En Bolivia, cerca al 5% de las designaciones actuales provienen del escalafón diplomático, en contraste con países vecinos como Perú (más del 90%), Chile y Brasil (más del 80%).
Por: Andrés Guzmán Escobari
Publicado en Brújula Digital
El Servicio de Relaciones Exteriores de un país es la entidad encargada de ejecutar la política exterior, representar oficialmente al Estado ante la sociedad internacional y defender sus intereses tanto en el plano bilateral como en el multilateral. Está compuesto por un equipo técnico especializado en diplomacia, relaciones internacionales y otros campos relacionados, comparable, en términos funcionales, a las Fuerzas Armadas en el campo de la defensa. Actúa como un cuerpo profesional que asesora al Poder Ejecutivo y se encarga de implementar decisiones estratégicas, aunque la dirección de la política exterior sea una atribución del Presidente del Estado (artículo 172 de la Constitución Política del Estado).
La profesionalización del cuerpo diplomático permite
resguardar los intereses permanentes del Estado frente a los vaivenes
ideológicos o partidarios de los gobiernos de turno. Un servicio exterior
institucionalizado garantiza continuidad, coherencia, capacidad técnica y
proyección internacional de largo plazo, independientemente de los ciclos
políticos internos. Esto lo demuestran países con tradición institucional diplomática
como Brasil, Chile o Perú, donde más del 80% de los embajadores provienen de la
carrera diplomática profesional.
En Bolivia, los esfuerzos por institucionalizar la carrera
diplomática se remontan a 1954, cuando el presidente Víctor Paz Estenssoro creó
el Instituto de Estudios Internacionales “Antonio Quijarro” mediante el Decreto
Supremo N°3710. Este instituto, dirigido inicialmente por el ilustre
diplomático Jorge Escobari Cusicanqui, formó a los primeros diplomáticos de
Bolivia mediante programas de tres años de estudio riguroso.
Durante la década de 1960, su funcionamiento fue
interrumpido por decisiones de los gobiernos de turno. Sin embargo, en 1974, se
reactivó con un curso para los funcionarios del Ministerio de Relaciones
Exteriores. Al año siguiente, en 1975, el instituto fue renombrado como
Academia Diplomática “Antonio Quijarro”, bajo la dirección de Óscar Cerruto,
otro referente de la diplomacia boliviana. Esta etapa se mantuvo hasta 1993,
cuando se aprobó la Ley Nº1444 del Servicio de Relaciones Exteriores, durante
el gobierno de Jaime Paz Zamora.
Con esta ley, la Academia pasó a denominarse “Rafael
Bustillo”, en homenaje al diplomático boliviano que defendió los derechos del
país sobre las costas del Pacífico en el siglo XIX. Bajo ese nombre se
graduaron varias promociones más, hasta que, en 2013, durante el gobierno de
Evo Morales, se promulgó la Ley Nº465 del Servicio de Relaciones Exteriores del
Estado Plurinacional.
Esta nueva ley consolidó formalmente la carrera diplomática
en Bolivia, ratificó la existencia del escalafón diplomático y estableció que
el ingreso al Servicio de Relaciones Exteriores debía realizarse a través de la
Academia Diplomática Plurinacional (ADP), mediante convocatoria pública y
formación especializada. No obstante, la misma ley incorporó un mecanismo
alternativo de acceso: el ingreso por invitación directa del Ministro de
Relaciones Exteriores y convocatoria pública, lo cual abrió la puerta a la
incorporación de funcionarios sin los conocimientos técnicos ni la experiencia
necesaria para ejercer funciones diplomáticas.
A pesar de esta apertura discrecional, la Disposición
Transitoria Primera de la Ley 465 establecía que todos los servidores públicos
del Ministerio de Relaciones Exteriores debían adecuarse a las disposiciones de
la nueva ley, previa evaluación individual, en un plazo máximo de dos años.
Esto ofrecía una oportunidad para introducir criterios meritocráticos y evaluar
la permanencia de funcionarios que habían ingresado por designación política.
Sin embargo, en julio de 2021, el Tribunal Constitucional
Plurinacional, mediante la Sentencia Constitucional 0016/2021, declaró la
inconstitucionalidad tanto de esa Disposición Transitoria como del Decreto
Supremo 4240 —norma aprobada durante el gobierno de Jeanine Áñez que
reglamentaba el escalafón diplomático—. Esta decisión tuvo un efecto regresivo:
en lugar de fortalecer el principio de mérito y profesionalización en el acceso
al servicio exterior, dejó vigente una normativa ambigua que favorece la
discrecionalidad política por sobre la institucionalidad y la carrera
diplomática.
Por tales motivos, cuatro años después, la mayoría de los
cargos diplomáticos siguen ocupados por funcionarios designados políticamente,
sin carrera ni formación diplomática. Según la nómina oficial de embajadores y
cónsules publicada por el Ministerio de Relaciones Exteriores en junio de 2025,
cerca al 5% de las designaciones actuales provienen del escalafón diplomático,
en contraste con países vecinos como Perú (más del 90%), Chile y Brasil (más
del 80%).
Esta situación conlleva las siguientes consecuencias:
- Se
desaprovecha décadas de inversión estatal en formación diplomática.
- Se
reduce la calidad y continuidad de la política exterior.
- Se
debilita la representación internacional de Bolivia, al ser asumida por
funcionarios sin preparación técnica.
- Se
viola el principio constitucional de mérito e igualdad en el acceso a la
función pública.
Incluso la actual canciller, Celinda Sosa, reconoció ante la
Asamblea Legislativa Plurinacional que el Ministerio de Relaciones Exteriores
carece actualmente de servidores públicos de carrera, lo que confirma el estado
crítico de la institucionalidad diplomática.
Frente a este sombrío panorama, surge una luz de esperanza:
la Asociación de Egresados de la Academia Diplomática ha sido recientemente
reorganizada y ha elegido una nueva directiva, encabezada por el diplomático de
carrera Javier Viscarra. Esta reorganización tiene como objetivo contribuir a
la recuperación de la institucionalidad del Servicio de Relaciones Exteriores,
fortalecer la carrera diplomática y promover una política exterior coherente,
estratégica y profesional.
Esta tarea exigirá coordinación con el poder político,
respeto estricto a la normativa vigente y la incorporación de los egresados de
la ADP, incluidas las promociones más recientes, así como otros profesionales
en relaciones internacionales que cumplan los requisitos legales para
contribuir al servicio exterior del país.
La carrera diplomática boliviana existe en lo normativo,
pero ha sido desarticulada en la práctica. Restaurarla no es sólo una
reivindicación profesional, sino un imperativo estratégico para Bolivia. Un
servicio exterior profesional, institucionalizado y tecnificado es condición
necesaria para defender los intereses del país en un mundo cada vez más
complejo, competitivo y en constante cambio.