Por: Andrés Guzmán Escobari
Hace unos días escribí una columna de opinión
intitulada “Las aguas bolivianas que Chile utiliza gratuitamente”, que ameritó una rápida respuesta del cientista político
chileno, Pablo Zambrano, que fue publicada en el blog Relaciones Internacionales - Chile. En dicha
respuesta, el autor, que se autoproclama “especialista en geopolítica del agua
en Sudamérica”, asegura que quien escribe estas líneas habría realizado “una serie de acusaciones sin fundamentos, respecto de
políticas del Estado de Chile, y afirmaciones imprecisas y sesgadas,
concernientes a los cuencas transfronterizas que comparten Chile y Bolivia
(Lauca, Silala y Caquena), que omiten datos y fuentes significativas, por lo
que inducen a error”.
Primero quiero agradecer al señor
Zambrano por aportar a este debate que sinceramente espero que alcance los ámbitos
de decisión política de ambos países, para que con la comprensión precisa de la
situación de estos problemas, nuestros gobernantes logren acuerdos que
garanticen el abastecimiento hídrico del norte chileno y permitan a Bolivia
obtener las contraprestaciones y resarcimientos correspondientes. También le agradezco
porque me permite despejar ciertas dudas y precisar algunos conceptos del
artículo de opinión que motivó esta lid.
Antes de analizar los argumentos de la
respuesta, es preciso hacer dos aclaraciones importantes. Primero, que los comentarios
vertidos en ella no rebaten en absoluto las afirmaciones que hice en mi primer
artículo en cuanto a que Chile utiliza gratuitamente más de 6 mil litros por
segundo de aguas bolivianas sin el consentimiento de Bolivia, sino que sólo
cuestionan algunos puntos accesorios o de interpretación histórica que, en
opinión del autor, representan “acusaciones infundadas”, pero que no afectan en
nada la tesis central de mi columna.
En segundo lugar, cabe advertir que el
citado personaje emitió varias opiniones sobre la historia que antecedió y
sucedió a la desviación del río Lauca por parte de Chile y sobre lo que él
considera que es el Silala. Sin embargo, no mencionó nada sobre el caso del río
Caquena, lo cual nos permite presumir una aceptación tácita a las aseveraciones
que vertí al respecto y que señalan claramente que la desviación del río
Caquena o Cosapilla representa nada menos que una flagrante violación de parte
de Chile al Tratado de 1904 (artículo 2).
Supuestas
acusaciones infundadas
El aludido comienza su argumentación
poniendo en duda el daño ecológico que la desviación del río Lauca provocó en
territorio boliviano y reconociendo que no conoce ningún estudio al respecto.
Ante lo cual resulta pertinente citar el trabajo de José Luis Gomez Uhry,
titulado “Ríos Internacionales. El desvío del río Lauca” (1974), en el cual el
autor menciona que el factor de evaporación del lago Coipasa aumentó cuantiosamente
por el menor volumen de agua que éste recibe como consecuencia del desvío del río
Lauca, lo cual ha hecho que ese lago comience a “ser absorbido por el gran
salar del mismo nombre que lo circunda” (pág. 47), y si bien quizás ese estudio
no es lo que Zambrano quisiera recibir como respuesta, nadie puede negar que el
hábitat y las actividades de agricultura y ganadería en las poblaciones
bolivianas de Huasquiri, Acoribes y Chipaya del Departamento de Oruro han
disminuido considerablemente desde que Chile desvió las aguas del río Lauca.
Además, eso no sólo afectó a las poblaciones altiplánicas de Bolivia sino
también a las chilenas. En efecto, según un estudio de la Universidad de
Berkeley-California que trata precisamente sobre las consecuencias para la
ganadería altoandina y la vida de los pastores aymaras en la provincia de
Parinacota-Chile: “los daños ecológicos, causados por las desviaciones de las
aguas que cruzan sus pastizales, han contribuido a su marginalidad económica” (Bernhardson
1985: 171).
