miércoles, 10 de octubre de 2018

El fallo final de La Haya

El 1ro de octubre de 2018, la Corte Internacional de Justicia emitió su fallo final en el caso sobre la "Obligación de negociar un acceso al Océano Pacífico. Bolivia v. Chile". Al respecto tuve la oportunidad de comentar las primeras repercusiones en los siguiente programas de televisión:

En Jaque Mate de TVU, 01/10/2018



En Hora 23 de Bolivisión, 02/10/2018


En Esta Casa no es Hotel de ATB, 07/10/2018






  

martes, 2 de octubre de 2018

El terrible fallo de La Haya

¿Por qué la Corte omitió referirse a los acuerdos de 1923 y 1926?, ¿por qué no se pronunció sobre lo que ofrecieron y aceptaron los cancilleres de Chile Luis Izquierdo y Jorge Matte en esos años? 
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Fuente: euronews
Por: Andrés Guzmán Escobari
Publicado en Página Siete 

La sorpresiva decisión de la Corte Internacional de Justicia, de resolver por 12 votos a 3, que Chile no adquirió la obligación de negociar un acceso soberano al Océano Pacífico y que, consecuentemente, rechaza los otros pedidos de Bolivia, también por 12 votos a 3, debe llevarnos a una profunda reflexión y autocrítica para replantear y reformular nuestro objetivo más que centenario de recuperar una salida soberana al mar, pues tal como coincidimos la gran mayoría de los bolivianos, no existe ni la más mínima posibilidad de claudicar.
La nueva estrategia y el ámbito en que será aplicada tendrán que definirse en base al contexto que nos depara el devenir del siglo XXI. No obstante, antes de proceder, cabe preguntarse ¿qué pasó?, ¿realmente lo hicimos tan mal? Porque ante semejante resultado, parece que presentamos una demanda totalmente alejada de la realidad y sin ningún sustento jurídico.

Al respecto, ¿fue acertado incluir el Acta Protocolizada de 1920 entre los acuerdos bilaterales que supuestamente generaban obligaciones, cuando ese mismo documento contiene una frase que aclara: “las presentes declaraciones no encierran estipulaciones que generen derechos ni obligaciones…”?, la respuesta es no.
Asimismo, ¿valió la pena invocar tantas fuentes del derecho internacional como los acuerdos bilaterales, los actos unilaterales, la aquiescencia, el stoppel y las expectativas legítimas, además de los argumentos basados en las Cartas de la ONU y OEA, dando la impresión de que nos amparábamos en una mezcolanza de instrumentos que se acumulan pero que no demuestran la existencia de una obligación de negociar? La respuesta también parece ser negativa.
Al respecto, debo aclarar que no pretendo desconocer que apoyé viva y públicamente lo que se planteó, porque sinceramente pensaba que la contundencia de nuestra demanda radicaba justamente en la gran cantidad de instrumentos y momentos que se presentaban como prueba de que Chile había adquirido una obligación de negociar. Sin embargo, ante la evidencia de que estaba equivocado me pregunto, ¿no debieron nuestros abogados haber advertido esto?
Por otra parte, si bien tampoco pretendo poner en duda la seriedad y probidad de la Corte, como lo hicieron los chilenos cuando perdieron con el Perú y en la fase preliminar de este mismo caso, ¿por qué la Corte omitió referirse a los acuerdos de 1923 y 1926?, ¿por qué no se pronunció sobre lo que ofrecieron y aceptaron los cancilleres de Chile Luis Izquierdo y Jorge Matte en esos años? Es una duda con la que viviremos quienes pensábamos que al menos merecíamos una explicación al respecto.

Además, ¿por qué la Corte decidió menospreciar y devaluar al mecanismo de la negociación (par. 165) al situarlo entre otros métodos de resolución de conflictos cuando la tendencia mundial de la teoría en esta materia y la misma jurisprudencia de la CIJ colocan a la negociación como el mecanismo más apropiado y efectivo para solucionar problemas entre Estados?
Son las preguntas que me deja este fallo que lamentablemente no contribuyó a resolver el problema que genera el enclaustramiento geográfico boliviano, que seguirá poniendo en riesgo la paz y la seguridad de la región por algún tiempo más.

domingo, 30 de septiembre de 2018

La solución de medio camino: Morales - Piñera

Este intento se constituye en la prueba más clara y cercana de que en realidad sí es posible negociar este tema y que incluso las administraciones actuales pueden hacerlo cuando existe la voluntad política.
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Por: Andrés Guzmán Escobari 
Publicado en Oxigeno

A poco tiempo de conocer el fallo de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) sobre el caso registrado como “Obligación de negociar un acceso al Océano Pacífico, Bolivia v. Chile”, no parece que las condiciones estuviesen dadas como para retomar las negociaciones que se han iniciado e interrumpido muchísimas veces a lo largo de la historia.

