miércoles, 31 de marzo de 2010

El Problema Marítimo de Bolivia.

Por: Andrés Guzmán Escobari
Publicado por Guayoyo en Letras (Venezuela)

La demanda marítima boliviana nace de un derecho legítimo por resolver un largo y difícil problema que ha costado muchísimo al desarrollo social y económico de Bolivia, y que se ha convertido en un tema de mucha sensibilidad para el pueblo boliviano. Su resolución ha sido motivo de varias negociaciones entre los gobiernos de Bolivia, Chile y en algunos casos Perú, pero en ninguna de ellas se llegó a resolver debido principalmente a la fata de voluntad política de sus gobernantes. Actualmente el tema es parte de la agenda que negocian las cancillerías de La Paz y Santiago, sin embargo, para llegar a una verdadera solución, que signifique el restablecimiento de la soberanía boliviana sobre las costas del Pacífico, no sólo se deberá contar con la voluntad política de los gobiernos a los que atañe este problema, sino también con el apoyo de sus pueblos.
Desde que Chile se apropió por las armas del único territorio boliviano en la costa (1879), el objetivo de recuperar el acceso al mar es la máxima prioridad de la política exterior boliviana. El derecho de Bolivia a recobrar su condición de país marítimo se basa en los siguientes hechos inobjetables: haber poseído un litoral en el Pacífico, legítimamente conferido a la república por el uti possidetis juris de 1810; haberlo perdido como el resultado de una guerra de expoliación injusta, promovida por intereses anglo-chilenos; y haberse reconocido el dominio de Chile sobre el litoral boliviano, mediante un tratado viciado de origen, por haber sido impuesto por la fuerza.
El enclaustramiento forzado de Bolivia es un problema que ha costado muchísimo a su desarrollo social y económico, porque ha causado daños sociológicos y psicológicos profundos, asociados a la identidad y a la propia autoestima de los bolivianos, y porque además, ha significado un gran obstáculo para su crecimiento económico debido al costo de los servicios portuarios que se debe pagar a las autoridades del territorio de tránsito, el cual encarece el precio tanto de los bienes que Bolivia consume como de los que ofrece al exterior.
A pesar de ello, la demanda marítima boliviana, fundada en lamentaciones y en la estridencia de los discursos políticos contra Chile, que fue una estrategia recurrentemente utilizada por los diplomáticos bolivianos del pasado, especialmente en foros internacionales como la OEA; no será el camino que permita a Bolivia recuperar una salida al mar, sino la negociación diplomática que haga posible desarrollar programas de integración regional, que consiga distender las relaciones entre los países que concurren a las costas del Pacífico sur, que permita restablecer las relaciones diplomáticas entre Bolivia y Chile y la aceptación, y esto principalmente de parte de los negociadores bolivianos, de que el acuerdo de solución al que se llegue deberá contemplar beneficios para todos sus participantes (incluyendo al Perú de acuerdo al Protocolo Adicional al Tratado de 1929). Pero para alcanzar una verdadera solución, y esto es lo más importante, es preciso considerar que el arreglo debe lograr un equilibrio entre la generación de beneficios suficientes para los países involucrados y el respeto al sentimiento de un pueblo que no puede pagar de por vida los costos de una derrota.
A lo largo de la historia, la intención de levantar el encierro más que centenario de Bolivia, ha motivado varias aproximaciones diplomáticas entre los gobiernos de Bolivia, Chile y en ciertas ocasiones Perú, sin embargo, en ninguna de aquellas oportunidades se logró comprender y actuar en correspondencia a lo señalado anteriormente y, en consecuencia, no se pudo alcanzar una solución definitiva a este largo y difícil problema.


















