sábado, 25 de junio de 2016

Los primeros pasos en la demanda chilena sobre el Silala

Después de que Chile presentara una demanda contra Bolivia sobre la naturaleza de las aguas del Silala, ambos gobiernos adoptaron las primeras medidas para enfrentar el proceso instalado en la Corte Internacional de Justicia, entre ellas, la preparación para la primera reunión de Agentes que tiene el propósito de definir el cronograma inicial. Al respecto, tuve la oportunidad de referirme a estos temas en las siguientes entrevistas: 

TVU, Por la Mañana, 20/06/2016.



Bolivia TV, Tres en Línea, 20/06/2016.


Abya Yala TV, 24/06/2016


domingo, 19 de junio de 2016

Mas entrevistas por el Silala

Después de que Chile presentara una demanda contra Bolvia ante la Corte Internacional de Justicia, para que la misma declare que "el sistema del río Silala, junto a sus porciones subterráneas, son un curso de agua internacional", se produjeron varios comentarios de las autoridades de ambos países y un duro intercambio de pareceres entre los Cancilleres David Choquehuanca de Bolivia y Heraldo Muñoz de Chile, en la Asamblea General de la OEA, celebrada en Santo Domingo - República Dominicana.

Sobre estos temas, a continuación dos entrevistas que me hicieron y la respuesta del Canciller boliviano, David Choquehuanca, a las afirmaciones de su homólogo chileno, que se permitió afirmar: "no existen temas pendientes entre Chile y Bolivia".


En Cadena A, Levántate Bolivia con Juan Carlos Arana, 15/06/2016. 


En PAT, Hola País, con Natalia Girard. 15/06/2016


Replica del Canciller David Choquehuanca en la Asamblea General de la OEA, 14/06/2016


  

La exánime diplomacia chilena

Por: Andrés Guzmán Escobari

La Cancillería de Santiago ha ido judicializando su política exterior, haciendo relucir la identidad legalista nacional chilena, dice el autor.


Fuente: Revista Qué Pasa. 
La diplomacia es un método estratégico de las relaciones internacionales que utilizan los Estados para hacer valer sus intereses nacionales respecto a otros actores del sistema internacional. Se trata de una forma de conducir la política exterior de un país, ampliamente reconocida por la comunidad de naciones, que privilegia la negociación y el lobby diplomático por sobre el uso de la fuerza y los mecanismos jurídicos de solución de controversias.  

Aunque Chile también ha utilizado la fuerza en ciertos momentos de la historia, como bien lo sabemos bolivianos y peruanos, y ahora ha decidido acudir a la justicia internacional para resolver el tema del Silala,  su política exterior se ha basado tradicionalmente en el buen uso de los mecanismos diplomáticos. De hecho, desde el nacimiento de la República, esa vocación negociadora le ha permitido al país del Mapocho insertarse y luego de la dictadura, reinsertarse al comercio mundial a través de los diversos tratados de libre comercio que Santiago suscribió con varios países de todo el mundo. 
 
Asimismo, la diplomacia le ha servido al gobierno de La Moneda para resolver serios problemas de larga data con sus otros dos vecinos. Efectivamente, con Perú alcanzó un acuerdo sobre la aplicación del Tratado de Lima de 1929 (Artículo 5) que había provocado agudas fricciones entre ambos países durante 70 años (1929 – 1999), y con Argentina logró una solución, también gracias a la mediación del papa Juan Pablo II, sobre la soberanía en el canal de Beagle, que había ocasionado peligrosas tensiones durante casi 100 años (1888- 1984).     
 
Con Bolivia, a pesar de que evidentemente la diplomacia no ha servido para resolver los asuntos pendientes, sí ha propiciado importantes acercamientos en los que Chile se avino a negociar u ofreció negociaciones a Bolivia para resolver el problema que genera el enclaustramiento geográfico. 
 
No obstante, a pesar de esa larga tradición negociadora que tan buenos resultados les ha traído a los chilenos, en los últimos años -desde que Perú demandó a Chile ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ)- la Cancillería de Santiago ha ido judicializando su política exterior, haciendo relucir la identidad legalista nacional chilena, pero también desplazando a su diplomacia, que consecuentemente ha quedado exánime, al menos en sus relaciones con Bolivia.  
 
En efecto, a finales de 2010, después de haberse comprometido a "conocer, analizar y responder” todas las preguntas referidas a la solicitud boliviana de incluir la "deuda histórica” en el preacuerdo alcanzado en 2009 sobre el Silala y a realizar un informe al respecto para ponerlo en consideración de los vicecancilleres (Punto VII, Acta de la XXII Reunión del Mecanismo de Consultas Políticas: 14/07/2010),  Chile decidió cancelar la reunión de la Agenda de 13 puntos en la que se tenía que dar cumplimiento a dichos compromisos, y nunca más se tocó el tema de manera oficial, hasta que el 6 de junio de 2016, cuando Chile presentó una demanda contra Bolivia ante la CIJ para que ésta reconozca que "el sistema del río Silala y sus porciones subterráneas, son un curso de agua internacional”.  
 
