domingo, 10 de diciembre de 2023

El “rochazo” y el “putsch nazi”

Publicado en Péndulo 

Según la acusación criminal del FBI, el ex Embajador de los Estados Unidos en Bolivia, Manuel Rocha, actuó como agente infiltrado del régimen cubano, conspiró contra el gobierno de Estados Unidos y usó un pasaporte estadounidense que obtuvo con declaraciones falsas. Todo ello durante cerca de cuarenta años de carrera diplomática que ejerció en varios países latinoamericanos y en la cual , tal como el mismo Rocha reconoció en las reuniones secretas que sostuvo con el agente encubierto del FBI Michael Haley, habría contribuido “inmensamente” a fortalecer la revolución cubana: “lo que hicimos… fue enorme… más que un grand slam”.  

Entre las acciones conspirativas que Rocha realizó para lograr ese “grand slam”, está el impulso que le dio a la candidatura de Evo Morales en las elecciones del 2002, cuando el entonces embajador estadounidense dijo que si los bolivianos “votan a quienes quieren que Bolivia vuelva a exportar cocaína [en referencia a Morales], eso pondrá en serio peligro cualquier ayuda futura de Estados Unidos a Bolivia”. Esas declaraciones, que fueron asumidas por una buena parte del electorado boliviano como una torpe e inaceptable interferencia en los asuntos internos del país, ahora nos permiten entender mejor lo que pasó, porque resulta mucho más lógico creer que se trataba de una intriga cubana para favorecer al entonces candidato del Movimiento al Socialismo (MAS), que seguir creyendo que solo fue un desliz del embajador estadounidense y agente cubano.

El hecho es que “el rochazo”, que es como se conoce a las consecuencias de dichas declaraciones, no sólo contribuyó a incrementar la votación de Morales en esa elección, en la que terminó segundo con más del 20% de los votos cuando las encuestas no le daban más del 10%; sino que además, con el impulso recibido, luego pudo ganar las elecciones del 2005 con facilidad y permanecer en el poder incluso más de lo que permite la Constitución, lo que quizás nunca habría sucedido sin el pequeño pero gran empujón de Rocha, nunca lo sabremos.

Pero lo que sí sabemos es que Bolivia está expuesta a las intrigas e injerencias de los gobiernos extranjeros que por algún motivo estratégico o contextual deciden intervenir en nuestra política, como ocurrió en 2002 y también en otras ocasiones.

El caso más llamativo es el “putsch nazi” de 1941, que fue ejecutado por el servicio de inteligencia secreto del Reino Unido M16 con el objetivo de convencer a los Estados Unidos de ingresar a la guerra que se estaba librando en Europa. La idea era alarmar a los funcionarios de la Casa Blanca respecto a una posible penetración nazi en su patio trasero, que empujara a la potencia norteamericana a entrar en el conflicto europeo.

Con ese motivo, el gobierno conservador de Enrique Peñaranda apresó y confinó a ciertos miembros del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), lo que lejos de acallarlos o amedrentarlos, aumentó su popularidad y sobre todo la de su líder, Víctor Paz Estenssoro, quien como sabemos después gobernó Bolivia por varios años.

Ciertamente, a mediados de 1941, varios medios nacionales e internacionales informaron que el gobierno boliviano había debelado un golpe de Estado nazi, maquinado por la Embajada del Tercer Reich en La Paz, el MNR y algunos elementos clave de las FF.AA. Con esos argumentos, Peñaranda decretó estado de sitio, cerró algunos periódicos de oposición, declaró persona non grata al Embajador de Alemania y como hemos dicho, apresó y confinó a ciertos miembros del MNR y también de las FF.AA., que adquirieron una notoriedad inusitada tras la supuesta desarticulación del “putsch nazi”.