Asimismo, el autor de la réplica duda
mucho de que en las escuelas de su país se enseñe que Bolivia nunca tuvo mar y
que ello fuera consecuencia del mal momento que vivieron ambos países después
de la desviación del río Lauca; cuando no es ningún misterio que a partir de
1962 aparecieron en Chile una gran cantidad de libros con esa mentirosa
afirmación, entre los cuales destacan los trabajos de Jaime Eyzaguirre (1963), Francisco
Encina (1963), Oscar Espinosa (1965), Guillermo Lagos (1966), Augusto Pinochet (1972
y 1974) y Carlos Bustos (2004); algunos de los cuales adoptaron esa postura aun
cuando contradecía lo que habían escrito antes. Un caso revelador de este
último punto es el de Espinosa, quien al referirse a los títulos heredados por
Bolivia de la corona española en su libro “Bolivia y el Mar” señala: “La
lectura incompleta de esta Cédula Real (ley 5, título 15 libro II de la
recopilación de leyes de Indias), nos indujo en nuestros primeros trabajos a
incurrir en un error que debemos rectificar ahora. La cita trunca de la parte
final del documento hace pensar, a la simple vista, que Charcas (hoy Bolivia) limitaba
por el poniente con el mar del sur o Pacífico. Pero concordada con el párrafo
primero y observada desde el punto de vista geográfico, en su conjunto salta a
la vista el error de apreciación. En efecto, según habría de representarlo
acuciosamente el capitán de fragata Miguel Hurtado en su Memoria de 1859,
exhumada por nosotros 90 años más tarde. El verdadero límite occidental de la
Audiencia de Charcas pasaba por el camino que, partiendo del pueblo de Atuncana
llega a la ciudad de Arequipa. Entre éste y el mar existe una franja
territorial perteneciente al virreinato del Perú hasta el Loa y desde este
punto al sur del reino de Chile. Charcas o Bolivia quedaba al oriente de ella y
sin salida al Pacífico” (Espinosa 1965: 18-19).
La desviación del Río Lauca
Antes de ingresar en materia, es
importante coincidir en que todo análisis sobre la utilización de un recurso
hídrico compartido debe necesariamente ceñirse al reconocimiento de que su uso
y disfrute soberano no es ilimitado. En efecto, de acuerdo a la legislación
internacional sobre aguas sucesivas o transfronterizas, el Estado del curso
superior no puede unilateralmente y por su propia voluntad, hacer uso de esas aguas
o aprovechar parte de su caudal, sin el consentimiento expreso del Estado del
curso inferior. Es necesario, en todo caso, la celebración de un acuerdo
bipartito, para definir derechos y fijar compensaciones (Iturralde 1963:
16-17).
Dicho
esto, pasemos a contestar lo que el aludido señala respecto a que mi persona
habría olvidado que Bolivia fue la que rompió las relaciones diplomáticas entre
los dos países en 1962 y que además habría desconocido “la literatura académica
disponible”. Sobre el primer punto debo decir que efectivamente no aclaré que
Bolivia rompió los vínculos diplomáticos pues me pareció innecesario
mencionarlo ya que, ante una agresión como es el desvío unilateral de un río
internacional, es natural que el agredido sea quien demuestre su molestia con la
interrupción de las relaciones diplomáticas, y no el agresor.
En
cuanto al segundo punto, debo reconocer que me sentí tentado de hacer gala de
la impresionante biblioteca sobre la desviación del río Lauca que
afortunadamente me heredó mi abuelo, Jorge Escobari Cusicanqui; pero me pareció
mucho más acertado basar mi replica en fuentes exclusivamente primarias, es
decir en los documentos oficiales que ambos gobiernos intercambiaron o
suscribieron conjuntamente entre 1939 y 1962.
Por
ejemplo en cuanto a los obrados iniciales, el susodicho señala que “En 1939
Chile declaró a Bolivia su intención de desviar las aguas del Lauca”, cuando en
realidad, la primera comunicación oficial que Chile envió a Bolivia en relación
a este asunto fue la nota de 16 de septiembre de 1939 con la que el Embajador
chileno en La Paz, Benjamín Cohen, acusó recibo de la reserva que el gobierno
boliviano había presentado a Chile frente al proyecto de canalización del Río Lauca.
En esa nota, así como en las posteriores, el gobierno de La Moneda evitó utilizar
la palabra “desvío”, empleando en su remplazo el vocablo “aprovechamiento”. Lo
cual, de todas formas cambiaría posteriormente, “ante los hechos consumados”.
Seguidamente,
el aludido hace una breve relación de los hechos suscitados en torno al Lauca,
pero no menciona que en todo ese tiempo (1939-1962), Bolivia solicitó a Chile insistente
pero infructuosamente, información sobre las obras de canalización. Asimismo,
tampoco señala que a través de la nota de 17 de enero de 1948, enviada por el Sub
Secretario chileno, Manuel Trucco a la representación de Bolivia en Santiago;
Chile se comprometió formalmente a llegar “a un completo y definitivo acuerdo”
sobre este tema. Lo cual evidentemente nunca sucedió.
