Por: Andrés Guzmán Escobari
Publicado en Guayoyo en Letras (Venezuela)
Publicado en Guayoyo en Letras (Venezuela)
Los acuerdos rechazados únicamente por Bolivia
en la última Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 16),
celebrada a finales de 2010 en Cancún–México, con la asistencia de 194 países;
son un importante avance en el objetivo de lograr compromisos comunes que
sirvan para detener o, al menos reducir, el calentamiento global que desde hace
muchos años se ha querido lograr sin éxito. Sin embargo, considerando que dichos
acuerdos dejaron para las próximas reuniones sobre este tema, la definición de
los mecanismos y el origen de los recursos necesarios para alcanzar las metas
establecidas en esa misma oportunidad, y teniendo en cuenta, que también se
postergaron las negociaciones para asegurar la implementación de un segundo
periodo del Protocolo de Kioto, que es el único acuerdo que obliga a los países
desarrollados (excepto a Estados Unidos que no lo ratificó) a reducir sus
emisiones de gases contaminantes; lo avanzado no parece ser suficiente para garantizar
la vida de las futuras generaciones en este planeta, y eso es precisamente lo
que señala la oposición de Bolivia.
Vítores de alegría, alborozo generalizado y
abrazos de felicitación surgieron tras la aprobación por mayoría del texto
final de la COP 16. 193 Estados habían logrado por primera vez ponerse de
acuerdo en tomar medidas conjuntas para contrarrestar el cambio climático,
incluso los países más renuentes a los compromisos en esta materia, como Estados
Unidos y China, habían dado su beneplácito. Bolivia era el aguafiestas mundial pues
ni los países del ALBA quisieron apoyarla. Unas horas más tarde, algunas publicaciones
alrededor del mundo se referían a una supuesta derrota boliviana en la COP 16 y
a un arrollamiento total de su postura, aseguraban que los representantes de
Bolivia se mostraron intransigentes porque no comprendían las consecuencias de
su rechazo y no valoraban el esfuerzo realizado por todas las demás delegaciones.
Sin embargo, ¿cómo se puede afirmar que los bolivianos
no están conscientes de lo que hicieron, cuando en Bolivia, así como en muchos
otros lugares, millones de personas sufren las terribles consecuencias de las sequias,
inundaciones y otros efectos que produce la contaminación que durante muchos
años han emitido las grandes potencias y las economías emergentes? Y ¿Cómo
pueden decir que Bolivia no valora el esfuerzo realizado por otros países,
cuando su gobierno, con el propósito de llevar propuestas concretas a la COP 16,
organizó la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los
Derechos de la Madre Tierra, celebrada con mucho éxito en abril de 2010 en Cochabamba,
con la participación de más de 30 mil representantes de 140 países, y cuyas
conclusiones no fueron siquiera consideradas por la presidencia de la
Conferencia de Cancún?
Si bien hay que reconocer que la delegación
anfitriona de la COP 16, recogió en un solo documento muchas de las principales
demandas de los participantes y asimismo lo hizo aceptable para otros tantos,
que por intereses económicos no estaban dispuestos a firmar ningún acuerdo; es también
notorio que no logró una convergencia de posturas que garantice el consenso, porque
le faltó dar cabida a las preocupaciones de uno de los países más activos en lo
que se refiere al cuidado de la
naturaleza.
Pero no sólo se ignoraron las interesantes
propuestas planteadas en la Conferencia de Cochabamba y presentadas a las
Naciones Unidas con antelación al evento de referencia por el Presidente Evo
Morales, referidas a la constitución de un Tribunal de Justicia Climática, la
aprobación de una Declaración Universal sobre los Derechos de la Madre Tierra y
la realización de un referéndum mundial sobre el Cambio Climático, entre otras;
sino que no se especificó cómo se alcanzarán las metas establecidas en los acuerdos
de la COP 16, ni la fuente de su financiamiento. Sólo se acordó que éstos serán
definidos en las futuras Conferencias. Dichas metas se pueden resumir en:
- Creación de un fondo verde que servirá para la adaptación de los países en desarrollo a los mecanismos de mitigación de los de gases efecto invernadero. Dicho fondo, que será administrado por el Banco Mundial, contará inicialmente con 30 mil millones de dólares anuales y para el 2020, deberá alcanzar los 100 mil millones de dólares;
- Reducción de las emisiones de gases contaminantes entre 25 a 40% hasta 2030, tomando como base los registros de 1990;
- Ejecución de un programa de Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación (REDD) para los bosques; y
- Establecimiento de un límite para el aumento de la temperatura del planeta en 2 grados centígrados, con la posibilidad de reducirlo a 1.5, en la próxima reunión.
Además, la negociación para definir un segundo
periodo del Protocolo de Kioto, que se ha venido postergando desde el 2007, fue
nuevamente diferida para ser incluida en la Conferencia que se realizará el
2011 en Durban–Sudáfrica. Lo cual resulta sumamente preocupante porque sólo
restan dos escasos años para que expiren los compromisos sobre reducción de
gases contaminantes, que fueron definidos en ese acuerdo.
Por todo esto, la representación de Bolivia decidió
rechazar los acuerdos que todo el mundo quiso aprobar, y si bien parece no haber
logrado nada, y quizás tampoco lo haga al presentar su anunciada demanda ante
la Corte Internacional de Justicia de la Haya, por el incumplimiento de los
procedimientos establecidos para aprobar este tipo de acuerdos, que exigen
consenso y no mayoría; el rechazo boliviano es la evidencia de la duda que deja
la COP 16, porque tal como lo han reconocido muchos expertos en la materia, lo
convenido no es suficiente para detener el calentamiento global y mantener la
temperatura del planeta en un nivel que garantice su equilibrio natural. En ese
sentido, sólo queda esperar que en las próximas Conferencias sobre el Cambio
Climático se logre un avance verdaderamente importante y el mundo no tenga que
dar la razón a Bolivia.
Nota: los comentarios
vertidos son opinión del autor y no reflejan la postura del Gobierno de Bolivia