Los espías británicos habían falsificado la firma del Agregado Militar de Bolivia en Alemania, Mayor Elías Belmonte, que se había hecho conocer por su activismo político y su tendencia “militar-socialista”, para hacer creer al gobierno de La Paz y sobre todo al de Washington, que Belmonte estaba conspirando con los nazis y con los emenerristas para derrocar a Peñaranda. Las FF.AA. dieron de baja a Belmonte y el Congreso lo declaró traidor a la patria, en un proceso que desde un principio estuvo plagado de dudas y sospechas respecto a la veracidad de la carta atribuida a Belmonte. Se trataba de una carta dirigida al Embajador alemán en La Paz Ernst Wendler, en la que supuestamente Belmonte anunciaba los últimos detalles para lanzar el golpe.

En esa ocasión, tuvieron que transcurrir más de 35 años para confirmar que dicha carta era falsa. Pues recién en 1979, en una entrevista para la televisión de su país, el agente de inteligencia británico Montgomery Hyde, confesó sin ruborizarse que él había redactado la carta atribuida a Belmonte. A raíz de esas confesiones, Belmonte fue reincorporado a las FF.AA. de Bolivia con el grado de general, el congreso le rehabilitó sus derechos ciudadanos y el gobierno de Guevara Arce lo desagravió.   

Aunque la historia no se repite, no podemos negar que hay similitudes entre lo que fue el “putsch nazi” para el MNR y el “rochazo” para el MAS. 

domingo, 22 de octubre de 2023

El declive del orden internacional liberal

 Publicado en Péndulo

Los ataques terroristas perpetrados por Hamás en contra de militares y civiles israelís el pasado 7 de octubre, es otro hito más, execrable y sangriento, del interregno que atraviesa el mundo desde hace 15 años, cuando estalló la Crisis Financiera Global de 2008. Interregno que se ha caracterizado por un declive del orden internacional liberal imperante que, a partir de entonces, se ha visto afectado por otros eventos de impacto global, tanto o incluso más graves que el de 2008. Los cuales han confirmado esa incierta y preocupante tendencia mundial que nos está llevando hacia un escenario cada vez más conflictivo, inestable y fragmentado. Nos referimos específicamente a las crisis que han ocasionado la anexión de Crimea por parte de Rusia el 2014, el Brexit de 2016, la Guerra Comercial y Tecnológica entre China y Estados Unidos a partir de 2018, la pandemia del Covid-19 de 2020, la Guerra entre Rusia y Ucrania que comenzó el 2022, y ahora, el resurgimiento del interminable conflicto palestino-israelí.

Tal como señala el reconocido internacionalista José Antonio Sanahuja, usando la nomenclatura de Antonio Gramsci, “La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer: en ese interregno se verifican los fenómenos mórbidos más variados”. Esta definición de interregno, ideada por Gramsci para explicar el periodo entreguerras mundiales, ha sido rescatada recientemente por Sanahuja para explicar el contexto actual, marcado por “fenómenos mórbidos” tales como: el descontento generalizado, la violencia política, el ascenso de los extremismos nacionalistas, la erosión y fragmentación de los sistemas de partidos dominantes y el frecuente éxito electoral de los outsiders; el agotamiento del modelo postfordista de desarrollo económico debido a su insostenibilidad medioambiental y a la revolución tecnológica (robotización e IA); y finalmente la irrupción de riesgos geopolíticos generados por múltiples conflictos regionales que han derivado en la disrupción y acortamiento de las cadenas de suministro, así como en la disminución de la inversión extranjera directa y el comercio internacional.  

Las similitudes entre el interregno actual y el que transcurrió entre 1919 y 1939 son innegables: una exacerbación de los nacionalismos que ha facilitado el regreso de los populismos autoritarios por la vía democrática, el resurgimiento del proteccionismo comercial y las políticas de contención y coerción por parte de las democracias liberales que aplican sanciones contra sus adversarias que, en la mayoría de los casos, resultan ineficaces y hasta contraproducentes. Sumado a ello, la preparación generalizada para la guerra y la consecuente carrera armamentista financiada, en muchos casos, con la impresión de dinero sin respaldo. Y por si fuera poco, una fuerte crisis económica que ha trascendido en una estanflación global, por la combinación de inflación y bajo crecimiento económico. 