Recientemente, la diplomacia de los pueblos, ideada y aplicada por el gobierno de Evo Morales, y recibida favorablemente por la administración de Michelle Bachelet, ha permitido incluir el tema marítimo en la agenda política que negocian ambas Cancillerías. La diplomacia de los pueblos, a través de la profundización de la confianza mutua, ha dado continuidad al proceso iniciado hace muchos años por los Aymaras Sin Fronteras, que es una organización que reúne a los indígenas que habitan en la zona fronteriza compartida entre Chile, Bolivia y Perú, y dio inicio a una aproximación sin precedentes de diplomáticos, parlamentarios y militares; bolivianos y chilenos.
Pero el mal trato entre los Presidentes de Bolivia y Perú, que recientemente han intercambiado serias acusaciones y hasta insultos, empaña la situación recién anotada y así también lo hace la Demanda interpuesta por el Perú en contra de Chile ante la Corte Internacional de Justica de la Haya en enero de 2008, sobre la delimitación marítima y terrestre entre ambos países.
Aun así, las expectativas del pueblo boliviano son grandes, porque grande es la esperanza por reencontrarse con ese mar que le pertenece por derecho, y si bien el nuevo Presidente de Chile, Sebastián Piñera, ha manifestado su renuencia a “hablar de soberanía” con Bolivia durante su campaña electoral, en referencia a una posible cesión de territorios; está en sus manos dar continuidad a esta etapa de cordialidad y entendimiento con Bolivia, que en un futuro cercano y con la indispensable voluntad política de los gobiernos involucrados que deberá ser respaldada por sus pueblos, podría propiciar el fin de las diferencias en el Pacífico sur.
NOTA: Los comentarios vertidos son opinión del autor y no reflejan la postura del Gobierno de Bolivia.