Esta judicialización de la política exterior chilena no fue súbita ni repentina. Un primer antecedente se produjo en los años 70 del siglo pasado, cuando Chile se enfrentó a la Argentina por el control del canal del Beagle en un arbitraje encargado al Reino Unido, el cual le dio su primera y hasta ahora única victoria judicial al país del Mapocho. Pero como en esa ocasión el laudo arbitral le otorgó la mayor parte del territorio en disputa a Chile, Buenos Aires lo declaró "insanablemente nulo” y las tensiones subieron hasta casi provocar una guerra, que felizmente se evitó, como ya se dijo, gracias a la diplomacia y a la mediación papal. 
 
Desde entonces, Chile ha experimentado el sabor de la derrota jurídica -siempre matizada por sus autoridades- en dos ocasiones: 1) en el mismo juicio contra el Perú, cuando la CIJ determinó que el límite marítimo entre ambos países no sigue el paralelo geográfico a lo largo de 200 millas marinas como sostuvo la defensa chilena durante el proceso, sino sólo a lo largo de 80 millas marinas y de ahí a través de una línea equidistante, esto último como lo había solicitado la demanda peruana (lo cual supuso en los hechos la devolución de parte de Chile al Perú de cerca de 50.000 kilómetros cuadrados de territorio marítimo, que corresponden a casi 28.000 kilómetros cuadrados de zona económica exclusiva y 22.000 kilómetros cuadrados de "mar presencial”); y 2) en el juicio con Bolivia, cuando la misma Corte rechazó la objeción preliminar de incompetencia chilena por un holgado margen de 14 votos a dos (los dos votos que no respaldaron la decisión de rechazar la objeción chilena, no fueron favorables a Chile, sino que proponían establecer que la objeción de competencia no era estrictamente preliminar y que debía ser considerada en el proceso de fondo).
 
No obstante, a pesar de las derrotas y de las amenazas que hicieron varios políticos chilenos de retirarse del Pacto de Bogotá, porque supuestamente la CIJ es un tribunal político que falla salomónicamente sin tener en cuenta al derecho internacional, Santiago decidió acudir a esa misma Corte, validando explícitamente su jurisdicción en el caso del Silala y reconociendo, también explícitamente, su facultad para resolver controversias jurídicas entre Bolivia y Chile en aplicación del Pacto de Bogotá (artículo XXXI).
 
Esto último, como era de esperar, fue celebrado por el presidente Evo Morales que no desaprovechó la oportunidad para hacerles saber a los gobernantes chilenos que su demanda, en lugar de acallar las justas y legítimas reclamaciones de Bolivia por éste y otros atropellos, tal como lo estaban pretendiendo las autoridades chilenas según sus propias declaraciones,  les dieron más razón y fuerza. De hecho, en su primera reacción el mandatario boliviano resumió y estableció su posición con la siguiente frase que si bien ofende profundamente a nuestros vecinos, expresa una gran verdad: "nos roban y nos demandan”.    
 
Con todo, una vez que la CIJ determine si Chile tiene algún derecho sobre las aguas del Silala y establezca asimismo, cuánto debe pagar ese país al nuestro por el uso que ha venido haciendo de la parte que innegablemente le corresponde a Bolivia, aún si fuera un río (que es lo que debe solicitar nuestro Gobierno en su contrademanda), esperemos que la mesura y la razón prevalezcan en el país del Mapocho, y consecuentemente, la diplomacia chilena vuelva a la vida.

viernes, 17 de junio de 2016

Precisiones sobre el artículo de Agustín Echalar

Carta de Andrés Guzmán Escobari
 
Señor
Juan Carlos Salazar
Director
Diario Página Siete
REF: Precisiones sobre el artículo de Agustín Echalar 


Señor Director:
 
En referencia al artículo "Aguas de discordia” del columnista Agustín Echalar, publicado el pasado 12 de junio en Página Siete (clic aquí para ver el artículo), me permito hacer las siguientes precisiones que creo que la opinión pública debe conocer. 
 
Primero, el señor Echalar asegura que le causa risa escuchar que el Silala no es un río; porque, según él, la ubicación geográfica de esas aguas nos hace concluir que "se van, tarde o temprano y de una manera u otra manera, a la costa”. Sin embargo, tal como ocurre en otros espacios geográficos similares, es perfectamente posible que existan ecosistemas hídricos cerrados o cuencas endorreicas que no fluyen naturalmente hacia el mar. Decir lo contrario, sin haber realizado los estudios correspondientes y sin conocer los antecedentes de Chile en la desviación de cursos de agua que sí son internacionales (Lauca y Caquena, entre otros) es querer darle la razón a nuestra contraparte sin estar seguro de lo que se afirma. 
 