Por otra parte, la reconfiguración geopolítica que provocan todas estas crisis y fenómenos mórbidos, está definiendo, a su vez, una clara división entre dos bloques de poder: el bloque occidental o tradicional, también denominado anglosfera, liderado por Estados Unidos y compuesto por los otros países del G7 más Australia, y el bloque oriental o revisionista, también llamado sinosfera, liderado por China y compuesto por Rusia, Irán, Bielorrusia y las ex repúblicas soviéticas del Asia Central. Esta nueva bipolaridad, ha generado la sensación de otra Guerra Fría que se manifiesta en el desacople económico, comercial, financiero y tecnológico de estos dos bloques y en el fortalecimiento de las redes del globalismo dentro de esos mismos bloques. Pues mientras que los lazos se han roto casi totalmente entre Estados Unidos y Rusia a partir de la "operación militar especial" de Vladimir Putin en Ucrania, los lazos entre Rusia y China se han incrementado y fortalecido, como también lo han hecho los lazos entre Estados Unidos y Europa. Por lo que, es posible afirmar que hay un proceso de desglobalización y desacople entre la anglosfera y la sinosfera, pero al mismo tiempo, un proceso de mayor integración e interdependencia dentro de cada uno de esos bloques de poder. 

Esta realidad se ha profundizado con las sanciones económicas aplicadas por el bloque occidental contra todos esos países que se han posicionado en contra del orden internacional liberal (incluidos Cuba, Nicaragua, Venezuela y afortunadamente aún no Bolivia), y con la mayor cohesión y fortalecimiento de las alianzas militares, como la OTAN y el AUKUS por parte de la anglosfera, y la Organización de Cooperación de Shanghái y la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva por parte de la sinosfera. 

Pero si bien hasta aquí hemos definido un escenario eminentemente bipolar, en realidad, el análisis del contexto geopolítico mundial quedaría incompleto si no reconocemos la importancia e influencia de algunos otros países que no son parte de la anglósfera ni de la sinosfera, como la India, Turquía, Indonesia, Arabia Saudita y Brasil, por mencionar los más relevantes, y también el papel de los actores no estatales, pero con gran peso económico y político, como las empresas transnacionales. Entonces si aplicamos la lógica gramsciana del interregno en que "lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer", estaríamos hablando de la muerte de un orden unipolar, el orden internacional liberal dirigido por Estados Unidos, y el nacimiento de un orden multipolar y transnacional, que no se puede entender con las teorías realistas y neorrealistas del equilibrio de poder que contribuyeron a definir y comprender lo que ocurrió desde el Congreso de Viena de 1815 hasta nuestros días, sino que es necesario desarrollar nuevos esquemas teóricos que permitan analizar el comportamiento de los actores del sistema internacional, en un mundo mucho más complejo y voluble. 

De acuerdo a Sanahuja, así como las potencias occidentales no parecen capaces de sostener el orden internacional actual, las potencias revisionistas no tienen tampoco la voluntad ni la capacidad de ofrecer una alternativa. Por lo que aún nos encontramos en la incertidumbre respecto a lo que podría ocurrir y aún es muy temprano como para desarrollar un modelo teórico que nos permita entender lo que podría ocurrir.   

En este contexto, si la guerra entre Israel y Hamás se agrava y extiende en el tiempo, como parece que ocurrirá, lo más probable es que termine involucrando directamente a otras potencias, como Estados Unidos, Irán o Arabia Saudita. Lo que sin duda generará fuertes presiones para que se desate un conflicto mayor, y también distracciones frente a lo que está ocurriendo, por ejemplo, en Europa del este y en el Indo Pacífico, donde también podrían agravarse los conflictos y desencadenarse, finalmente, la tan temida Tercera Guerra Mundial. 

domingo, 1 de octubre de 2023

El enclaustramiento de Ucrania y la crisis alimentaria

Publicado en Péndulo 

La guerra ruso-ucraniana ha profundizado la crisis económica global que se inició con la pandemia del covid-19, generando la tan indeseada combinación de inflación y bajo crecimiento económico a nivel mundial, lo que también se conoce como estanflación. A este sombrío panorama se suma la crisis alimentaria que está ocasionando dicha guerra, por el encarecimiento de los granos y los fertilizantes que son cada vez más escasos debido a los bloqueos y bombardeos que afectan a sus respectivas cadenas de suministro.

