Por: Fernando Salazar Paredes
- Lo daimónico -dice Goethe- es aquello que no puede ser explicado por la inteligencia ni por la razón. Es cualquier función natural que tiene el poder de dominar a la totalidad del individuo.
Lo daimónico puede convertirse en el aliciente para la creación o en un terremoto destructivo y, a menudo, en ambas cosas al mismo tiempo. Pero cuando este poder marcha mal y una fracción termina arrancando el control de toda la personalidad se padece de una “posesión daimónica”, término tradicional con el que se ha denominado históricamente a la psicosis.
El director de Diremar, Fausto Lanchipa, ha causado un terremoto destructivo con una declaración oficial, en forma de artículo, titulada “Chile lanza nuevo plan bélico que amenaza la paz de la región”. El contenido de la nota, per se, no es nada nuevo para los entendidos en la materia. Ya el joven y acucioso diplomático Andrés Guzmán Escobari, en fecha 8 de agosto, se refirió al tema. Palabras menos, palabras más, el alcance de ambas notas es relativamente similar y, desde luego, contiene enunciados con los que no estamos en desacuerdo. No es lo mismo, sin embargo, que lo diga un analista a título personal, que lo exponga y disemine una autoridad gubernamental. La connotación es totalmente diferente.
La declaración oficial de Diremar coloca al Gobierno en una posición sumamente incómoda, pues sobrepasa torpemente las atribuciones que este organismo tiene y que pueden resumirse en: planificar, desarrollar y evaluar la implementación de estrategias para la reivindicación marítima; elaborar y presentar la demanda internacional y representar al Estado ante los tribunales internacionales en los cuales se la presente, tramitarla y asumir la defensa técnico legal hasta su conclusión.
Usurpando funciones tanto de la Cancillería como del Ministerio de Defensa y del Consejo Supremo de Defensa del Estado Plurinacional (COSDEP), incursiona rudamente en atribuciones que no le competen. Sobre el tema se ha escrito y opinado mucho ya y seguramente tendrá que haber explicaciones del porqué el doctor Lanchipa se atreve a colocarse por encima de los ministros de Relaciones Exteriores y de Defensa y, más aún, irrumpe en el campo definido del COSDEP. Lo que ahora corresponde es analizar las consecuencias internas y externas de la destemplanza.
En lo externo, dadas las atribuciones de Diremar, se refleja una total ausencia de estrategia de reivindicación marítima que no sólo deja muy malparado al señor Presidente del Estado, que crea esa institución con funciones bien definidas, sino que nutre y fortalece a los sectores más retrogradas chilenos que, tradicionalmente, se oponen a que Bolivia tenga una salida al mar.
En lo interno confirma la falta de direccionalidad del aparato estatal en este tema, amén de que se trata de una falta de respeto para con la autoridad que ejerce el canciller del Estado, bajo cuya tuición debe estar el director de Diremar.
Falta de rumbo, imposibilidad de cumplir los propósitos preestablecidos, ansia de protagonismo o, acaso, afán daimónico de provocar al señor canciller del Estado, lo cierto es que se ha expuesto una falta de sindéresis en un tema tan delicado que confirma la equivocación de haber creado un organismo paralelo que debilita la función constitucional del Ministerio de Relaciones Exteriores y lo muestra como un apéndice sin personalidad ni utilidad en la presente coyuntura.
Es que las instituciones se crean atendiendo necesidades de los intereses permanentes del Estado, no para satisfacer una pretensión circunstancial. Es hora de que el tema marítimo retorne a su seno natural que es el Ministerio de Relaciones Exteriores y que se ponga fin a esa infecunda parodia denominada Diremar, que no ha podido cumplir sus labores específicas, ni siquiera con asesores internacionales.
Comencé citando a Goethe, el autor del monumental Fausto; termino de igual forma: “¡Cuánto tarda en disiparse la esperanza en la cabeza de quien se aferra a bagatelas y, escarbando curiosamente en busca de tesoros, se siente feliz si encuentra lombrices!”