Segundo, Echalar afirma que el "principal beneficiario de la canalización de esas aguas fue Bolivia”, porque las locomotoras a vapor del tren que transportaba nuestros minerales hacia la costa se alimentaban principalmente del líquido elemento proveniente del Silala. No obstante, teniendo en cuenta que dichas locomotoras fueron reemplazadas por máquinas a diésel en 1958 (o en 1961 según otras versiones) y que aproximadamente a parir de 1915, la empresa que administraba el tren utilizó esas aguas para otros fines (todos ellos lucrativos), resulta ridículo decir que Bolivia ha sido el principal beneficiario.
 
Por último, el autor también critica el justo y comprensible reclamo que hizo el Comité Cívico de Potosí en 2009 de exigir que Chile pague por las aguas del Silala, que efectivamente utilizó durante más de 100 años sin pagar ni un centavo, de manera altamente cuestionable desde que cambiaron las locomotoras a diésel y se extinguió la causa, y el objeto de la concesión que la Prefectura de Potosí le había otorgado a la empresa que operaba el tren en 1908, y de forma absolutamente ilegal desde que dicha Prefectura revocó la referida concesión en 1997. A diferencia de lo que opina Echalar en contra de nuestros intereses, Bolivia tiene todo el derecho de exigir un pago retroactivo a Chile por el principal de la deuda y por sus respectivos intereses acumulados. 
Agradeciéndole su atención, me despido muy atentamente. 
 
Andrés Guzmán Escobari Analista boliviano en temas internacionales

martes, 14 de junio de 2016

Entrevistas sobre la demanda chilena por el Silala

El 06/06/2016, el gobierno de Chile presentó una demanda contra Bolivia ante la Corte Internacional de Justicia para que ésta declare que "el sistema del río Silala, y sus porciones subterráneas, son un curso de agua internacional". Sobre este tema fui entrevistado en algunos medios de comunicación bolivianos como se puede ver a continuación:   

En Contraparte de Cadena A, 06/06/2016



En La Primera de ATB, 07/06/2016




En QNMP de Red Uno, 07/06/2016



Abya Yala TV, 08/06/2016


domingo, 5 de junio de 2016

El retroceso de Chile

Por: Andrés Guzmán Escobari

El incidente por la "base militar patrulla Cariquima" que Chile pretendía instalar a 15 Km. de la frontera, develó nuevos aprestos bélicos de nuestro vecino que fueron denunciados a tiempo por Evo Morales.
La Base Militar Patrulla Cariquima. Fuente: El Deber.
La reciente controversia generada por el establecimiento de una base militar en Cariquima, Chile, a 15 kilómetros de la frontera con Bolivia (29 kilómetros en carretera), ha provocado reacciones contradictorias e insólitas en el país del Mapocho, que luego fueron complementadas con un notable retroceso. 