El gobierno de La Moneda, después de anunciar que no negociará lo que Bolivia solicita, ha decidido cancelar unilateralmente las reuniones del Comité de Fronteras que era el único canal de diálogo oficial entre ambos gobiernos; y por si fuera poco, su Canciller, Roberto Ampuero, lejos de comprometerse a cumplir lo que dictamine la Corte cuando los periodistas se lo preguntaron, respondió con evasivas y nerviosismo.

Por su parte, el gobierno de La Casa Grande del Pueblo, tampoco ha hecho las gestiones necesarias como para generar un ambiente de negociación, conseguir el apoyo de la comunidad internacional y preparar al pueblo boliviano para un posible restablecimiento de las negociaciones con Chile. Muy por el contrario, nuestras autoridades han sido exagerada e innecesariamente agresivas con sus pares de Santiago, reduciendo así la predisposición del pueblo chileno hacia cualquier entendimiento; han defendido abiertamente a regímenes autoritarios en la ONU y la OEA, lo que nos ha valido el repudio de algunos países clave para las tratativas con el país del Mapocho; y han omitido por completo la evidente necesidad de definir entre los bolivianos qué queremos – qué entendemos por “acceso soberano” – y más importante aún, qué estaríamos dispuestos a dar en esa posible negociación.

No obstante, a pesar de este sombrío panorama, que nos lleva a pensar que no serán estos gobiernos los que negocien y resuelvan el asunto marítimo, la reciente revelación que hizo el periódico chileno La Tercera, respecto a que los gobiernos de Evo Morales y Sebastián Piñera habrían negociado este tema secretamente entre agosto y diciembre de 2011, nos devuelve de cierta manera las esperanzas.

En efecto, esa versión, que no ha sido desmentida hasta la fecha por ninguno de los dos gobiernos, se constituye en la prueba más clara y cercana de que en realidad sí es posible negociar este tema y que incluso las administraciones actuales pueden hacerlo cuando existe la voluntad política. De hecho, llama la atención que esas tratativas se hayan podido desarrollar precisamente cuando las relaciones político-consulares boliviano-chilenas se hallaban en muy mal momento.

Al respecto, cabe recordar que: en febrero de ese año, el General René Sanabria de la Policía Boliviana fue detenido por tráfico de drogas en un operativo realizado conjuntamente por la DEA de Estados Unidos y Carabineros de Chile, cosa que molestó mucho a Evo Morales porque no se le informó a pesar de los acuerdos que se habían firmado entre La Paz y Santiago para compartir información sobre narcotráfico; en marzo, el presidente Morales anunció por primera vez su intención de demandar a Chile, lo que fue considerado por Piñera como “un serio obstáculo para las relaciones de ambos países” y el Ministro de Defensa, Andrés Allamad, aseguró que las Fuerzas Armadas de Chile se encuentran en condiciones de hacer respetar los tratados y de cautelar la soberanía chilena; y en junio, 14 soldados bolivianos fueron detenidos cerca de la frontera por Carabineros chilenos que bajo acusaciones de robo y porte ilegal de armas, los enmanillaron, engrillaron y encapucharon como si se tratara de delincuentes de alta peligrosidad, y si bien fueron liberados sin culpa al poco tiempo, el trato que recibieron agravó aún más las tensiones.   

Con esos antecedentes se iniciaron las negociaciones entre Walker San Miguel de Bolivia y Jorge Bunster de Chile, que fueron designados por sus respectivos gobiernos para llevar a cabo estos entendimientos de manera reservada. A pesar de que el chileno aclaró, desde un principio, que la soberanía no estaba sobre la mesa, ambos convinieron en que se trataba de una solución “de medio camino”, “con horizonte de soberanía”, tal como informa La Tercera (2/09/2018).

En las tratativas, que se desarrollaron en 5 reuniones celebradas en Mendoza, Buenos Aires, Arica, Calama y Santa Cruz, se avanzó en un arreglo que consistía en dos enclaves sin soberanía para Bolivia: uno de tipo industrial en algún punto cerca de Iquique (Pisagua, Punta Patache o Patillos) o en Mejillones, “en la línea de lo que fuera el entendimiento Lagos-Banzer”, y el otro enclave para fines turísticos y eventualmente comerciales, que sería entregado en comodato por 99 años en la playa Las Manchas, situada al norte de Arica, fuera de la zona portuaria y aeroportuaria del lugar. Por esa razón, también se habló de que Chile transfiera a Bolivia un muelle en el puerto de Arica y una terminal o faja de aterrizaje en el aeropuerto de Chacalluta.

Para que Bolivia pueda acceder a esos dos enclaves no soberanos, el negociador boliviano propuso que la administración de los ferrocarriles Arica - La Paz y Oruro - Antofagasta, así como de la carretera Arica – Tambo Quemado, pasen a manos del Estado boliviano. Lo cual fue rechazado por el chileno.