Considerando que Ucrania es uno de los principales productores de cereales a nivel mundial y tomando en cuenta también la dependencia que tienen varios países de los cereales ucranianos, entre ellos países tan pobres y vulnerables a las hambrunas como Somalia, Yemen y Sudán; en julio de 2022, Rusia, Ucrania y Turquía, bajo los auspicios de las Naciones Unidas, acordaron establecer una ruta humanitaria para la salida de los granos ucranianos a través del Mar Negro. Dicho acuerdo, que es el único que los Estados beligerantes han suscrito desde que se inició la guerra, disponía garantizar la exportación de los granos ucranianos a través del Mar Negro y también, facilitar el acceso de los alimentos y fertilizantes rusos a los mercados internacionales.

No obstante, a mediados de julio de 2023, Rusia acusó a sus contrapartes de incumplimiento y decidió retirarse del referido acuerdo, amenazando con atacar a cualquier embarcación que cruce el Mar Negro, sea o no para el transporte de granos. Esta alarmante medida, que se anunció a las pocas horas del segundo ataque ucraniano al puente de Kerch, que une a la península de Crimea con el territorio ruso; pone en peligro la estabilidad de precios de los alimentos a nivel global y lo que es peor, deja sin suficiente abastecimiento a ciertos países africanos que necesitan esos alimentos desesperadamente. 

Pero el alarmante anuncio no solo se quedó en palabras, sino que se complementó con los repetidos bombardeos rusos a los puertos ucranianos de exportación de granos sobre el Mar Negro, principalmente al puerto de Odesa, lo que ha dejado a Ucrania enclaustrada, sin una salida directa y segura a las corrientes marítimas mundiales.

Según el mismo Vladimir Putin, hay algunas restricciones que establecen las sanciones occidentales, impuestas por los países de la OTAN (sin contar a Turquía) a Rusia, que impiden el cumplimiento de lo convenido en el acuerdo de granos. A lo que los gobiernos occidentales han respondido que Putin pretende utilizar el hambre como un arma de guerra.

Se trata pues no sólo de una guerra por el control del territorio ucraniano y de las cadenas de suministro de los alimentos, sino también de una guerra de narrativas, en la que obviamente, nadie quiere quedar como el villano de la película, muy a pesar de que Putin es evidentemente el principal candidato. A sabiendas de esta situación, Putin ha ofrecido enviar alimentos de manera gratuita a seis países africanos con los que tiene muy buenos tratos: Burkina Faso, Zimbabue, Mali, Somalia, Eritrea y República Centroafricana. No obstante, además de dejar a otros países pobres y vulnerables sin abastecimiento, estas controvertidas medidas están afectando seriamente a países como China, que también dependen de los granos ucranianos.

Ciertamente, después de la Unión Europea, China es el principal comprador de los granos ucranianos y toda esta situación ya ha tenido serios efectos en las adquisiciones de alimentos del gigante asiático, que ha tenido que buscar otros proveedores en países no tan amigos como Australia, Canadá y Francia. Entonces, desde el punto de vista de la China, que es el principal socio de Rusia frente al bloque de la OTAN, las decisiones de Putin le afectan en tres sentidos: el tener que depender de países occidentales para el abastecimiento de granos, el no poder abastecer la demanda alimentaria de su gran población en los mismas condiciones que antes de la guerra y también, el ver afectada su influencia en África, donde se sabe que Xi Jinping es el único líder mundial que podría hacer algo para convencer a Putin de que no siga restringiendo el flujo de alimentos.