domingo, 21 de marzo de 2010

Las crisis políticas en el Hemisferio Occidental

Por: Andrés Guzmán Escobari
Publicado en Guayoyo en Letras

José Miguel Insulza
Durante los cinco años que José Miguel Insulza ejerció como Secretario General de la Organización de Estados Americanos, se presentaron serios desafíos al mantenimiento de la democracia en el hemisferio occidental. Las crisis políticas e institucionales registradas fueron variadas en cuanto a sus motivos e implicancias, pero todas ellas se produjeron en países con instituciones tradicionalmente débiles y democracias aun no consolidadas, y asimismo, en todas ellas, se requirió del esfuerzo conjunto de dichas instituciones y de organismos internacionales, como la OEA, para superarlas.    
Las crisis que se vivieron en el último lustro son una clara muestra de que la democracia representativa, basada en el sufragio universal y secreto, no garantiza por sí sola la estabilidad política y la gobernabilidad de los líderes elegidos por el soberano. Siguiendo el espíritu de la Carta Democrática Interamericana, se entiende que el mantenimiento de la institucionalidad democrática, sólo es posible en un régimen plural de partidos y organizaciones políticas, en el que se respete continuamente los derechos humanos y, sobre todo, que se garantice la separación e independencia de los poderes públicos.   
No obstante, para comprender mejor lo señalado, es preciso recordar cómo se desataron las crisis ocurridas durante la gestión de Insulza como Secretario General de la OEA y cómo se llegó a darles fin o, al menos, a apaciguarlas.
En Nicaragua, las desavenencias entre los poderes Legislativo y Ejecutivo llegaron a amenazar la continuidad del gobierno de Enrique Bolaños, ya que éste había perdido a varios de sus parlamentarios por las dudas que generaron las acusaciones en su contra sobre malversación de fondos del Estado (febrero de 2005). El Congreso, controlado a esas alturas por la oposición, aprobó varias reformas constitucionales que limitaban el poder del Ejecutivo, las cuales, no fueron acatadas por éste. Después de varios meses de negociación, opositores y oficialistas, acordaron postergar dichas reformas (octubre de 2005), lo que permitió a Bolaños terminar su mandato en los tiempos establecidos por la Constitución (noviembre de 2006). 
En Ecuador, la gobernabilidad del Presidente Lucio Gutiérrez estuvo seriamente amenazada por su escaso apoyo en el Congreso, lo que le llevó a buscar la alianza de los partidos políticos que tenían interés en intervenir la Corte Suprema de Justicia para evitar juicios en contra de sus máximos líderes (diciembre de 2004). La nueva coalición permitió al poder Ejecutivo, a través del Legislativo, controlar a los poderes Judicial y Electoral. Ante esa ilegalidad, la sociedad civil quiteña salió a las calles a exigir la renuncia del Mandatario y de sus partidarios, lo que finalmente trascendió en una sucesión constitucional que le dio la presidencia al vicepresidente, Alfredo Palacio (abril de 2005).  
En Bolivia, la redacción de una nueva Carga Magna, promovida por el gobierno de Evo Morales, se complicó seriamente porque el oficialismo no alcanzó los dos tercios de los votos en la elección de representantes para la Asamblea Constituyente (julio de 2006), necesarios para aprobar la Constitución en detalle. Amparados en diversos cuestionamientos al proceso constituyente, los prefectos (gobernadores) y dirigentes cívicos opositores intentaron dar un golpe de Estado al gobierno, pero su fracaso (septiembre de 2008) terminó por abrir el camino para la aprobación de la nueva Constitución (enero de 2009) y la reelección de Morales (diciembre de 2009), con un amplio apoyo popular.
Evo Morales con la Nueva CPE
En Guatemala, la crisis política se desató tras conocerse el video que grabó el abogado Rodrigo Rosenberg antes de ser asesinado, en el que culpa al Presidente Álvaro Colom de ordenar su ejecución (mayo de 2009). El hecho dividió a los guatemaltecos entre los que apoyaban al Presidente y los que pedían su renuncia, mientras éstos se enfrentaban en la calles, la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala dependiente de la ONU, realizó una investigación que finalmente exoneró al gobierno de las acusaciones (enero de 2010).     
Todas las crisis mencionadas fueron exitosamente superadas con la ayuda oportuna de la OEA. Sin embargo, según el mismo Insulza, en Honduras no se pudo evitar la interrupción del régimen democrático constitucionalmente establecido debido a que, a diferencia de lo ocurrido en los otros casos, el gobierno hondureño no invocó a tiempo las disposiciones de la Carta Democrática Interamericana.  