En
cuanto a los resultados obtenidos por la primera Comisión Mixta chileno–boliviana
conformada para inspeccionar las obras del Lauca, el mencionado personaje señala:
“El informe, emitido en 1949, fue favorable a Chile”. No obstante, si uno
revisa el Acta respectiva de 5 de agosto de 1949, no encuentra ningún elemento que
permita sostener tal afirmación. Muy al contrario, ese documento señala
textualmente: “La insuficiencia de datos técnicos dio lugar a una diferencia en
la apreciación del alcance del proyecto”.
A
pesar de que ese Acta demostraba fehacientemente que la información
proporcionada había creado “una diferencia”, el gobierno chileno se valdría de
ese documento para alegar luego que el mismo constituía la “denuncia” que Chile
tenía que haber presentado a Bolivia para realizar las obras en el Lauca de
acuerdo a la Declaración de Montevideo sobre Ríos Internacionales de 1933 (artículo
VII), lo cual fue uno de los reclamos que el gobierno de Bolivia presentó en las
deliberaciones que bolivianos y chilenos sostuvieron en la OEA sobre este tema
(Escobari 2000: TI 248).
En
cuanto al Acta de la segunda Comisión Mixta, el personaje a quien replicamos señala:
“El informe, presentado en septiembre de 1960, aprobó el proyecto y rechazó las
objeciones de Bolivia”, pero si revisamos el documento tampoco encontramos nada
referido a una aprobación, al menos no de Bolivia, y si bien la comisión de
Chile efectivamente rechazó una de las objeciones de la delegación boliviana,
esta última también objetó una propuesta de su contraparte chilena que decía:
“La captación de la totalidad del gasto
del Río Lauca en las obras de toma del canal que construye el Gobierno de
Chile, no producirá perjuicios a la República de Bolivia”.
Finalmente,
después de que el Presidente chileno ordenó la apertura de las compuertas de
los canales que desviaron las aguas del Lauca hacia territorio chileno el 14 de
abril de 1962; Bolivia, en aplicación de sus facultades soberanas y de acuerdo
a su obligación como signatario del Tratado Interamericano de Asistencia
Recíproca de 1947, acudió al Consejo de la OEA para que ese organismo tome
conocimiento de lo ocurrido. Si bien es cierto que la Resolución aprobada por
la OEA el 24 de mayo no tenía un carácter vinculante, como bien apunta el
susodicho, eso no forzaba a que Chile incumpla sus disposiciones. La decisión
adoptada resolvió hacer un llamado amistoso a Bolivia para que “acuda a alguno
de los medios de solución pacífica de las controversias que contempla el sistema
interamericano” y a Chile a que coopere en “hallar el medio pacífico que
ofrezca las mejores probabilidades de solucionar prontamente esta controversia”.
Pero Chile, en lugar de cooperar con la solución de la controversia, decidió
rechazar la mediación que había propuesto Bolivia aduciendo que la “única”
forma de resolver este caso era sometiéndolo a la Corte Internacional de
Justicia o a un arbitraje y eso, a pesar de que la Resolución citada no le daba
la facultad de escoger el medio de resolución de controversias que se debía aplicar.
Por
último, para entender por qué Bolivia no aceptó lo que Chile proponía, no es
necesario apelar a la opinión de “un analista internacional”, ni tampoco al
discurso que pronunció unos años después el entonces Canciller de Bolivia; es
más acertado en todo caso, recurrir directamente a la documentación oficial que
el gobierno boliviano presentó a la OEA, y así podremos comprender, sin riesgo
de caer en especulaciones, la verdadera posición de Bolivia. Efectivamente, en
las comunicaciones que el representante boliviano ante la OEA remitió a ese
organismo el 28 de mayo y el 3 de julio, Bolivia afirmó que el 14 de abril de
1962 Chile había convertido la controversia jurídica relativa al río Lauca “en
un hecho consumado de carácter político, que trasciende las facultades de
cualquier organismo de puro derecho” y que, por tanto, la solución debida darse
a través de un mecanismo de solución de controversias de carácter político como
es la mediación. Agregaba que la única forma de restituir el carácter jurídico de
la controversia para que ésta pueda ser tratada en el ámbito de la justicia
internacional, era que Chile deje de utilizar las aguas del río Lauca. Lo cual,
– afirmaba el gobierno boliviano – también permitiría el restablecimiento de las
relaciones diplomáticas.