En cambio, Bolivia debía desistir de su demanda, levantar el veto a la venta de gas a Chile y resolver el tema de la Constitución, es decir cambiar o eliminar la disposición que obliga al Ejecutivo a renegociar los tratados que sean contrarios a la Carta Magna, puesto que, según el gobierno chileno de entonces, el Tratado de Paz y Amistad de 1904, sería uno de ellos.   

Este interesante arreglo de medio camino, que además comprendía una solución para el tema del Silala, similar a la que se había negociado en 2009, no pudo concretarse, siempre según La Tercera, debido a que San Miguel consideró que lo ofertado por Chile era “muy poco significativo como para aspirar a ser ‘una solución de medio camino’”.

En su último informe, Bunster le decía a Piñera: “Parece claro que los vientos internos en Bolivia van en la dirección de construir la demanda marítima…”.  

Por lo dicho, queda claro que la revelación de La Tercera, que seguramente fue publicada con la intención de descomponer aún más las relaciones entre ambos países y quizás eliminar las expectativas bolivianas por hablar de soberanía; es en realidad un muy buen antecedente que sin duda podría servir para retomar las tratativas boliviano-chilenas sobre el asunto marítimo, más aún si la Corte nos da la razón y obliga a Chile a sentarse a negociar un acuerdo que le devuelva a nuestro país un acceso plenamente soberano al Océano Pacífico.

miércoles, 26 de septiembre de 2018

Los días previos al fallo de La Haya

El 1º de octubre de 2018, el presidente de la Corte Internacional de Justicia leerá el fallo final del proceso "Obligación de negociar un acceso al Océano Pacífico, Bolivia v. Chile". Al respecto tuvo la oportunidad de participar en las siguientes entrevistas.

En Todo a Plumón de Cadena A, 24/09/2018


En QNMP de Red UNO, 18/09/2018


En El Pentágono de TVU, 30/09/2018

miércoles, 8 de agosto de 2018

Las elecciones colombianas

El 7 de agosto de 2018 se realizó el cambio de mando en Colombia, de Juan Manuel Santos a Iván Duque. Sobre las repercusiones y señales diplomáticas, tuve la oportunidad de emitir mi opinión en la siguiente entrevista.   


En QNMP de Red Uno (07/09/2018), con Maria Delgado

jueves, 29 de marzo de 2018

Alegatos orales sobre el caso Bolivia v. Chile

Entre el 19 y 28 de marzo de 2018 se desarrollaron los alegatos orales sobre el fondo del proceso iniciado por Bolivia ante la Corte Internacional de Justicia, para que ésta falle y declare que Chile tiene la obligación de negociar un acceso soberano al Océano Pacífico. Al respecto, tuve la oportunidad de comentar lo sucedido en el programa Hora 23 de la red Bolivisión.

Hora 23, Red Bolivision, 26/03/2018 


Hora 23, Red Bolivision, 27/03/2018 

domingo, 25 de marzo de 2018

Bolivia y Chile en un momento histórico

Ambos Estados deben negociar y encontrar la fórmula que satisfaga a todas las partes: un win-win.Por: Claudio Coloma y Andrés Guzmán Bolivia y Chile en un momento histórico
Chile y Bolivia están en plena fase oral de uno de los dos juicios que tienen en la Corte Internacional de Justicia. Lo que se busca determinar en este caso es si el primero tiene o no la obligación de negociar un acuerdo que le dé al segundo un acceso plenamente soberano al Océano Pacífico. Este será un hito importante en la larga historia de desencuentros que ha separado a nuestros dos países desde 1879, e incluso antes. 
El hecho de que Chile busque defender la inexistencia de dicha obligación no evitará que se haga evidente, ante los ojos del mundo, las reiteradas ocasiones en que el Estado chileno ofreció resolver el asunto marítimo boliviano a través de un arreglo negociado que consideró en ciertas ocasiones la cesión de soberanía.  
Así, la demanda boliviana dejará establecido que, durante más de un siglo, ambos países buscaron poner final enclaustramiento boliviano mediante una negociación que, de haber sido exitosa, habría supuesto una modificación territorial.

Han sido numerosos los presidentes, cancilleres y embajadores chilenos que manifestaron su voluntad de alcanzar una solución con soberanía en el ámbito bilateral. Desde Domingo Santa María González, durante la Guerra del Pacífico; pasando por Luis Barros Borgoño, Emilio Bello Codesido, Arturo Alessandri Palma, Luis Izquierdo, Miguel CruchagaTocornal, Beltrán Mathieu Andrews, Jorge Matte Gormaz, Gabriel González Videla, Horacio Walker Larraín y Manuel Trucco Gaete; hasta Augusto Pinochet Ugarte y Patricio Carvajal Prado en los años 70.