Ante esta realidad, que le asigna a China un rol fundamental en el devenir de la crisis alimentaria, Rusia deberá sopesar los costos que tiene enclaustrar a Ucrania, tanto para su imagen internacional como para el mantenimiento de su alianza con la China, que es un socio importantísimo para sus pretensiones imperialistas de preminencia geopolítica y geoeconómica en Europa del este y el resto del Sur Global. 

domingo, 2 de julio de 2023

Motín de mercenarios: el debilitamiento de Putin

Publicado en Péndulo 

Desde que asumió la presidencia de la Federación Rusa, hace más de dos décadas y hasta hace poco, Vladimir Putin proyectó una imagen de líder implacable y astuto, que logró reposicionar a Rusia en el tablero geopolítico mundial tras la debacle qué había ocasionado la implosión de la Unión Soviética. Reposicionamiento que consiguió en dos tiempos: uno primero, dedicado a preparar a su país para la guerra y a introducirse en el club de los más poderosos, cuando Rusia era parte del G8 y se convirtió en el principal proveedor de gas y petróleo de varios países europeos; y uno segundo, dedicado a transgredir el orden internacional liberal, principalmente mediante la ocupación militar de importantes porciones de Georgia y Ucrania, en 2008 y 2014, respectivamente.  

Rusia no es lo que parece

No obstante, con la guerra que él mismo desató en contra de Ucrania a comienzos de 2022, todo eso empezó a cambiar. Lo primero que quedó en evidencia fue que el ejército ruso no había sido el poder devastador e invencible que muchos creíamos que era, sino una fuerza militar de capacidad intermedia, desordenada, mal dirigida y poco profesional. Eso se hizo patente cuando los estrategas rusos tuvieron que declinar sus objetivos iniciales de tomar Kiev y retirarse de más de la mitad del territorio ucraniano que habían logrado ocupar en los primeros días de la guerra. 

Todos esos contrastes, además de las decenas de miles de bajas militares y las cuantiosas pérdidas de tanques, aviones, helicópteros, sin contar los efectos socioeconómicos de las sanciones occidentales y otros costos de la guerra, entre los que destaca el empoderamiento, la expansión y la mayor cohesión de sus principales adversarios, agrupados en la OTAN; son los factores que dan cuenta de la magnitud del error cometido por Putin al invadir Ucrania. 

Por si fuera poco, ahora asistimos a un nuevo capítulo del debilitamiento de Putin: el motín mercenario del grupo Wagner. Ciertamente, el líder de dicho grupo, Yevgueni Prigozhin, que había criticado duramente a los principales artífices de la invasión y la narrativa que la justifica; al ver que podía perder su poder; porque el Ministerio de Defensa había dictaminado que todos los mercenarios debían enlistarse en el ejército ruso para seguir percibiendo remuneración, decidió cobrar venganza, acusó al ejército ruso de haber atacado un campamento de Wagner y el sábado 24 de junio dirigió a miles de sus mercenarios a ocupar Rostov del Don y marchar hacia Moscú. 

Contradicciones

Dicha marcha avanzó casi sin contratiempos hasta llegar a 200 kilómetros de Moscú, en ese transcurso, la incertidumbre y el miedo a una guerra civil se apoderaron de Rusia, y Putin salió ante las cámaras para denunciar traición y asegurar que los renegados serían castigados. No obstante, unas horas más tarde, el portavoz del gobierno anunciaba un acuerdo con los traidores en el que se les perdonaba la rebelión y se les permitía trasladarse a Bielorrusia a cambio de que detengan su marcha, evidenciando la falta de institucionalidad, la debilidad y el escaso valor de la palabra del Presidente, que había asegurado que serían castigados. 

Pero eso no fue todo, al día siguiente, entre los muchos trascendidos que protagonizaron los principales artífices de la invasión, con varias imágenes que mostraban a Putin cerca de los generales que Prigozhin había acusado de cobardes, incompetentes y corruptos, los medios rusos informaron que aún seguían abiertos los procesos contra los mercenarios rebeldes, con lo que Putin volvía a incumplir su palabra, mostrando no sólo vacilación, falta de control y debilidad, sino también que no es un interlocutor confiable para negociar el fin de la guerra.  

viernes, 23 de junio de 2023

La doctrina de la política exterior plurinacional


El pasado 6 de junio, el Canciller Rogelio Mayta Mayta fue interpelado en la Asamblea Legislativa Plurinacional por la posición de Bolivia frente a la guerra de Rusia en Ucrania. En esa ocasión, para responder a las preguntas que le hicieron sobre los principios doctrinarios que habrían sustentado la decisión del gobierno boliviano de no rechazar la invasión rusa en la Asamblea General de la ONU, Mayta hizo referencia a una publicación del profesor estadounidense Graham T. Allison, titulada “The Thucydides Trap: Are the U.S. and China Headed for War?” (2015).