En efecto, en un primer momento, el Ministerio de Defensa y la Cancillería de Chile, reaccionaron reconociendo y desconociendo respectivamente, la existencia de dicha base militar. Por una parte, el ministro de Defensa, José Antonio Gómez, quien alguna vez se manifestó a favor de dar a Bolivia una salida soberana al mar, hizo unas declaraciones en las que confirmó el refuerzo de la seguridad nacional de su país con "la base militar patrulla Cariquima” donde, según él mismo, se tenía previsto establecer un sistema antiaéreo de misiles tierra-aire (M1097 Avenger). Por otra parte, tras la previsible protesta de Evo, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile publicó un comunicado de prensa que, a tiempo de aclarar que se trataba de una "intensificación del patrullaje militar”, señala textualmente: "No existe tal supuesta instalación militar”, "es totalmente infundada la acusación del Presidente boliviano de que Chile habría instalado una base militar ‘ilegal’ a menos de 15 kilómetros de la frontera con ese país, en la zona del Río Silala”. 
Mensajes contradictorios de los ministerios chilenos que el mandatario boliviano puso en evidencia rápidamente y que mostraban una clara intención por asociar el asunto de la base militar con el Silala.
Unos días después, y de manera insólita, la alcaldesa de Antofagasta, Karen Rojo, respondió al Presidente boliviano, posiblemente con el aval de su Cancillería -ente encargado de la política exterior chilena-, para mandar a callar al Mandatario boliviano y acusarlo de muchas cosas, entre ellas, como lo había manifestado la Cancillería, de haber dicho que la base militar de Cariquima estaría "cerca del Silala”, cuando lo que dijo Morales es que está cerca "de la frontera”. En este punto cabe destacar que las autoridades chilenas, con ayuda de las redes sociales y de algunos medios de comunicación, lograron instalar la percepción, incluso en Bolivia, de que las denuncias de Evo Morales estarían relacionadas con la controversia por los manantiales del Silala, cuando la protesta de Morales, tal como se puede verificar en sus declaraciones, se refiere exclusivamente a la base militar que Chile tenía previsto instalar en Cariquima sin haberlo comunicado a Bolivia, tal como indican los acuerdos sobre la materia y como aconseja la prudencia en estos casos en los que cualquier movimiento militar puede generar comprensibles suspicacias. 
Imagen satelital de Cariquima (a 15 km de la frontera) , Fuente: Google erath
Y si bien no debemos mezclar el tema del Silala con la decisión de instalar una base militar cerca de la frontera, tampoco podemos descartar que el anuncio boliviano de acudir a la justicia internacional para resolver el problema del Silala haya motivado el "aumento” del "patrullaje” militar chileno cercano a la frontera. 
Al respecto, en los últimos cinco años, se ha hecho evidente que las denuncias que ha venido haciendo Evo Morales sobre: 1) el exagerado armamentismo de Chile; 2) las minas antipersonal y antitanque que mantiene enterradas en su lado de la frontera; 3) los ejercicios militares que realiza anualmente el Ejército de ese país cerca de Bolivia y Perú;  y 4) ahora, el establecimiento de una base militar también muy cercana de nuestro territorio  revelan una clarísima y manifiesta intención de mostrar al Gobierno de La Moneda tal como es: socialista y pacifista en el discurso, pero neoliberal y militarista en la práctica. De hecho, a pesar de que la diplomacia chilena se ha esforzado en los últimos cinco lustros por limpiar la mala imagen internacional que le dejó la dictadura de Pinochet y lo han logrado en buena medida, hay que reconocerlo,  todavía no ha dejado de lado su deplorable política de disuasión (Estrategia Nacional de Seguridad y Defensa 2012 – 2024), que se fundamenta en el paradigma que ha guiado el accionar de Chile históricamente: "por la razón o la fuerza”.      
Pero lo que más llama la atención es que aun cuando las intenciones del Presidente boliviano son claras y manifiestas, las autoridades chilenas siguen sin comprender que su política reactiva, que ahora se manifiesta en reacciones contradictorias e insólitas, ha contribuido poderosamente a levantar más polvo sobre toda esta controversia boliviano-chilena que es precisamente lo que busca Evo Morales con sus denuncias, mostrar  al mundo que Chile es un mal vecino. 
En este aspecto, Evo Morales, principal conductor y único ejecutor de la política exterior boliviana, ha logrado marcar el ritmo de las relaciones con Chile, interponiendo demandas (CIJ, Aladi), anunciando más procesos judiciales y capitalizando cada movimiento militar chileno en favor de sus pretensiones político-estratégicas. Al otro lado, la diplomacia chilena, que en orden de importancia se halla representada por el Canciller, el Agente de Chile ante la Corte Internacional de Justicia, la Presidenta, el Ministro de Defensa y últimamente, la Alcaldesa de Antofagasta,  no ha logrado contrarrestar ni jurídica, ni política  ni comunicacionalmente lo hecho por el mandatario boliviano.     
Karen Rojo, Alcandesa de Antofagasta, Fuente: YouTube
En este selecto grupo de la diplomacia chilena se podría incluir a la subsecretaria de Defensa, Paulina Vodanovic, que fue la encargada de manifestar, a nombre de su gobierno, unas palabras que confirmaron implícitamente el retroceso de establecer una base militar a 15 kilómetros de nuestro país. En efecto, la citada autoridad informó desde Cariquima, donde llegó en un avión militar Hércules (Cariquima cuenta con una pista de aterrizaje a pesar de tener tan sólo 80 habitantes) acompañada de una comitiva de diputados y periodistas: "Esto no es una base militar. Lo que hay aquí son labores propias del Ejército, en un número de 12 personas y de apoyo a la comunidad”. Lo cual, naturalmente fue celebrado por Morales, que aprovechó la ocasión para saludar "el retroceso de instalar una base militar en la frontera con Bolivia y Perú” y dijo que espera que sea el "mensaje de la presidenta Bachelet”.  
Efectivamente, aunque las autoridades chilenas difícilmente reconocerán el retroceso y mucho menos que lo hicieron por las protestas de Morales, es importante que lo hayan hecho porque nuestros problemas no se resolverán con despliegues militares ni políticas de disuasión, sino con esfuerzos sinceros por cumplir lo acordado de buena fe y con políticas de buena vecindad.