Pero también quedará como evidencia, paradójicamente, que este problema dejó de abordarse con el mismo grado de entendimiento y compromiso desde que se restablecieron los gobiernos democráticos chilenos en 1990. Pues aun cuando el tema fue parte de la agenda bilateral, nunca más se ofreció una solución con soberanía.

Por esta razón, la determinación conjunta de iniciar conversaciones respecto a una “agenda sin exclusiones” durante el gobierno de Eduardo Frei, y luego, el compromiso de “presentar, así como alcanzar soluciones concretas, factibles y útiles” respecto al tema marítimo durante la primera administración de Sebastián Piñera, generaron la necesidad boliviana de reencauzar las conversaciones hacia la senda de las soluciones con soberanía, tal como había sido históricamente.

Lo que fue recogido implícitamente en la demanda que el gobierno de Evo Morales interpuso ante la CIJ en 2013.
Por todo esto, no es ilógico sostener que las probabilidades de que Bolivia gane el juicio sean altas.

Debemos tomar en cuenta que las fuentes del Derecho Internacional que está usando quedaron rotundamente validadas en las excepciones preliminares y, además, los antecedentes entregados por Bolivia representan muy bien lo que se entiende por acuerdos bilaterales, actos unilaterales y práctica diplomática.
En este punto, aunque también es cierto que muchos bolivianos esperan que la Corte resuelva el asunto directamente y les devuelva una salida soberana al mar, debido principalmente a las grandes expectativas que han generado las declaraciones de algunos de los personeros de Palacio Quemado; es preciso tener presente que el fallo de la Corte no resolverá el asunto ni aun cuando resulte totalmente favorable a Bolivia, sino que solo podría contribuir a resolverlo mediante una negociación, y esa negociación podría no iniciarse inmediatamente, sino solo después de que se generen las condiciones necesarias. 

Además, dado que las autoridades chilenas ya han adelantado que no están dispuestas a reconocer “fallos creativos”, no podríamos afirmar con seguridad que estamos cerca del final. 

A pesar de esto, si la Corte fallara a favor de Bolivia, pero no se lograse concretar un arreglo negociado en el corto plazo, el fallo significará igualmente un gran avance para los intereses bolivianos. El logro consistiría en que Chile, un país que reitera incansablemente su vocación de respeto al Derecho Internacional, cargaría con el peso de tener pendiente una obligación de negociar de buena fe un acceso soberano al mar para Bolivia.

La historia de las relaciones de nuestros países nos demuestra que la posibilidad de iniciar una negociación formal para alcanzar un acuerdo definitivo estará, y ha estado siempre, presente en los diversos escenarios que podamos analizar. 

Cuando se abra una nueva etapa de negociación, ya sea porque la Corte así lo dictamine o porque la inercia de la historia nos lleve una vez más a la mesa de las negociaciones, entonces será el momento para que Bolivia proponga algo que realmente les interese a los chilenos, y también será el momento para que Chile actúe en consecuencia, de buena fe y con la verdadera voluntad política para resolver el tema.

Con esto no queremos decir que uno o ambos estados deban negociar renunciando a sus propios intereses nacionales. Todo lo contrario: se debe encontrar la fórmula que haga posible un acuerdo que beneficie y satisfaga a todas las partes que de una u otra manera podrían participar. Lo que, en teoría de la negociación, se denomina un acuerdo ganar-ganar (win-win).


Por último, debemos tomar en cuenta cómo se han enriquecido las posibilidades de solución gracias a las nuevas formas de entender el concepto de soberanía. Por ello, quienes escribimos estas líneas creemos firmemente que, con pragmatismo, creatividad, voluntad política y buena fe, nuestros gobernantes -sean los actuales o los que vayan a venir- podrán resolver este problema de una vez y para siempre.

domingo, 11 de marzo de 2018

La demanda marítima más allá de La Haya

Lo más importante y necesario en estos momentos es contar con una estrategia que nos permita afrontar el fallo de la CIJ, sea cual fuere su tenor.

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Bandera del Litoral. Fuente: Los Tiempos
Por: Andrés Guzmán Escobari

El mes de marzo de 2018 comenzó con grandes expectativas en Bolivia respecto a lo que ocurrirá con nuestra demanda marítima en La Haya, donde una nutrida delegación boliviana, compuesta por las más altas autoridades del país – actuales y del pasado reciente –, asistirá a las audiencias orales del caso registrado en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) como “Obligación de negociar un acceso al Océano Pacífico. Bolivia v. Chile”.

Las expectativas son grandes no sólo porque se trata de un tema de altísima importancia para el país, sino también porque lamentablemente se han creado falsas esperanzas en el pueblo boliviano respecto a lo que podría dictaminar la Corte.

