Por Andrés Guzmán Escobari
Publicado en Página Siete
Existe un
amplio consenso respecto a que la crisis del multilateralismo ha impedido
desarrollar una gobernanza global idónea y oportuna. La incapacidad y falta
de mecanismos apropiados de organismos de alcance global como las Naciones
Unidas para mantener la paz y la seguridad, enfrentar el cambio climático,
controlar la migración, reducir la pobreza y evitar las pandemias, entre otros importantes
desafíos globales; son una clara muestra de que dicha crisis aún persiste y que
la reconfiguración geopolítica que está provocando la guerra en Ucrania, lejos
de ayudar a superarla, la profundizará.
De hecho, todo parece indicar que la crisis del
multilateralismo se ahondará en los organismos globales, pero otra cosa muy distinta
ocurrirá en los organismos regionales o sectoriales que muy por el contrario se
fortalecerán. Por un lado, se afianzarán los lazos políticos, comerciales y
financieros entre América del Norte, Europa y Oceanía (incluidos Japón y Corea
del Sur) y, por el otro, también se estrecharán vínculos entre Rusia, China y
las potencias emergentes del sur global. Sin embargo, al mismo tiempo se acentuarán
las diferencias y rivalidades entre estos dos grandes bloques de potencias
mundiales: las democracias liberales de Occidente y los regímenes emergentes de
Oriente.
En ese sentido, el multilateralismo se desarrollará
principalmente en organismos como el G7, la OTAN, la Unión Europea (UE), el
AUKUS, el Quad, por un lado, y el BRICS+, la Organización de Cooperación de
Shanghái, la alianza de repúblicas exsoviéticas OTSC, los Estados ribereños del
mar Caspio y el G5 por el otro. Efectivamente, las cumbres que han realizado varios
de estos organismos en el último tiempo, con la presencia de sus máximos líderes,
confirman esta tendencia al multilateralismo regional, en que los
posicionamientos políticos no sólo se han adoptado entre grupos de países, sino
también en oposición a los miembros del otro bloque. Lo que nos hace prever el
surgimiento de un multilateralismo no sólo regional sino también antagónico,
que contribuirá al desacople del mundo en al menos dos polos rivales y
parcialmente desconectados.
En el polo occidental, la invasión rusa de Ucrania provocó una
respuesta multilateral rápida y contundente: la UE aplicó duras sanciones
económicas contra Rusia, destinó ayuda económica y militar a Ucrania (aunque
insuficiente según el gobierno de Kiev) y aceptó a este último país como
candidato a ingresar en la Unión. De igual forma, el G7, reunido recientemente
en Alemania, además de aprobar otro paquete de sanciones contra Rusia y de
comprometer más armas para Ucrania, volvió a anunciar el lanzamiento de un ambicioso
plan de integración física e infraestructura para contrarrestar la Iniciativa
china de la Franja y la Ruta, con cerca de 600 mil millones de dólares. En la
misma línea, la OTAN, reunida hace poco en Madrid, incrementó sus tropas y sistemas
de seguridad en los países cercanos a Rusia, e invitó a Suecia y Finlandia, Estados
tradicionalmente neutrales, a ser parte de la alianza militar. Esto último, con
la clara intención de escarmentar a Putin quien dijo que uno de los objetivos
de su “operación militar especial” era justamente evitar que la OTAN se expanda
hacia sus fronteras.
Por el lado oriental, la XIV Cumbre de los BRICS, organizada
por China de manera virtual, si bien no hizo más que anunciar intenciones por
reforzar el multilateralismo global y el comercio internacional, como una manifestación
de intenciones por volver al auge de la globalización, también sirvió a Putin
para mostrarse respaldado por las potencias emergentes y capaz de torear las
sanciones occidentales. De igual manera, la VI Cumbre de los países del mar
Caspio celebrada en Asjabad, aunque no fue un escenario de grandes anuncios debido
a la reticencia de Irán por firmar la Convención que pretende repartir las
aguas del lago más extenso del mundo, también sirvió a Putin para demostrar que
no está solo y que sus contertulios, según dijo el Canciller ruso, Sergei
Lavrov, estarían dispuestos a formar una alianza militar alrededor del mar
Caspio.
En todo este complejo escenario de crisis, guerra y desacople,
América Latina – salvo Brasil, México y Argentina – no está siendo considerada
en ninguno de los dos bloques ni tampoco en las decisiones de la gobernanza
global debido a su lamentable desintegración político-ideológica y a su cada
vez más evidente insignificancia estratégica en términos económicos,
poblacionales y militares.
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