Para definir una política de reintegración marítima realista y viable, es necesario estudiar y comprender todo lo que pasa y ha pasado con los países en desarrollo sin litoral, y no solo considerar lo que ha sido nuestra dramática y frustrante historia respecto al mar.
El 1 de enero de 2024, la mediterránea República de Etiopía y la no totalmente reconocida República de Somalilandia, firmaron un acuerdo para que la última arriende a la primera, por el término de cincuenta años, un territorio de 20 kilómetros de costa sobre el Mar Rojo, incluyendo el puerto de Berbera. En contraprestación, el gobierno etíope deberá reconocer la independencia de Somalilandia, hasta ahora solo reconocida por Taiwán, y concederle además una significativa participación en la aerolínea estatal, Ethiopian Airlines, que es la compañía aérea más importante de África, con más de cien destinos en todo el mundo.
Los
detalles de dicho acuerdo, que se plasmó en un Memorándum de Entendimiento
comercial y militar, no serán divulgados hasta que sea ratificado
aproximadamente en un mes más según anunciaron los signatarios. No obstante, el
gobierno de Somalia ya adelantó que se trata de un acuerdo “nulo y sin efecto”.
Pero más
allá de las tensiones que provoca este acuerdo en el Cuerno de África, también se
trata de un nuevo ejemplo – si es que finalmente se concreta – de un arreglo
negociado que logra romper el enclaustramiento geográfico de un país en
desarrollo sin litoral como Etiopía, que había perdido su cualidad marítima en
1993, tras separarse de Eritrea. Ciertamente, si ese acuerdo finalmente se
ratifica, estaríamos ante un hecho histórico de suma importancia para países en
desarrollo sin litoral como Bolivia, pues se confirmaría que con creatividad y
voluntad política es posible obtener una salida al mar de manera
pacífica y negociada.
En el siglo
pasado, surgieron países como Bosnia Herzegovina o la República Democrática del
Congo que lograron mantener sus estrechas pero soberanas franjas territoriales hacia
el mar (de 20 y 37 kilómetros respectivamente) aun cuando éstas interrumpen la
continuidad territorial de Croacia y Angola respectivamente. Lo que evidencia la
comprensión que estos dos últimos estados demostraron respecto a la importancia
estratégica de tener un acceso propio al mar.
Un ejemplo aún
más preciso de lo que significa recuperar ese acceso, es el de Jordania que
mediante la renegociación de sus límites con Arabia Saudita, logró obtener una
salida soberana al Golfo de Áqaba. En efecto, después de sendas negociaciones
que se desarrollaron entre 1961 y 1965, los dos reinos acordaron un canje
territorial no equivalente, en el que Jordania cedió 7 mil kilómetros cuadrados
de territorio a cambio de un territorio más reducido, de 6 mil kilómetros
cuadrados, pero con 19 kilómetros de costa marítima.
En verde los territorios cedidos por Arabia Saudita, y en rojo los territorios cedidos por Jordanía. |
De esa
manera, Jordania recuperó los territorios que habían sido ocupados durante la existencia
del Imperio Otomano por los sultanatos de Nejd y Hedjaz, que luego se
incorporaron al Reino saudí.
Todos estos
ejemplos, así como los que existen para resolver otro tipo de asuntos
territoriales, no referidos a la salida al mar de los países en desarrollo sin
litoral, deben ser analizados y estudiados por la Cancillería boliviana y
DIREMAR para proyectar, diseñar y adoptar una nueva política de reintegración
marítima, acorde con nuestros intereses nacionales y el contexto histórico que
nos toca vivir. En ese sentido, también es importante considerar todos esos
casos de territorios que se han puesto bajo un régimen de soberanía no plena ni
absoluta en términos tradicionales y westfalianos, sino bajo diversas e
innovadoras formas de entender la soberanía, que les ha dado eficacia y
viabilidad a ciertos puertos y territorios, como Hong Kong, Macao, Trieste y Gibraltar,
entre otros.
Igualmente,
aunque sin considerar cesiones de soberanía, es importante considerar todos los
casos que permiten mejorar el acceso de los países en desarrollo sin litoral a
través de los países de tránsito en el marco del Programa de Acción de Viena
(2014-2024) de Naciones Unidas. Como las amplias prerrogativas aduaneras que la
India ofrece a Nepal en sus puertos marítimos o las envidiables facilidades
carreteras y férreas que Tailandia ha puesto a disposición de Laos para llegar
al mar.
Pero nuestros
estrategas no solo deben analizar los avances mencionados, sino también los
retrocesos y los riesgos geopolíticos que pueden existir para Bolivia,
principalmente por sus riquezas naturales. Porque, así como Etiopía parece
estar cerca de recuperar su salida al mar, Ucrania parece estar cerca de
perderla. Efectivamente, dado el desarrollo que ha tenido la guerra desatada
por Rusia hace casi dos años, es posible esperar que la contienda termine con la
anexión rusa de toda la costa ucraniana sobre el Mar el Negro, incluyendo las
regiones actualmente ocupadas de Donesk, Lugansk, Zaporiyia, Jersón, Crimea y posiblemente
la ciudad de Odesa, que si cae en manos rusas, Moscú podría enlazar su
territorio con el de Transnistria, que es un enclave prorruso en Moldavia.
Si ese
terrible resultado se llegara a producir, Bolivia, de acuerdo a su historia y
doctrina internacional, no puede ni debe estar del lado del Estado
enclaustrador, porque hasta el momento nuestra diplomacia se ha abstenido de
condenar la invasión y crímenes de guerra rusos. Pero lo que no podemos hacer de
ninguna manera es consentir que se le arrebate su salida al mar a Ucrania o a
cualquier otro Estado, porque sería como consentir implícitamente la legalidad
y/o legitimidad de nuestro propio encierro.
En suma, es muy importante estudiar y comprender todo lo que pasa y ha pasado con los países en desarrollo sin litoral, y no solo considerar lo que ha sido nuestra dramática y frustrante historia respecto al mar, para definir una política clara y coherente, realista y viable, que le permita a Bolivia recuperar o al menos mejorar su acceso a las corrientes del mar.
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