Ciertamente, debido a que algunas autoridades han dicho que “estamos por primera vez muy cerca de volver al Pacífico con soberanía” y “esperamos que [esta historia] termine con un fallo justo, certero y correcto que nos devuelva a los bolivianos nuestro derecho de ser un país con un acceso soberano al mar…”; muchas personas que no conocen los pormenores del caso creen sinceramente que la CIJ puede obligar a Chile a cederle a nuestro país una salida soberana al Océano Pacífico o que ese tribunal puede reconocer la existencia de un derecho al mar para Bolivia, lo que en realidad no es cierto ni tampoco posible.

De acuerdo a lo que hemos solicitado en nuestra demanda y a las facultades que tiene la CIJ, lo máximo que podemos esperar, en el mejor de los casos, es que ese alto tribunal falle y declare que Chile tiene la obligación de negociar de buena fe un acuerdo que le dé a Bolivia un acceso plenamente soberano al Océano Pacífico. Lo cual si bien representaría un gran avance, inédito en la amarga historia que hemos vivido los bolivianos en este tema, plagada de frustraciones, burlas y promesas incumplidas; es altamente discutible que estemos más cerca del mar que nunca si consideramos que en 1895, 1920, 1926, 1950, 1961 y 1975 Chile se comprometió o prometió negociar soberanía.

Por otra parte, tampoco podemos esperar que la CIJ nos devuelva nuestro derecho a ser un país marítimo porque sencillamente no hemos pedido eso. De hecho, después de que Chile intentó cuestionar el objeto de nuestra demanda en su objeción preliminar de competencia, aduciendo que Bolivia estaría buscando que se le reconozca un supuesto derecho a poseer un acceso soberano al mar de manera encubierta; la Corte tuvo que aclarar en su fallo (par. 32) que la demanda boliviana no solicita ese reconocimiento y que si bien puede suponerse que el acceso soberano al mar es el objetivo último de Bolivia, es necesario distinguir entre ese objetivo y la controversia presentada a la Corte que versa únicamente sobre la existencia de una obligación de negociar un acceso soberano al mar y el deber que tiene Chile de cumplir con esa obligación.

Con esto no quiero decir que la demanda haya sido un error, todo lo contrario, creo que es lo mejor que pudimos haber hecho dadas las circunstancias que nos tocó vivir después de que el gobierno chileno de Sebastián Piñera interrumpió las negociaciones de la Agenda de 13 puntos a finales de 2010, que habían sido iniciadas auspiciosamente durante la primera administración de Michel Bachelet. Pero también considero que es importante ser claros en esto, el fallo no nos devolverá el mar, sólo podría contribuir a que lo recuperemos mediante una negociación y el éxito de esa posible negociación dependerá única y exclusivamente de las partes.

Esto es importante aclararlo y sería bueno que también lo aclaren nuestras autoridades, para evitarles una nueva frustración a todos esos bolivianos que están esperando más de lo que podemos lograr en este juicio y para iniciar además un proceso de socialización y debate, en el que nos preparemos como sociedad para los posibles escenarios que se abrirán después del fallo de la CIJ.
Si la Corte falla a favor de Bolivia, entonces será imprescindible contar con un consenso generalizado entre bolivianos respecto a qué queremos, qué entendemos por “acceso soberano” y lo más importante y difícil de todo: qué estaríamos dispuestos a dar para obtener lo que estamos buscando.

La definición de estos temas entre los bolivianos les daría a nuestros gobernantes y futuros posibles negociadores una idea más clara de qué debemos pedir en esa posible negociación y qué podemos ofrecer. En este punto, es también una realidad no atribuible al actual gobierno, que muchos bolivianos esperan un resarcimiento total de parte de Chile, en el que se compense, redima y remedie el daño infligido a Bolivia a partir de 1879. Lo cual, si bien es absolutamente comprensible y legítimo, no resulta realista ni conveniente considerando nuestra realidad en términos de poder relativo frente Chile y las posibilidades que ofrece el derecho internacional a países como el nuestro para resolver este tipo de injusticias.

Por eso es necesario flexibilizar esas viejas posturas que exigen un resarcimiento total y que no quieren que Chile obtenga más beneficios de un acuerdo con Bolivia, porque lo único que hacen es perpetuar nuestro encierro geográfico.

Pero volviendo al manejo político del asunto, debemos estar conscientes de que llevar a varios personajes políticos a La Haya o coser la bandera más larga del mundo, no nos devolverán el mar. Lo que verdaderamente podría ayudar es la elaboración de una estrategia diplomática para lo que vaya a venir, que incluya las conclusiones de ese debate interno que se requiere hacer entre bolivianos, que considere las teorías de la negociación y que priorice a nuestros intereses nacionales por encima de los nacionalismos y las ideologías.

