazó fuertemente a nuestro agente, Eduardo Rodríguez Veltzé, dándole una palmada en la espalda que retumbó estruendosamente en todo el salón. ¡Bolivia había ganado la fase preliminar!