Comentarios finales
Sobre
el caso del Silala no vale la pena citar los estudios que avalan la postura
boliviana acerca de que esas reservas conforman un sistema léntico (cuerpo
hídrico estático) para confrontar la tesis chilena de que esas aguas integrarían
un ecosistema lótico (aguas que corren o fluyen continuamente), porque a través
de la exposición de opiniones no vamos a dilucidar jamás la naturaleza de esas
aguas, que quizás no son parte de un ambiente totalmente léntico ni lótico,
sino una combinación de ambos. Simplemente reafirmo lo señalado en el primer
artículo acerca de que la mayor parte de esas aguas fueron canalizadas hacia
territorio chileno artificialmente y me reservo más comentarios para cuando
exista un estudio serio reconocido por ambos países que defina de qué estamos
hablando.
Asimismo
prefiero no comentar lo que el susodicho califica de “acciones hostiles” de
parte de Bolivia en contra de Chile porque esos comentarios se basan en simples
suposiciones que no contribuyen en nada a mejorar nuestras relaciones.
Por
último, es necesario dejar en claro que las opiniones aquí vertidas como las
que motivaron el primer artículo, no tienen en ningún caso la intención de
provocar mayor enemistad entre Chile y Bolivia, sino muy al contrario, están
dirigidas a esclarecer la verdad histórica de nuestras problemáticas relaciones
para propiciar así un diálogo comprensivo, franco y constructivo entre nuestros
gobiernos que permita evitar futuros conflictos en esta materia y sobre todo
que prepare el ambiente en ambos países para lo que devendrá del fallo
inapelable que la Corte Internacional de Justicia emitirá en relación a la controversia
sobre el tema marítimo boliviano, independientemente de cuál sea su resultado.
Termino
citando las palabras con las que Zambrano también concluye su columna acerca de
que los conflictos entre Bolivia y Chile “sólo (se) resolverán si se dejan de
lado las acusaciones infundadas y si las partes asumen las responsabilidades
que le caben a cada una en los hechos. Desconocer la historia no conduce a
nada”.
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS
Fuentes
Primarias
- Declaración sobre el Uso Industrial y Agrícola
de los Ríos Internacionales. Montevideo Uruguay, 24/12/1933
- Nota 335/63 del Embajador de Chile en Bolivia,
Benjamín Cohen, al Ministro de RelacionesExteriores y Culto de Bolivia, Manuel
Terrazas. La Paz, 16/09/1939
- Nota 393/80 del Embajador de Chile en Bolivia,
Benjamín Cohen, al Ministro de Relaciones Exteriores y Culto de Bolivia,
Alberto Ostria Gutiérrez. La Paz, 10/11/1939
- Nota 539 del Sub Secretario de Chile, Manuel
Truco, al Encargado de Negocios a.i. de Bolivia en Chile, Gustavo Medeiros.
Santiago, 17/01/1948
- Acta sobre las Conclusiones Técnicas de la
Comisión Mixta chileno-boliviana para el estudio del aprovechamiento del Río
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- Acta de la Comisión Mixta boliviano-chilena en
el problema del Río Lauca. Arica, 9/09/1960
- Resolución Aprobada por el Consejo de la Organización
de Estados Americanos. Washington, 24/05/1962
- Notas del Embajador Permanente de Bolivia ante
la OEA, Emilio Sarmiento Camacho, al Presidente del Consejo de la OEA, Alberto
Zuleta Ángel. 28/05/1962 y 3/07/1962
Fuentes
Secundarias
- Bernhardson, Wayne: “El desarrollo de los
recursos hidrológicos del altiplano ariqueño y su impacto sobre la economía ganadera
de la zona” Revista Chungará. Arica – Chile. 1985.
- Bustos, Carlos: “Chile y Bolivia. Un largo
camino de la Independencia a Monterrey”. RIL. Santiago Chile. 2004
- Encina, Francisco Antonio: “Las Relaciones
entre Chile y Bolivia”. Nascimiento. Santiago-Chile 1963
- Escobari Cusicanqui, Jorge Andrés: “Historia
Diplomática de Bolivia”. Urquizo. La Paz–Bolivia. 2000
- Espinosa Moraga, Óscar: “Bolivia y el mar
(1810 – 1964)”. Nascimiento. Santiago-Chile. 1965
- Eyzaguirre Gutiérrez, Jaime Miguel: “Chile y
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- Gomez Uhry, José Luis: “Ríos Internacionales,
el desvío del río Lauca”. Universidad Mayor de San Andrés. La Paz–Bolivia. 1974
- Iturralde Chinel, Luis: “La Desviación del Río
Lauca por Chile”. Burillo. La Paz–Bolivia. 1963
- Lagos Carmona, Guillermo: “Las fronteras de
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- Pinochet Ugarte, Augusto: “Guerra del Pacífico
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- Pinochet Ugarte, Augusto: “Geopolítica”.
Andrés Bello, Santiago-Chile. 1974
- Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de
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1962