Ante el alarmante incremento de las tensiones en el Indo Pacífico, resulta necesario y urgente retomar las discusiones sobre la seguridad colectiva y la defensa de nuestra región que antes se discutían el seno de la OEA.
Por: Andrés Guzmán Escobari
En las últimas semanas, las tensiones en el Indo Pacífico se han incrementado de manera alarmante, con un despliegue cada vez más impresionante de la Armada de Estados Unidos, que no ha dejado de navegar y realizar ejercicios militares junto a sus aliados en la zona, y con una presencia cada vez más consolidada de la República Popular China, que tampoco ha dejado de establecer bases militares en las islas artificiales que, según el Tribunal Permanente de Arbitraje (TPA) de La Haya, están fuera de su jurisdicción.
Al mismo tiempo, la República Islámica de Irán ha formalizado su ingreso a la Organización de Cooperación de Shanghái, conformada por China, Rusia, India y otros países de Asia central con el fin de contrapesar a la OTAN; y los gobiernos de Australia, Reino Unido y Estados Unidos han suscrito un pacto militar (AUKUS) que deja moribundo al Tratado de No Proliferación Nuclear y que aspira a contener el avance chino.
Ante esta inquietante realidad, que ha sido vista con preocupación por los principales procesos de integración del mundo, como la Unión Europea (UE) y la misma Asociación del Naciones del Sudeste Asiático (Asean), entre otros; habríamos esperado un pronunciamiento o al menos una discusión en nuestra Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), que hace poco celebró su sexta Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno en la ciudad de México. Sin embargo, nadie dijo nada al respecto, ninguno de los 31 países que estuvieron representados en la referida cumbre consideró necesario tocar este tema que, de terminar en una guerra, podría tomarnos desprevenidos y también desunidos a los latinoamericanos que, como nuestros pares en otros continentes, deberíamos tener un plan ante posibles ataques convencionales, nucleares, cibernéticos y hasta biológicos que podrían afectarnos ya sea directa o indirectamente.
Aunque los miembros de la Celac ya se han mostrado del lado del gigante asiático desde que se creó el Foro Celac-China, y ahora más con la salutación que el presidente Xi Jinping envió a los participantes de la cumbre, comprometiéndose a cooperar en la integración de la región; resulta evidente que por las diferencias ideológicas que vimos en la cumbre, no todos los países de la Celac quedarían del mismo lado en caso de estallar una guerra. De hecho, según las afinidades y posiciones de cada cual, unos se alinearían con quien representa la democracia, la libertad y la defensa de los derechos humanos; y los otros se colocarían del lado de quien promueve la no intervención en los asuntos internos de los Estados, la resolución pacífica de controversias y el establecimiento de un nuevo orden mundial.
Visto así, parecería que ya podemos predecir quiénes estarían de un lado y del otro, pero si profundizamos el análisis y consideramos lo que verdaderamente está en juego, es decir, la libre navegación de las aguas internacionales, las cosas tenderían a cambiar. En efecto, seguramente no muchos de los que habrían quedado del lado de China en una primera instancia permanecerían ahí si ese país decidiera continuar ejerciendo su soberanía mucho más allá del mar territorial y la zona económica exclusiva que le corresponden, más aún cuando el TPA ya estableció que eso no tiene base jurídica. Ahora bien, los impulsos antiestadounidenses de algunos países latinoamericanos son tales, que seguramente no apoyarían ni a uno ni a otro, con tal de no darle la razón a la Casa Blanca.
Un tercer filtro para una decisión de alineamiento o neutralidad es el que de hecho existe con relación al reconocimiento de Taiwán, pues hay varios países en la región que reconocen a Taipéi y no a Beijing como el verdadero gobierno chino, lo cual es un asunto directamente relacionado al escalamiento de la disputa en el Indo Pacífico, pero que por restricciones de espacio habría que analizar por separado.
Respecto a la ausencia de una visión geopolítica regional en la Celac, ésta no se debe a la falta de un enfoque político regional, porque en otros temas sí hubo propuestas, discusión y consenso (principalmente gracias a la Cepal en el caso del tema sanitario), sino que es el resultado del poco interés que tienen nuestros gobiernos por lo que ocurre fuera de Latinoamérica. Ante esta situación, resulta necesario y urgente retomar las discusiones sobre la seguridad colectiva y la defensa de nuestra región que antes se discutían el seno de la OEA, que justamente ahora y desde hace algunos años se quiere reemplazar con la Celac.
Ciertamente, aunque no hay consenso respecto al pretendido reemplazo, y parece que nunca lo habrá, queda claro que hay algunos temas de importancia geopolítica que aún no se han podido posicionar en la agenda de la Celac. En el caso específico de Bolivia, “el problema marítimo boliviano”, que ha sido considerado por la OEA como “un asunto de interés hemisférico permanente”, es un claro ejemplo de un tema que fue apoyado de manera contundente por el organismo interamericano, con nada menos que 11 resoluciones que aún están vigentes, pero que no se ha podido o no se ha intentado siquiera incluir en las discusiones de la Celac.
A nivel regional, no se puede desconocer que por más que nuestros gobiernos decidieran discutir estos temas en un futuro cercano, ningún esfuerzo estaría completo sin la participación del Brasil, que es la primera potencia latinoamericana y que, lamentablemente, ha decidido excluirse de las discusiones de la Celac, que en todo caso debería estar liderando. Basta con mirar el mapa para entender la importancia que reviste ese país, sin considerar la relevancia económica, militar y poblacional que tiene en esta parte del mundo. Es como si la UE tomara decisiones sin Alemania o que el T-MEC lo hiciera sin Estados Unidos, no tiene mucho sentido porque tanto las decisiones como la proyección internacional de la región pierden fuerza.
Finalmente, aunque tampoco podemos desconocer que los principales interesados en un posible alineamiento o posicionamiento de la región respecto a lo que ocurre en el Indo Pacífico son los protagonistas de aquella posible contienda, y que por tanto, son ellos quienes deberían convencernos o seducirnos de las ventajas o desventajas de apoyar a uno u otro; es importante recordar que esa fue justamente la motivación del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TTP) que Estados Unidos promovió en la región hace algunos años y al cual ya se habían sumado México, Chile y Perú, pero que fue increíblemente desahuciado por el gobierno de Donald Trump, y que China, como el principal acreedor de varios de nuestros países, ya tiene instalado un poderoso mecanismo de presión.