Con esto tampoco estoy diciendo que está mal que se conforme una gran comitiva para las audiencias orales o que se confeccione una gran bandera de nuestra Fuerza Naval, al contrario, esas iniciativas promueven la unidad entre bolivianos y hacen que nuestra causa se fortalezca y se conozca más en el mundo. Pero lo más importante y necesario en estos momentos, valga repetirlo, es contar con una estrategia que nos permita afrontar el fallo de la CIJ, sea cual fuere su tenor. 

Finalmente, cabe señalar que es totalmente legítimo que un gobierno aproveche los réditos políticos de una gestión emprendida por cuenta propia, más aún si se trata de una medida que nadie más se atrevió a tomar en el pasado; pero cuando ese aprovechamiento sobrepasa el límite de la realidad y genera falsas expectativas, pierde gran parte de su legitimidad y se convierte en una bomba de tiempo para sus promotores. 

lunes, 5 de marzo de 2018

Preparativos para la fase oral del juicio sobre la demanda marítima

A pocos días de iniciarse la fase oral del proceso registrado en la Corte Internacional de Justicia como "Obligación de negociar un acceso al Océano Pacífico. Bolivia v. Chile", el gobierno de La Paz anunció una serie de actividades que se llevarán a cabo para mostrar la unidad y el interés de los bolivianos en este tema, entre las cuales destacan la conformación de una nutrida y variopinta comitiva que asistirá a las audiencias orales y la confección de la bandera más larga del mundo, en apoyo a la causa marítima.

Al respecto tuve la oportunidad de participar en la siguiente entrevista conducida por Priscila Quiroga.

En A Todo Pulmón de Cadena A, 02/03/2018 

miércoles, 14 de febrero de 2018

La invasión de 1879: el origen de la conflictividad boliviano-chilena

La invasión de 1879, además de marcar el inicio de la Guerra del Pacífico, dio paso a un periodo de ciclos de aproximación y distanciamiento, en los que cada cierto tiempo Chile ofrece negociar una salida soberana al mar para Bolivia y luego se desentiende.
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El desembarco de las tropas chilenas en el puerto boliviano de Antofagasta
Por: Andrés Guzmán Escobari
Las relaciones entre Bolivia y Chile se han caracterizado por sus largos periodos de conflictividad y por sus fugaces pero no escasos momentos de entendimiento y cordialidad. De hecho, esa realidad nos muestra que se han registrado claros e innegables altibajos a lo largo de la historia boliviano-chilena, marcados principalmente por las agresiones militares, las negociaciones directas y las promesas incumplidas.
En la actualidad ambos Estados se encuentran doblemente enfrentados en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) por el caso sobre la Obligación de negociar un acceso al océano Pacífico y por la Disputa sobre el estatus y uso de las aguas del Silala. Lo que nos permite vislumbrar un futuro con menos problemas que resolver, siempre y cuando las decisiones de la CIJ contribuyan verdaderamente a ese objetivo. 
No obstante, para llegar a eso, es decir, para resolver los problemas que por tanto tiempo nos han distanciado a bolivianos y chilenos, es necesario comprender cuál es el origen de la conflictividad que ha predominado a lo largo del tiempo y que aún subsiste.
Al respecto, aunque muchos entendidos en el tema sitúan el origen de la conflictividad boliviano-chilena en el surgimiento de la Confederación Perú-Boliviana, que provocó las dos primeras agresiones de Chile en contra de Bolivia y Perú en 1837 y 1839, o en la aprobación de la ley chilena del 31 de octubre de 1842, que declaró “de propiedad nacional” parte del litoral boliviano que hasta ese momento no había sido disputado por Santiago; en mi opinión, el hito fundacional y determinante de dicha conflictividad está en la invasión del 14 de febrero de 1879, que además de marcar el inicio de la Guerra del Pacífico dio paso a un periodo de ciclos de aproximación y distanciamiento entre ambos países, en los que cada cierto tiempo Chile ofrece negociar una salida soberana al mar para Bolivia y luego se desentiende.
Ciertamente, la primera vez que eso ocurrió fue poco después de la invasión chilena, a mediados 1879, cuando Chile, en su afán por culminar la guerra lo antes posible y con una victoria aplastante sobre el Perú, ofreció a Bolivia una alianza militar para que nuestro país apoye sus pretensiones de ocupar territorios peruanos. Lo cual, además de que habría supuesto una imperdonable traición al Perú, incluía una especie de canje territorial en el cual los bolivianos habríamos tenido que ceder todo nuestro Litoral y Chile nos habría ayudado a conseguir una salida soberana al mar a través del sur peruano.
Si bien la propuesta chilena fue terminantemente rechazada por las autoridades bolivianas, quienes la pusieron en conocimiento de sus pares peruanos, los gobiernos chilenos volvieron a presentarla varias veces más, durante y después de la contienda. De hecho, según el historiador boliviano Luis Fernando Alcázar, Chile ofreció una alianza a Bolivia en contra del Perú en 14 oportunidades.     
Terminada la guerra y después de un breve periodo de desencuentros en los que Chile no quiso hablar del tema, las conversaciones se reiniciaron nuevamente y luego se interrumpieron, y así sucesivamente hasta llegar a la última ocasión en la que Chile aceptó negociar este tema formalmente.
En efecto, a mediados de 2006, los gobiernos de Michelle Bachelet y Evo Morales iniciaron un proceso de negociación que incluyó el tema marítimo en el punto sexto de la Agenda que tenía un total de 13 puntos de interés bilateral. Dicho proceso de negociación alcanzó su punto de mayor avance sobre el tema marítimo en julio de 2010, cuando el Gobierno chileno, al mando de Sebastián Piñera, aceptó suscribir un compromiso formal de “proponer así como alcanzar soluciones concretas, factibles y útiles en la próxima y sucesivas reuniones…”.
No obstante, al poco tiempo y sin dar explicaciones, Chile decidió cancelar la próxima reunión que tenía que realizarse en noviembre de 2010 en Arica y nunca más se pudo avanzar ni en el tema marítimo ni en ninguno de los otros 12 puntos de la Agenda, muy a pesar de que se intentó reactivar las negociaciones cuando ambos presidentes decidieron delegar esa responsabilidad a los dos cancilleres en diciembre de 2010.
El 23 de marzo de 2011, después del último llamado que hizo el presidente Morales al diálogo y a presentar “una propuesta concreta”, que fue considerada como un “ultimátum” por algunas autoridades chilenas, el propio Morales anunció que demandaría a Chile ante tribunales internacionales. 
Al cabo de casi dos años, el Gobierno boliviano concretó ese anuncio con la presentación de una demanda ante la CIJ, en la que solicita que esa Corte falle y declare que Chile tiene la obligación de negociar de buena fe un acuerdo que le permita a Bolivia acceder soberanamente al océano Pacífico, sobre la base de los diversos compromisos y promesas que el Estado chileno asumió y formuló a lo largo de la historia.  
Es así como hoy cobra importancia la invasión de 1879, que es el hito histórico fundamental y determinante de la conflictividad boliviano-chilena y que nos permite comprender cómo llegamos donde estamos, pues de no haberse producido ese hecho, nunca se habrían iniciado los ciclos de aproximación y distanciamiento que se registraron en nuestra historia común, y como consecuencia Bolivia jamás habría presentado su demanda que pretende cambiar esa lógica de acercamientos y alejamientos que han caracterizado a nuestras relaciones en los últimos 139 años.  

