domingo, 28 de octubre de 2012

Bolivia y Estados Unidos en muy mal momento

Por: Andrés Guzmán Escobari

En 1870 el Presidente de Bolivia, Mariano Melgarejo, decidió expulsar al representante del imperio más poderoso del mundo, el Reino Unido. Lo cual nos costó ser borrados del mapa por la misma Reina Victoria I quien, al enterarse de la expulsión y del maltrato que recibió su embajador en nuestro país, sentenció “Bolivia no existe”[1].
En 2008 ocurrió algo muy parecido, Evo Morales expulsó al Embajador del imperio más poderoso del mundo, Estados Unidos, pero nunca supimos si el entonces Presidente de ese imperio, George W. Bush, intentó borrarnos del mapa o si dijo algo respecto a nuestra existencia porque desde que Morales asumió la presidencia, la política estadounidense hacia Bolivia ha sido inequívoca, actuar con la máxima indiferencia posible ante lo haga o deje de hacer el gobierno boliviano.  
Pero en lugar de que esa indiferencia contribuya a calmar los ánimos antimperialistas de nuestros gobernantes y propicie una etapa de distensión y entendimiento, ha generado una mayor tensión que se manifiesta en los constantes ataques del Presidente Morales al país del norte que han llegado a ser proferidos con palabras soeces y descomedidas. Esas actitudes de descortesía, el uno por indiferente y el otro por irrespetuoso; han hecho que las relaciones entre los dos gobiernos se encuentren en un muy mal momento – el peor desde que Washington desconoció al régimen narco-dictatorial de Luis García Meza (1980 – 1981) –. Lo cual, sumado a que esta situación significa desaprovechar la posibilidad de hacer importantes negocios para Bolivia y continuar perdiendo influencia política y económica en la región para los Estados Unidos; hace que sea no sólo necesario, sino urgente que las autoridades de ambos países se esfuercen por recomponer sus vínculos político – diplomáticos.
Esa menor influencia estadounidense en la región quizás no se perciba tan notoriamente en Washington, sin embargo, aquí en Latinoamérica, al menos en 5 países, sentimos en el día a día que la posición de la Casa Blanca ya no está presente en las decisiones políticas de nuestros gobiernos y, en ese punto, debemos reconocer el éxito de la diplomacia promovida desde Cuba hace más de 50 años. No obstante, en el caso de Bolivia, no compartimos que esa política se base en anteponer nuestra dignidad por sobre cualquier otra consideración, incluso por sobre nuestros intereses nacionales. La historia nos enseña que la ideologización de la política exterior es contraproducente. Necesitamos exportar productos con valor agregado con urgencia para desarrollar la industria nacional y diversificar nuestra oferta exportable y no podemos, por tanto, darnos el lujo de perder el acceso a un mercado de más 300 millones de habitantes con un ingreso per cápita de casi 45 mil dólares al año, tal como está ocurriendo actualmente con la suspensión del ATPDA, que fue dictaminada a partir de 2008 por el Parlamento estadounidense.
En este contexto, las elecciones presidenciales de Estados Unidos podrían servir para recomponer las relaciones entre ambos países, sea a través de una reinvención del trato bilateral con la administración de Barack Obama o sea mediante un borrón y cuenta nueva con el posible gobierno de Mitt Romney. No obstante, por los antecedentes antimperialistas de nuestras autoridades y por la costumbre que tiene el imperio de actuar impasiblemente ante los gobiernos contrarios a su política internacional; parece imposible que mejoren los vínculos entre ambos gobiernos en los próximos cuatro años.
Hay varios problemas que los gobiernos de los dos países deben resolver para normalizar sus relaciones a nivel de Embajadores, y si bien se ha suscrito un Acuerdo Marco que contiene los lineamientos para alcanzar ese objetivo, no hubo ningún avance significativo y eso, pese a que dicho acuerdo se encuentra plenamente vigente porque ya fue aprobado por la Asamblea Legislativa de Bolivia y porque, al ser vinculante, no necesita ser ratificado por el Parlamento de los Estados Unidos. 
Para lograr la correcta ejecución de dicho acuerdo, es necesario que la próxima gestión gubernamental de Washington defina claramente el papel de USAID en territorio boliviano, que ha sido acusada de conspirar contra el Estado Plurinacional; que sepa aplicar las acciones de “responsabilidad compartida” con la administración de Evo Morales en la lucha contra el narcotráfico que, según sus propios parámetros, ha sido “un fracaso demostrable” en el último tiempo; y sobre todo, que dé curso a la extradición de Gonzalo Sánchez de Lozada. Sobre este último punto, si bien es cierto que las autoridades bolivianas no cumplieron con todos los requisitos que exige el Tratado de Extradición entre ambos países para que Sánchez de Lozada sea extraditado, como el de verificar que los delitos por los cuales ha sido imputado se encuentren tipificados en la legislación estadounidense; el gobierno de la Casa Blanca tampoco demostró ninguna voluntad por proceder a la extradición, a pesar de que en el seno de la OEA rechazó enfáticamente el asilo político otorgado por Ecuador a Julian Assange quien, valga recordad, es acusado de violación, coerción y acoso sexual, pero no de genocidio.
Por todo esto, y porque en la campaña electoral de Estados Unidos se ha visto que los intereses y preocupaciones de ese país se encuentran en el Medio y Lejano Oriente, no vemos con mucho optimismo lo que pueda acontecer con Bolivia en los próximos años. Aun así, esperamos un cambio de actitud de parte de ambos gobiernos que permita desarrollar una relación normal en términos políticos y diplomáticos, el uno porque debe dejar su actitud de indiferencia hacia el otro que llega a ser hasta maleducada y el otro porque debe actuar con respeto si quiere ser respetado y principalmente, porque debe priorizar los intereses nacionales de la patria por sobre cualquier otra consideración.




[1] Según Carlos Mesa este episodio de la historia ocurrió en la gestión de Belzu, no de Melgarejo. 

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