Bienvenido al Blog de Andrés Guzmán Escobari, donde encontrará artículos de opinión, entrevistas y reportajes sobre la demanda marítima boliviana y sobre otros temas de política internacional.
sábado, 28 de diciembre de 2019
México amenaza con llevarnos a la CIJ
domingo, 22 de diciembre de 2019
Recordando a Jorge Escobari Cusicanqui
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Caricatura publicada en El Tiempo de Bogotá, sobre el resultado del debate que sostuvieron en 1964 el Embajador de Bolivia en Colombia, Jorge Escobari, con el Embajador de Chile en Colombia, Juan Smitmas. |
domingo, 15 de diciembre de 2019
La llegada de Evo Morales a la Argentina
domingo, 8 de diciembre de 2019
El asilo mexicano de los líderes del MAS

sábado, 7 de diciembre de 2019
La inclusión del indio
viernes, 4 de octubre de 2019
A un año del fallo de La Haya
viernes, 20 de septiembre de 2019
El cumplimiento de los ODS en Bolivia
Bolivia se encuentra en una encrucijada en su política climática. Por un lado, ha ganado visibilidad internacional como defensora de la justicia climática y los derechos de la Madre Tierra. Por otro, sus acciones internas reflejan una dependencia persistente del extractivismo, la expansión agrícola y la deforestación.
Por Andrés Guzmán Escobari
Publicado en Página Siete
Desde 2006, Bolivia ha procurado adoptar un papel activo en la lucha global contra el cambio climático, tratando de posicionarse como defensora de la justicia climática y los derechos de la Madre Tierra. Sin embargo, este enfoque ha estado marcado por una retórica confrontacional y una falta de coherencia entre el discurso internacional y las políticas internas. A pesar de haber ratificado la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC) en 1994 y haber mantenido una participación continua en las Conferencias de las Partes (COP), así como de adherirse al Acuerdo de París en 2016, Bolivia enfrenta el desafío de alinear su política exterior con acciones concretas que promuevan un desarrollo sostenible y reduzcan su vulnerabilidad climática. En la siguientes líneas se examinan las etapas de la política climática boliviana desde 2006, desde el punto de vista del cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), con base en el informe global de 2018.
Entre 2006 y 2011, la política exterior boliviana se caracterizó por un discurso radical que identificaba al capitalismo como la raíz del cambio climático. Este enfoque, aunque tuvo aceptación en ciertos círculos del ámbito regional, no se tradujo en acciones efectivas a nivel interno. Bolivia se opuso firmemente a los mecanismos de mercado, como los derechos de emisión de CO2, argumentando que mercantilizaban la naturaleza. Sin embargo, esta postura no estuvo acompañada de una estrategia clara para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) ni para diversificar su economía, altamente dependiente de la explotación de recursos naturales. Durante negociaciones como la COP15 (Copenhague, 2009) y la COP16 (Cancún, 2010), Bolivia adoptó una postura agresiva, criticando a los países desarrollados por su falta de responsabilidad climática. Aunque logró apoyo de algunos países aliados, su enfoque confrontacional terminó aislándola y limitando su capacidad de influencia.
A partir de 2012, Bolivia ingresó en una nueva etapa, moderó su retórica, pero mantuvo su enfoque en la justicia climática y la defensa de los países más vulnerables. Sin embargo, persistieron las contradicciones entre su discurso internacional y sus políticas internas. Mientras el gobierno promovía la expansión de la frontera agrícola, la industrialización de los recursos naturales y la explotación del gas natural y el litio, su discurso en foros internacionales criticaba el extractivismo y abogaba por un modelo de desarrollo sostenible. La contradicción se profundizó con las quemas y desmontes en la Chiquitania, la depredación aurífera en áreas protegidas y los conflictos con comunidades originarias. Estos hechos erosionaron la credibilidad de la política climática boliviana.
El Informe de Desarrollo Sostenible 2018 ofrece un marco global para evaluar los avances de Bolivia en los ODS. En materia de cambio climático (ODS 13), la situación es crítica: las emisiones globales siguen aumentando, y Bolivia es uno de los países más vulnerables a eventos climáticos extremos como sequías e inundaciones. En biodiversidad (ODS 15), la deforestación y la pérdida de hábitats siguen siendo preocupantes, particularmente en la Amazonía y la Chiquitania. En energía (ODS 7), si bien Bolivia ha logrado avances en el acceso a la electricidad, la transición hacia fuentes renovables es aún limitada. En agua y saneamiento (ODS 6), persisten desigualdades entre áreas urbanas y rurales. En reducción de la pobreza (ODS 1) y hambre cero (ODS 2), Bolivia mostró progresos, pero la vulnerabilidad climática amenaza con revertir estos logros.
La adhesión de Bolivia al Acuerdo de París en 2016 representó un paso importante, pero no resolvió las contradicciones estructurales de su política climática. El país defendió en las COPs un enfoque de justicia climática, resaltando la responsabilidad histórica de los países desarrollados. Sin embargo, la falta de políticas domésticas para reducir emisiones y mitigar la deforestación debilitó la coherencia de su postura. La resistencia a los mecanismos de mercado, respaldada por la Ley de Derechos de la Madre Tierra, cerró la puerta a fuentes de financiamiento climático que podrían haber apoyado proyectos de adaptación y mitigación.
Bolivia ha construido un discurso internacional singular, basado en la defensa de la Madre Tierra como sujeto de derechos. Este enfoque, plasmado en la Constitución de 2009 y en la Ley N.º 71, es innovador en el plano normativo. Sin embargo, la implementación práctica ha sido deficiente. La contradicción entre un marco legal avanzado y una política económica basada en el extractivismo expone la fragilidad de la gobernanza ambiental en Bolivia. El país se enfrenta a un dilema: sostener un discurso de justicia climática mientras su modelo de desarrollo reproduce los patrones que critica.
miércoles, 31 de julio de 2019
Mar y proceso electoral en Bolivia
Publicado en la revista Realidad y Perspectivas de Chile (Julio 2019 N° 75)