jueves, 1 de febrero de 2018

La fase oral del juicio sobre la demanda maritima

El pasado 17 de enero de 2018, la Corte Internacional de Justicia anunció que los alegatos orales en el caso concerniente a la "Obligación de negociar un acceso al Océano Pacífico" (Bolivia v. Chile), serán llevados a cabo entre el lunes 19 y el miércoles 28 de marzo de 2018, en el Palacio de la Paz en La Haya, sede de la Corte. Al respecto, tuve la oportunidad de emitir mi opinión en las siguientes entrevistas.

Hora 23 de Red Bolivisión, 29/01/2018


En Todo a Pulmón de Cadena A, 29/01/2018

jueves, 11 de enero de 2018

La visita del Papa a Chile y el tema del mar

Considerando la tradición diplomática de la Santa Sede y el perfil del actual Sumo Pontífice, bien podríamos esperar un nuevo pronunciamiento del papa Francisco sobre el tema marítimo boliviano durante su visita a Chile.  

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El gobierno de la Iglesia católica o Santa Sede posee la diplomacia más longeva y extendida del mundo. A partir del siglo XV comenzó a tener relaciones con algunos actores europeos del sistema internacional y luego, al promediar el siglo XVI, empezó a intercambiar representantes permanentes con diversas cortes, principados y Estados-nación del viejo continente. 

Actualmente la Santa Sede mantiene relaciones diplomáticas con 180 Estados, tiene asiento en 16 organismos internacionales, incluyendo la ONU y la OEA, y cuenta con casi 3.000 diócesis o iglesias particulares desplegadas en más de 190 países, lo que la convierte en una de las Cancillerías mejor informadas del planeta.

Esa larga tradición diplomática y ese amplísimo despliegue a nivel global, le han dado a Su Santidad, el papa, un peso especial en la geopolítica mundial y en la resolución de conflictos internacionales que bien podría aplicarse al caso del diferendo marítimo entre Bolivia y Chile, ya sea mediante lobby, buenos oficios o si las partes así lo convienen, mediación.