El problema en Honduras comenzó cuando el Congreso rechazó la propuesta del Presidente Manuel Zelaya de celebrar un referéndum para modificar la Constitución con el fin último de permitir la reelección presidencial (23 de junio de 2009). Aun así, el Mandatario prosiguió con su plan de consultar a sus conciudadanos si estaban de acuerdo con la celebración del referéndum. Las Fuerzas Armadas se rehusaron a colaborar con tal propósito, y en consecuencia, Zelaya destituyó a su Jefe (24 de junio). Al día siguiente, la Corte Suprema de Justicia ordenó la restitución del Jefe militar y el Parlamento aprobó una moción para investigar la actuación del Jefe de Estado en la generación de la crisis (25 de junio). Al no contar con el respaldo de los poderes Legislativo y Judicial, Zelaya intentó recuperar el apoyo de las Fuerzas Armadas pero no tuvo éxito, más al contrario, comandos de esa institución irrumpieron en su casa para obligarle a tomar un avión que lo llevaría a Costa Rica. Horas más tarde, en acto inconstitucional, el Congreso otorgó la primera magistratura a su presidente, Roberto Michelleti (28 de junio).
La ruptura de la institucionalidad democrática en Honduras y su preservación en los meses que siguieron, activaron los mecanismos de presión que posee la OEA para estos casos. A los pocos días se aprobó una Resolución exigiendo la restitución de Zelaya, y luego, la Asamblea General, en aplicación de la Carta Democrática Interamericana (Art. 19), decidió suspender a Honduras como miembro del organismo reafirmando además que el nuevo régimen debía seguir cumpliendo las obligaciones de los integrantes de la OEA, especialmente en materia de derechos humanos.
La crisis de Honduras tuvo un alto costo político para el Secretario General de la OEA, que fue blanco de muchas críticas por su accionar antes y después del golpe de Estado perpetrado por Michelleti y las Fuerzas Armadas hondureñas. Los cuestionamientos vinieron de diversas instituciones y variados personajes, como el ex presidente salvadoreño, Armando Calderón; el ex canciller mexicano, Luís Ernesto Derbez; el Senador estadounidense del partido republicano, Richard G. Lugar; el Washington Post; y la Human Rights Fundation; entre otros. Todas esas críticas referidas al papel de Insulza como Secretario General de la OEA, se pueden resumir, en cuanto a lo que la crisis de Honduras se refiere, en la incapacidad demostrada por éste para prevenirla y en su fallido intento por promover el diálogo entre el Presidente destituido y el de facto, una vez consumado el golpe de Estado.
Pero la disconformidad anotada, sumada a otras críticas relacionadas con una supuesta permisividad a los gobiernos que no estarían respetando los derechos humanos y a los cuestionamientos surgidos por el hecho de haber dejado sin efecto la suspensión de Cuba como miembro del organismo, pese a que su gobierno aun no cumple las condiciones establecidas en la Carta de la OEA;  harían pensar que Insulza no será reelegido el próximo 24 de marzo, cuando se decida quién será el siguiente Secretario General de la OEA. Sin embargo, debido a que no se presentó ningún otro candidato a optar por ese cargo, la reelección de Insulza es un hecho.
Ex Presidente de Honduras, Manuel Zelaya
Por otra parte, la nueva iniciativa de crear un organismo paralelo a la OEA, aprobada por 32 países en la Reunión del Grupo de Río en Cancún – México, celebrada el 22 de febrero pasado, que llevará el nombre de Comunidad de Estados Latinoamericano y Caribeños,  y que excluye a Estados Unidos y Canadá; pone en duda la verdadera relevancia de la OEA como organismo encargado de velar por la paz y promover la democracia en el hemisferio. Sin embargo, a pesar de ello, Insulza destacó como uno de los puntos más importantes de su gestión el haber logrado el aumento de la relevancia de la OEA. Al respecto, en su discurso ante el Consejo Permanente del organismo para pedir apoyo a su reelección dijo: “Hemos visto cómo el involucramiento de la OEA, que hace un par de décadas muchos condenaban aún y rechazaban a priori, puede jugar un papel constructivo en la solución de disputas y llevar adelante programas útiles para la gente de nuestros países. Con un número relativamente pequeño de profesionales y un presupuesto modesto hemos asumido algunos de los desafíos multilaterales más difíciles de nuestro Hemisferio en transición”.
Por todo lo dicho, y más allá de lo bien o mal que Insulza dirigió a la OEA en estos últimos cinco años, los riesgos que enfrentarán las democracias del hemisferio en los años venideros, sólo desaparecerán cuando exista un sistema de múltiples partidos y asociaciones políticas, se respete los derechos fundamentales de cada ser humano y, sobre todo, se observe un efectivo acatamiento a la separación e independencia de los poderes del Estado. En consecuencia, para lograr que la OEA tenga éxito en su propósito de promover y consolidar la democracia (Art. 2/b de la Carta de la OEA de 1948), el próximo Secretario General, sea quien sea, deberá trabajar mucho más en la preservación y mejoramiento de regímenes que permitan la libre participación política de los ciudadanos, en el aumento de la transparencia de los gobiernos en cuanto al resguardo de los derechos humanos y en el fortalecimiento de las instituciones democráticas para que sean administradas de manera autónoma, en otras palabras, deberá enfocar sus esfuerzos en la aplicación de los principios de la Carta Democrática Interamericana. 

Nota: los comentarios vertidos son opinión del autor y no reflejan la postura del gobierno de Bolivia.