En esa publicación, y en otras más recientes y difundidas del mismo autor, como el libro “Destined for war. Can America and China escape from the Thucydides Trap?” (2017), Allison desarrolla una interesante tesis, concebida para influir en la política exterior de Washington y Beijing, que establece básicamente que cuando una potencia en ascenso -como China- amenaza con desplazar a una potencia dominante –como Estados Unidos-, existe un peligro de colisión que podría llevarlas inexorablemente a la guerra.

Aunque Mayta utilizó esa referencia para respaldar sus afirmaciones, por todos conocidas y por nadie discutidas, de que existe una alta probabilidad de conflagración entre China y Estados Unidos, no quedó claro cuál es la relación de esa innegable realidad con la decisión plurinacional de abstenerse y no rechazar la injustificable agresión militar de Rusia a Ucrania. Es más, si Allison se enterara de que el Canciller de Bolivia intentó justificar la abstención plurinacional en la ONU con su tesis, seguramente se sorprendería y le costaría mucho entender por qué.

Pero lo más llamativo de la referencia de marras no es tanto su aparente desconexión con el posicionamiento de Bolivia frente a la invasión rusa, sino su origen y particularidad, pues se trata de un autor estadounidense que ha trabajado como asesor de su gobierno en temas de seguridad y relaciones internacionales, y recientemente, en un artículo publicado en el Washington Post (14/06/23), ha calificado a Rusia como “el imperio más expansionista de la historia”.

Entonces, si Mayta quería impresionar a sus interpelantes citando autores renombrados, debió haber escogido a alguien que no represente justamente a la visión que él y su gobierno tanto critican y rechazan, la visión del imperio estadounidense. Tal vez pudo haber citado a Immanuel Kant (1765), conocido defensor de “La paz perpetua” y la neutralidad como principio fundamental de la estabilidad internacional, que se habría adecuado mucho más a lo que quería decir. O quizás pudo haber mencionado a los internacionalistas argentinos Roberto Russel y Juan Gabriel Tokatlian (2000), que publicaron un excelente artículo sobre la neutralidad en las relaciones internacionales y otras nociones emparentadas como el neutralismo, la neutralización y el aislamiento, que igualmente se acercaba más a lo que intentó explicar en la Asamblea.

Personalmente creo que habría sido mejor citar a autores nacionales, como a los ilustres diplomáticos bolivianos Felipe Tredinnick Abasto (1983) o Pablo Dermizaky Peredo (1984), quienes, de manera independiente, pero con el mismo propósito de aportar a la construcción de la doctrina internacional de nuestro país, escribieron sobre la “neutralidad perpetua de Bolivia”.

Pero no, Mayta decidió citar el trabajo de un estadounidense que poco o nada tiene que ver con las abstenciones plurinacionales. Abstenciones que lejos de representar una verdadera neutralidad como la que plantearon los autores nacionales mencionados, porque entre otras cosas ambos recomiendan fortalecer y optimizar la carrera diplomática; contrarían uno de los principios más consistentes e importantes de la historia de las relaciones internacionales de Bolivia: el rechazo a todas las invasiones militares y las anexiones territoriales por la fuerza.