La diplomacia vaticana

El papa Juan Pablo II, que dirigió a la Iglesia católica entre 1978 y 2005, supo utilizar las herramientas de la diplomacia vaticana y su autoridad moral en el mundo para ayudar a resolver algunos conflictos. Un caso cercano es el de Argentina y Chile, que gracias a la mediación papal, en 1984, lograron solucionar pacíficamente el entuerto del canal del Beagle, que estuvo a punto de provocar una guerra a finales de los años 70. 

Otro caso emblemático es de su propio país, Polonia, donde el apoyo del Sumo Pontífice a los movimientos católicos y democráticos que se levantaron en contra del gobierno ateo y autocrático de entonces, fue fundamental para conseguir la transición democrática que se inició en 1990.

Continuando esa política que contribuyó a terminar con la guerra fría, que mantuvo en vilo a todo el mundo durante casi 70 años, el papa Francisco I intentó resolver uno de los últimos conflictos que dejó aquel tenso periodo: la divergencia político-ideológica entre Cuba y Estados Unidos. Ciertamente, a finales de 2014, el primer papa latinoamericano, después de haberse comunicado con los presidentes Raúl Castro y Barak Obama, logró acercar a las partes en un histórico acuerdo que supuso el restablecimiento de las relaciones diplomáticas cubano-estadounidenses después de más de medio siglo de interrupción, y aunque ese gran paso fue revertido después por el actual presidente de los Estados Unidos, su concreción en ese momento alumbró el camino del entendimiento pacífico y negociado que seguramente será retomado en el futuro.

“Estoy pensando en el mar”

Considerando el perfil que tiene Jorge Mario Bergoglio, que ha decidido darle un cariz más humano a la Iglesia católica y un rol de mayor preponderancia en el concierto internacional, y teniendo en cuenta también que se trata de un ciudadano argentino que conoce mucho más de cerca el problema marítimo boliviano que sus antecesores; bien podríamos esperar que se vuelva a pronunciar al respecto durante su visita a Chile, para al menos intentar un acercamiento que tienda a resolver el problema. Todo ello respetando lo que dice la Biblia sobre el valor de la palabra empeñada y la sincera aplicación de la buena voluntad, que es precisamente lo que pide la demanda que Bolivia presentó ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), con el propósito de recuperar un acceso soberano al mar.

Pues muy a pesar del impertinente pedido que le hizo el Embajador de Chile ante la Santa Sede, Mariano Fernández, de abstenerse de opinar sobre el tema marítimo, el papa Francisco podría reiterar lo que dijo en Bolivia en julio de 2015, cuando a tiempo de llamar al diálogo expresó esas emotivas palabras que marcaron la historia: “estoy pensando en el mar”.

Decimos que podríamos esperar un nuevo pronunciamiento papal porque en esa anterior ocasión la diplomacia chilena también intentó evitar un comentario del papa sobre el tema. Tanto así que la misma Presidenta y el Canciller de Chile viajaron al Vaticano durante el primer semestre de 2015 para solicitar la “neutralidad” del Sumo Pontífice. No obstante, como es evidente, esos esfuerzos no prosperaron.

“No es injusto” el anhelo boliviano

Al cabo de esa primera visita a nuestra región, que también incluyó a Ecuador y Paraguay, en el vuelo de retorno a Roma, la periodista boliviana Priscila Quiroga le preguntó si consideraba justo el anhelo boliviano de recuperar un acceso soberano al mar, a lo que el papa respondió: “Siempre hay una base de justicia cuando hay cambio de límites territoriales y sobre todo después de una guerra. Yo diría que no es injusto plantearse una cosa de ese tipo".  

En esa misma ocasión, Francisco recordó que en 1961 había visto un documental en el que se mostraba al escudo de Bolivia con 10 estrellas, que representaban a los nueve Departamentos del país y al Litoral perdido. "Me quedó grabado" aseguró Su Santidad, "eso era en el año 61, y ya entonces se veía que había un anhelo de recuperar el acceso al mar".

Conclusión 

Por todos estos diversos motivos, es decir por la importancia que tiene la Santa Sede en el mundo, por su tradición de involucramiento en la resolución de conflictos, por la autoridad moral que ejerce su máximo líder, por el perfil que el papa Francisco le ha dado a la diplomacia vaticana, por la cercanía del pontífice argentino a la causa marítima boliviana y por la coincidencia de valores en los que se funda la demanda de Bolivia ante la CIJ y la doctrina de la Iglesia católica; bien podríamos esperar un nuevo apoyo papal a la causa marítima boliviana que podría contribuir a resolver el problema definitivamente.

Una resolución que se podría alcanzar en un acuerdo que no sólo beneficie a Bolivia y a la integración regional, sino también a Chile y eventualmente al Perú, si fuera necesaria su participación de acuerdo al Protocolo adicional al Tratado de Lima de 1929.