martes, 18 de junio de 2013

Las aguas bolivianas que Chile utiliza gratuitamente

Por: Andrés Guzmán Escobari

Imagen satelital de la costa del Pacífico sur
Las grandes extensiones territoriales de Bolivia y Perú que a consecuencia de la guerra del Pacífico pasaron al dominio de Chile, es decir, las regiones chilenas de Antofagasta, Tarapacá y Arica–Parinacota y de ahí hasta el departamento peruano de Tacna inclusive; son territorios extremadamente áridos y secos que siempre han requerido de las aguas del altiplano para su abastecimiento hídrico. Se sabe que desde tiempos muy remotos los habitantes de esos lares utilizaron las aguas altiplánicas para regar zonas costeras. El río Mauri, por ejemplo, fue desviado gradualmente hacia territorio tacneño hasta causar su trasvase completo, inicialmente por los aymaras del lugar en el siglo XV, luego por los españoles en 1739 y finalmente por Chile en 1919 y por el Perú en 1950 (Escobari: Historia Diplomática de Bolivia. 2000: 310).     
La desesperante sed del norte de Chile ha conducido al gobierno de ese país a desviar, en coordinación con algunas empresas públicas y privadas, aguas que no le pertenecen y que, en algunos casos, incluso están más allá de sus fronteras.
Efectivamente, el desvío de las aguas del Silala es un caso muy delicado porque se trata de un reservorio hídrico de varios acuíferos subterráneos que afloran a superficie en territorio boliviano en forma de manantiales estáticos y cuyas aguas han sido canalizadas hacia territorio chileno artificialmente. Si bien tal vez es cierto que una pequeña parte de su caudal corría naturalmente hacia el territorio que hoy es chileno (Antofagasta) y que su existencia incluso está reconocida en el mismísimo Tratado de 1904; es un hecho inobjetable – basta con ver las fotos del lugar – que la mayor parte de esas aguas ingresan a Chile a través de canales artificiales, construidos a partir de 1884 en territorio boliviano y sin el consentimiento de Bolivia. 
De acuerdo con los estudios realizados por el ingeniero hidráulico boliviano Antonio Bazoberry, la empresa que tuvo la concesión para usar esas aguas entre 1908 y 1997, inicialmente denominada The Antofagasta and Bolivia Railway, y también la Corporación Nacional del Cobre de Chile (CODELCO), reciben desde hace muchísimos años más de 330 litros por segundo de las aguas del Silala y no pagan ni un centavo (Bazoberry: El mito del Silala. 2005: 113).  Asimismo, en un reportaje publicado por Página Siete (17/04/2011), el periodista boliviano Boris Miranda revela que esas aguas son vendidas actualmente por una empresa del grupo Luksic (Aguas Antofagasta) a la población del lugar y a CODELCO, por un valor que supera los 50 millones de dólares al año, a pesar de que los costos de captación del líquido elemento son nulos para esa empresa (clic aquí para más información sobre el Silala).
Pero aún más grave es la situación del río Lauca que, a diferencia del Silala, es una corriente de agua internacional de curso sucesivo, es decir, un recurso hídrico compartido que al igual que el Silala, está siendo utilizado casi totalmente por Chile (cerca del 90%). El agravante en este caso se produce porque su controvertido desvío, ocurrido el 14 de abril de 1962, ha provocado un desbalance ecológico en la zona de Coipasa – Bolivia, que ha convertido a esa región en un páramo casi inhabitable. En efecto, en lugar de que esas aguas discurran naturalmente a la laguna boliviana de Coipasa, como sucedía hasta 1962; actualmente, cerca de 2.460 litros por segundo de su caudal riegan el valle de Azapa, ubicado en territorio chileno, según datos de la Dirección General de Aguas de Chile (DGA).

Por si fuera poco, el controvertido desvío del Lauca, que fue ejecutado por el gobierno de Chile en medio de furibundas protestas de Bolivia, marcó un hito muy negativo para el mantenimiento de las buenas relaciones entre ambas naciones porque además de provocar desde entonces la ruptura de los vínculos diplomáticos entre los gobiernos de La Paz y Santiago (excepto 1975–1978), ha acentuado las desconfianzas del pueblo boliviano hacia el Estado chileno y en Chile, ha propiciado el inicio de una campaña informativa, introducida a la historia que se enseña en las escuelas de ese país, que en nada contribuye al entendimiento de nuestros pueblos, pues pretende generar el convencimiento mentiroso de que Bolivia nunca tuvo mar.
No obstante, aún peor que los dos casos mencionados, el desvío del río Caquena es el problema más grave de todos, porque además de significar un atropello en sí mismo y de generar serios daños ecológicos en la región boliviana de Charaña; representa nada menos que una flagrante violación de Chile al Tratado de 1904. En efecto, según el artículo 2 de dicho tratado, el límite fronterizo entre ambos países debe seguir el curso del río Caquena entre los hitos 92 y 93, es decir que se trata de una corriente de agua de curso contiguo (límite arcifinio) que define la frontera y como tal, debería ser respetada por las partes. Sin embargo, como sus aguas han sido desviadas por Chile a partir de los años 60 del siglo XX, la frontera común también ha sido modificada unilateralmente y eso es, indiscutiblemente, un tema de límites que debe ser revisado, aun cuando las autoridades chilenas repitan con insistencia y en cada una de sus declaraciones, que no existen temas de límites pendientes entre Chile y Bolivia.
La desviación del Caquena es además la más onerosa para Bolivia en términos cuantitativos pues, según datos de la DGA, el total del caudal desviado alcanza a 3.760 litros por segundo que actualmente riegan el valle Lluta en territorio chileno. Lo cual, sumado a las otras cantidades desviadas por el país del Mapocho (Lauca y Silala), llegan a 6.640 litros por segundo de aguas bolivianas que Chile utiliza gratuitamente.
Esa impresionante cantidad de agua boliviana que ingresa o se queda en Chile de manera ilegal porque no cuenta con el consentimiento de Bolivia, debe ser materia de negociaciones entre los gobiernos de ambos países, no sólo porque es lo que corresponde en justicia, sino también porque el mantenimiento de esta situación podría provocar serios conflictos en el futuro debido a que la demanda de agua de los territorios en cuestión – donde se encuentra una de las industrias mineras más importantes del mundo –, aumentará con el paso del tiempo.

Además, teniendo en cuenta que Chile y Bolivia se encuentran definiendo la más difícil y prolongada de sus controversias en el ámbito jurisdiccional; es muy importante que ambos gobiernos preparen en cuanto sea posible el ambiente para afrontar el resultado de ese proceso judicial y para ello, la resolución de los temas pendientes entre ambos países, es sin duda y lógicamente, lo primero que se debería hacer. En ese sentido, es importante promover el diálogo que permita alcanzar acuerdos para garantizar el abastecimiento hídrico del norte chileno y el resarcimiento y contraprestación correspondientes para Bolivia.  

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