Al respecto, aunque Mayta leyó varios pasajes de los discursos que pronunció nuestro representante ante la ONU, entre los que destacan frases como “Las invasiones y la guerra siempre deben ser rechazadas” (02/03/2023) o “expresamos nuestro rechazo categórico a toda agresión como instrumento de solución a los diferendos y conflictos entre estados” (12/10/2022); al final Bolivia se abstuvo en las votaciones de la ONU y también de la OEA, con una posición mucho más ideológica que principista, que de manera indirecta pero evidente, apoya y socapa la agresión militar de Rusia a Ucrania.

domingo, 15 de enero de 2023

Más guerra y menos democracia en 2023

 Publicado en Péndulo Político

Durante el 2023 la democracia retrocederá y la autocracia avanzará en todo el mundo, tal como ha venido sucediendo en los últimos años como consecuencia del populismo, los extremismos ideológicos, la desinformación y la polarización. Elementos que son utilizados por los regímenes híbridos o abiertamente autoritarios para aumentar su poderío en detrimento de los derechos humanos y las libertades individuales.  

Así lo develan los estudios sobre la calidad de la democracia, que se realizan anualmente en base a indicadores como los procesos electorales, el funcionamiento del gobierno, la participación política, la cultura democrática y las libertades civiles. De hecho, según The Economist, más de la mitad de la población mundial vive actualmente bajo algún tipo de régimen autoritario y sólo el 6,4% disfruta de una democracia plena (21 países). En esa misma línea, el instituto V-Dem señala que en 2022, el mundo experimentó los niveles más bajos de democracia en treinta años, con solo 15 países que mejoraron sus indicadores democráticos, 33 que los empeoraron y cerca de 100 que se mantuvieron igual. 

Sobre esta tendencia, el instituto Idea Internacional afirma que el deterioro de la democracia se ha profundizado aún más en los últimos años, debido a la pandemia del covid-19 y a la guerra de Rusia en Ucrania. En efecto, el malestar que han generado los confinamientos forzosos y otras medidas para contrarrestar los efectos del covid-19, así como la incertidumbre que provoca la guerra ruso-ucraniana, por la inflación y la disrupción de las cadenas de suministro; han contribuido a profundizar el deterioro del orden democrático en varios países, incluyendo las democracias más avanzadas.

Las democracias occidentales más emblemáticas, como la de Estados Unidos, han sufrido un anquilosamiento de su sistema de gobernanza, que no ha podido evolucionar hacia un punto que genere mayor confianza; situación que sumada a la recesión económica y a la polarización ideológica, generaron un peligroso descontento social que tiende a estrellarse contra las instituciones democráticas. Mientras que, por el otro lado, las autocracias orientales, como la de China, aunque siguen siendo mal calificadas por los rankings de gobernabilidad, han mostrado una gran capacidad para mantener la estabilidad política y el crecimiento económico dentro de sus fronteras (aunque menos que antes de la pandemia). Lo que, en términos propagandísticos permite posicionar al modelo autocrático como un referente para los países del Sur Global, que no han encontrado en la democracia una solución a sus problemas económicos y de gobernabilidad, pero también para aquellos países cuyos gobernantes pretenden perpetuarse en el poder. 

Pese a esta realidad, la guerra de Rusia en Ucrania no parece estar cerca de su fin y muy por el contrario parece que se agravará aún más con los cientos de miles de reservistas rusos que pronto ingresarán al campo de batalla y con la impresionante dotación de armamento pesado que Ucrania está recibiendo de Occidente. Con esas condiciones no queda mucho margen para el optimismo, solo podemos augurar un 2023 con más guerra y menos democracia.

miércoles, 11 de enero de 2023

¿Acercamiento a Rusia?

Rusia está tratando de recabar el reconocimiento y aceptación de los gobiernos que aún podrían apoyarla, entre los que está Bolivia, que es uno de los países que no han condenado su invasión. 

Los Cancilleres de Rusia y Bolivia se reunieron en Caracas el 19/04/2023.
Foto: Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia
Publicado en Página Siete

Con su agresión militar, anexión territorial y crímenes de guerra, impuestos y acometidos en contra de Ucrania y su población civil; Vladimir Putin ha provocado la mayor indignación y preocupación mundial en lo que va del siglo XXI, tanto por los perniciosos efectos económicos de su “operación militar especial”, como por el riesgo de que ésta detone una conflagración nuclear y/o la Tercera Guerra Mundial.    

