Por: Andrés Guzmán Escobari
Según Guzmán, el restablecimiento de relaciones diplomáticas conviene más a Chile que a Bolivia.
Las palabras del papa Francisco respecto al tema marítimo boliviano obligaron a Chile a cambiar de actitud frente a nuestro país y su canciller, Heraldo Muñoz, ofreció relaciones diplomáticas inmediatamente y "sin condiciones”. Ese ofrecimiento sin embargo, lejos de representar un paso hacia la solución del problema que provocó la interrupción de los vínculos diplomáticos entre ambos países y al cual se refería el Papa innegablemente, fue tan sólo una medida distractora del Gobierno chileno, avalada por su Congreso, que no se manifestó con la voluntad política de la que tanto habló el ministro Muñoz en los medios de comunicación. Veamos por qué.
Primero, el referido ofrecimiento nunca se oficializó, fue comunicado a las autoridades bolivianas por el mismo Muñoz a través de una emisora radial chilena y mediante el Twitter. No hubo una nota diplomática ni un comunicado oficial que nos permitiese presumir que se trataba de un ofrecimiento serio y formal, y eso, a pesar de que el canciller David Choquehuanca y el presidente Evo Morales solicitaron su formalización.
Segundo, si bien en un principio Muñoz dijo que la reapertura de embajadas en uno y otro país debe aplicarse "sin condiciones”, muy pronto aclaró que el diálogo no incluiría modificación territorial alguna. Lo cual impuso una condición que en los hechos no permite tratar el problema que más le interesa resolver a Bolivia: el enclaustramiento geográfico. Además, esa condición de no modificar límites demuestra que restablecer vínculos diplomáticos es mucho más conveniente para Chile que para Bolivia, pues estratégicamente, nuestro país pierde de entrada un elemento de negociación que es el mismo restablecimiento de relaciones diplomáticas (que a Chile le interesa para consumar sus planes de liderazgo regional) y porque políticamente, la reapertura de embajadas sería recibida en Bolivia como un retroceso o una claudicación dado que, con la única excepción de lo ocurrido al iniciar las negociaciones de Charaña en 1975 (que fue un fracaso), nuestra diplomacia siempre ha supeditado dicho restablecimiento a la previa resolución del tema marítimo.
Segundo, si bien en un principio Muñoz dijo que la reapertura de embajadas en uno y otro país debe aplicarse "sin condiciones”, muy pronto aclaró que el diálogo no incluiría modificación territorial alguna. Lo cual impuso una condición que en los hechos no permite tratar el problema que más le interesa resolver a Bolivia: el enclaustramiento geográfico. Además, esa condición de no modificar límites demuestra que restablecer vínculos diplomáticos es mucho más conveniente para Chile que para Bolivia, pues estratégicamente, nuestro país pierde de entrada un elemento de negociación que es el mismo restablecimiento de relaciones diplomáticas (que a Chile le interesa para consumar sus planes de liderazgo regional) y porque políticamente, la reapertura de embajadas sería recibida en Bolivia como un retroceso o una claudicación dado que, con la única excepción de lo ocurrido al iniciar las negociaciones de Charaña en 1975 (que fue un fracaso), nuestra diplomacia siempre ha supeditado dicho restablecimiento a la previa resolución del tema marítimo.
Aun así, si Chile hubiese actuado de buena fe y con una verdadera voluntad política, es decir si hubiera ofrecido relaciones diplomáticas formalmente y realmente sin condiciones (como lo hizo Pinochet en 1975), Bolivia habría tenido que retirar su demanda de la Corte Internacional de Justicia, pues se habría logrado precisamente lo que solicita dicha demanda: una negociación de buena fe para alcanzar un acuerdo que le devuelva a nuestro país una salida soberana al océano Pacífico. En ese caso, como es natural, la continuidad de las relaciones diplomáticas habría quedado subordinada al éxito de esa negociación.
Tercero, después de que Evo Morales aceptó reanudar las relaciones a nivel de embajadores para que en cinco años se resuelva el tema marítimo, con una salida soberana al mar para Bolivia y con la garantía del papa Francisco, el canciller Muñoz rechazó ese planteamiento porque contrariaba la condición impuesta por él mismo, de reanudar vínculos diplomáticos "sin condiciones”. Lo cual confirmó su vago o nulo interés porque ambos países logren un acercamiento en los términos sugeridos por el Papa.
Cuarto y muy ligado al anterior, es la tendenciosa interpretación que hizo el canciller Muñoz del planteamiento de Morales, pues aseguró que no se puede nombrar a "un mediador” (Morales dijo garante) en referencia al papa Francisco, porque lo impide la subsistencia de un juicio ante la CIJ de La Haya y porque, según el actual Gobierno de Chile, no existen temas pendientes entre ambos países. En los días posteriores, si bien Morales aclaró que había propuesto al Papa como garante y no como mediador, Muñoz continuó refiriéndose al tema de la supuesta "mediación papal”.
Quinto, una vez que Evo Morales puso bajo sospecha al cónsul general de Chile en La Paz, Milenko Skoknic, por las reuniones que éste sostuvo con opositores bolivianos, el canciller chileno aprovechó para desentenderse del ofrecimiento realizado. En efecto, Muñoz aseguró que lo dicho por Morales respecto a Skoknic era una respuesta a sus ofertas y sentenció: "Nos vemos en La Haya”. Esto último en referencia a la Corte que según él mismo no tiene competencia para conocer la demanda marítima boliviana. No obstante, al día siguiente, Muñoz dijo: "No se puede cerrar ninguna puerta” (TVN, 6/08/2015). Lo cual, a su vez, contradecía lo que había manifestado en abril de 2014, respecto a que la puerta de la salida al mar para Bolivia "está cerrada para siempre” (CNN Chile, 24/4/2014).
Por estos cinco motivos, y más allá de las acciones acertadas o desacertadas que en el proceso cometieron las autoridades bolivianas (el caso Skoknic seguía bajo investigación cuando se terminó de escribir este artículo), queda claro que el ofrecimiento informal y condicionado de Chile no fue un ofrecimiento genuino y de buena fe. El gobierno de La Moneda fue forzado a mostrar voluntad política y sacó esa carta que guarda bajo la manga para estos casos: el ofrecimiento de relaciones diplomáticas. Pero tan pronto tuvo la oportunidad de rehuir de ese ofrecimiento lo hizo, se desentendió como tantas veces lo había hecho antes de sus compromisos y promesas sobre el tema del mar, y esta vez, dejando en evidencia que no está dispuesto a seguir los consejos del papa Francisco en cuanto a iniciar un diálogo "franco y abierto” respecto al tema del mar.