Según la acusación criminal del FBI, el ex Embajador de los Estados Unidos en Bolivia, Manuel Rocha, actuó como agente infiltrado del régimen cubano, conspiró contra el gobierno de Estados Unidos y usó un pasaporte estadounidense que obtuvo con declaraciones falsas. Todo ello durante cerca de cuarenta años de carrera diplomática que ejerció en varios países latinoamericanos y en la cual , tal como el mismo Rocha reconoció en las reuniones secretas que sostuvo con el agente encubierto del FBI Michael Haley, habría contribuido “inmensamente” a fortalecer la revolución cubana: “lo que hicimos… fue enorme… más que un grand slam”.
Entre las acciones conspirativas que Rocha realizó
para lograr ese “grand slam”, está el impulso que le dio a la candidatura de
Evo Morales en las elecciones del 2002, cuando el entonces embajador estadounidense
dijo que si los bolivianos “votan a quienes quieren que Bolivia vuelva a
exportar cocaína [en referencia a Morales], eso pondrá en serio peligro
cualquier ayuda futura de Estados Unidos a Bolivia”. Esas declaraciones, que fueron
asumidas por una buena parte del electorado boliviano como una torpe e inaceptable
interferencia en los asuntos internos del país, ahora nos permiten entender
mejor lo que pasó, porque resulta mucho más lógico creer que se trataba de una
intriga cubana para favorecer al entonces candidato del Movimiento al
Socialismo (MAS), que seguir creyendo que solo fue un desliz del embajador
estadounidense y agente cubano.
El hecho es que “el rochazo”, que es como se
conoce a las consecuencias de dichas declaraciones, no sólo contribuyó a
incrementar la votación de Morales en esa elección, en la que terminó segundo
con más del 20% de los votos cuando las encuestas no le daban más del 10%; sino
que además, con el impulso recibido, luego pudo ganar las elecciones del 2005
con facilidad y permanecer en el poder incluso más de lo que permite la
Constitución, lo que quizás nunca habría sucedido sin el pequeño pero gran empujón
de Rocha, nunca lo sabremos.
Pero lo que sí sabemos es que Bolivia está
expuesta a las intrigas e injerencias de los gobiernos extranjeros que por
algún motivo estratégico o contextual deciden intervenir en nuestra política,
como ocurrió en 2002 y también en otras ocasiones.
El caso más llamativo es el “putsch nazi” de
1941, que fue ejecutado por el
servicio de inteligencia secreto del Reino Unido M16 con el objetivo de
convencer a los Estados Unidos de ingresar a la guerra que se estaba librando
en Europa. La idea era alarmar a los funcionarios de la Casa Blanca respecto a
una posible penetración nazi en su patio trasero, que empujara a la potencia
norteamericana a entrar en el conflicto europeo.
Con ese motivo, el gobierno conservador de
Enrique Peñaranda apresó y confinó a ciertos miembros del Movimiento
Nacionalista Revolucionario (MNR), lo que lejos de acallarlos o amedrentarlos,
aumentó su popularidad y sobre todo la de su líder, Víctor Paz Estenssoro,
quien como sabemos después gobernó Bolivia por varios años.
Ciertamente, a mediados de 1941, varios medios
nacionales e internacionales informaron que el gobierno boliviano había debelado
un golpe de Estado nazi, maquinado por la Embajada del Tercer Reich en La Paz,
el MNR y algunos elementos clave de las FF.AA. Con esos argumentos, Peñaranda
decretó estado de sitio, cerró algunos periódicos de oposición, declaró persona
non grata al Embajador de Alemania y como hemos dicho, apresó y confinó a
ciertos miembros del MNR y también de las FF.AA., que adquirieron una notoriedad
inusitada tras la supuesta desarticulación del “putsch nazi”.
Los espías británicos habían falsificado la
firma del Agregado Militar de Bolivia en Alemania, Mayor Elías Belmonte, que se
había hecho conocer por su activismo político y su tendencia
“militar-socialista”, para hacer creer al gobierno de La Paz y sobre todo al de
Washington, que Belmonte estaba conspirando con los nazis y con los
emenerristas para derrocar a Peñaranda. Las FF.AA. dieron de baja a Belmonte y
el Congreso lo declaró traidor a la patria, en un proceso que desde un
principio estuvo plagado de dudas y sospechas respecto a la veracidad de la
carta atribuida a Belmonte. Se trataba de una carta dirigida al Embajador
alemán en La Paz Ernst Wendler, en la que supuestamente Belmonte anunciaba los
últimos detalles para lanzar el golpe.
En esa ocasión, tuvieron que transcurrir más de
35 años para confirmar que dicha carta era falsa. Pues recién en 1979, en una
entrevista para la televisión de su país, el agente de inteligencia británico
Montgomery Hyde, confesó sin ruborizarse que él había redactado la carta atribuida
a Belmonte. A raíz de esas confesiones, Belmonte fue reincorporado a las FF.AA.
de Bolivia con el grado de general, el congreso le rehabilitó sus derechos
ciudadanos y el gobierno de Guevara Arce lo desagravió.