Por tanto, no sólo las potencias occidentales han expresado su más enfático repudio, imponiéndole duras sanciones a Rusia; sino también China e India, que a través de sus respectivos jefes de Estado, le han transmitido directamente a Putin su preocupación en la última Cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái. A esos países se suman varios organismos internacionales; personajes destacados, como el Premio Nobel de la Paz ruso, Yan Rachinsk; y líderes religiosos, como Desmond Tutu (+), el Dalai Lama y el Papa Francisco; entre muchos otros que también han manifestado preocupación.    

Preocupación mundial que en lugar de aplacarse, ha crecido por la indefinición del conflicto, que se ha mantenido sin visos de solución por más de 300 días y no sólo ha ocasionado los efectos mencionados y la destrucción de una parte de Ucrania, sino también la constatación de que el ejército ruso no había sido tan eficaz y poderoso como muchos creíamos.

Ante esta situación de ostracismo, desamparo y descrédito, Rusia está tratando de recabar el reconocimiento y aceptación de los gobiernos que aún podrían apoyarla, entre los que está Bolivia, que es uno de los países que no han condenado su invasión. En efecto, como parte de la política rusa de búsqueda de respaldos, Putin ha invitado al presidente Luis Arce a visitar Moscú mediante su canciller, quien notificó a Rogelio Mayta con dicha invitación el 22 de octubre de 2022 y luego también el 19 de abril de 2024. Más recientemente, durante el cambio de mando del Brasil, el 1ro de enero, Arce se reunió con la presidente del Consejo de Rusia (senado), Valentina Matvienko, con la que, sin abordar el tema de la guerra, acordó fortalecer la cooperación en tecnología, energía, comercio y educación.

Ahora bien, para tomar una decisión tan delicada como la de seguir acercándose al agresor de la guerra que más preocupación está provocando en el mundo, habría que realizar un análisis costo-beneficio; una evaluación de lo que están haciendo otros gobiernos, que también están dentro de la órbita rusa; y una prospección de las implicancias geopolíticas de dicho acercamiento. 

Aunque para cumplir con ese objetivo se requiere mucho más espacio y análisis, en este artículo podemos indicar que entre Bolivia y Rusia no existen los vínculos comerciales, financieros, ni de ningún otro tipo – más que algunos proyectos financiados totalmente por Bolivia, como los centros de medicina nuclear –, que justifiquen una mayor aproximación. Además, el acercamiento podría entorpecer las relaciones con otros países y organismos internacionales, con los que sí tenemos fuertes vínculos, no sólo por el hecho de que estaríamos respaldando al agresor de esta terrible guerra, contrariando la doctrina internacional boliviana de rechazar todas las invasiones y anexiones territoriales; sino porque además estaríamos apoyando las ambiciones imperialistas y colonialistas de un autócrata, también a contrapelo del discurso del actual gobierno.

Sobre lo que están haciendo otros gobiernos, cabe considerar que hasta la fecha ninguna de las autoridades invitadas por Putin ha confirmado su viaje a Moscú, y que desde que comenzó la guerra, solo los autócratas de Turquía, Emiratos Árabes Unidos, Cuba y Bielorrusia han estado en el Kremlin, aunque todos ellos con mucha más vinculación a Rusia que Bolivia.

Por otra parte, a tiempo de definir a sus potenciales aliados, la cancillería rusa olvidó mencionar a Bolivia, demostrando que aunque hay un interés de aproximación, éste no es tan marcado como con otros países. Efectivamente, el pasado 2 de enero, la cancillería rusa tuiteó: “China, India, Turquía, Argelia, Venezuela, Cuba, Nicaragua, México, Argentina y Brasil quieren priorizar sus intereses nacionales ignorando cualquier llamado a actuar en defensa de los intereses geopolíticos de EEUU. Un nuevo orden mundial es inevitable”.

Por lo que, además de preguntarnos si realmente conviene posicionarse del lado del agresor y principal perdedor de esta guerra, también deberíamos cuestionarnos si vale la pena hacerlo cuando al parecer, nuestro apoyo ni siquiera será valorado.