martes, 30 de julio de 2019
El terreno que YPFB pierde en Arica
domingo, 28 de julio de 2019
La inaceptable expropiación de terrenos a YPFB en Arica

sábado, 23 de marzo de 2019
El asunto marítimo no ha concluido

Por: Andrés Guzmán Escobari
Publicado en Cambio
La política de reintegración marítima boliviana, que nació exactamente hace 140 años, cuando Bolivia perdió su contacto directo y soberano con el mar, ha trascendido diversos gobiernos de distintas ideologías y ha sobrevivido duros golpes en la palestra internacional, que a pesar de su dureza no han logrado extinguirla.
Después de la Guerra del Pacífico (1879-1884) devino un extenso período de tregua, entre 1884 y 1904; en el que Bolivia estaba más enclaustrada que nunca. Imposibilitada de establecer sus propias aduanas y restringida para transitar por los puertos bolivianos y peruanos que Chile había ocupado por la fuerza. En todo ese tiempo, el pueblo boliviano mantuvo la convicción de que no solo recuperaría su independencia aduanera cuando se alcance la paz, sino que también mantendría su presencia soberana sobre las costas del Pacífico.
No obstante, cuando finalmente se firmó el Tratado de Paz en 1904, si bien se eliminaron las restricciones que habían asfixiado al comercio boliviano durante la tregua y se ampliaron en el papel las facilidades de tránsito para Bolivia en territorio y puertos chilenos, también se reconoció el dominio absoluto y perpetuo de Chile sobre la mayor parte de la costa que hasta ese momento había sido boliviana.
A pesar de que el arreglo finalmente alcanzado era claramente desfavorable a Bolivia, el Gobierno de entonces lo defendió destacando justamente la independencia aduanera y el compromiso de Chile por construir un ferrocarril de Arica a La Paz, que luego funcionó regularmente hasta 2005, cuando la empresa que lo operaba en el lado chileno se declaró en quiebra.
Tras la suscripción del Tratado de Paz y Amistad de 1904, muchos creyeron que Bolivia nunca más podría reclamar un puerto sobre el Pacífico, como lo había hecho hasta ese entonces. Pero al poco tiempo, motivada por los incumplimientos de Chile a ese mismo tratado, la diplomacia boliviana emprendió nuevas acciones que trascendieron en la formalización de la política de reintegración marítima.
Ciertamente, el memorándum Sánchez Bustamante, que el Canciller boliviano de 1910 envió a sus pares de Lima y Santiago, sentó las bases para lo que a partir de entonces sería una política de Estado: “Bolivia no puede vivir aislada del mar: ahora y siempre, en la medida de sus fuerzas, hará cuanto le sea posible por llegar a poseer por lo menos un puerto cómodo sobre el Pacífico; y no podrá resignarse jamás a la inacción cada vez que se agite este asunto de Tacna y Arica que compromete las bases mismas de su existencia”.
Estas declaraciones motivaron nuevas gestiones en diversos ámbitos. La más emblemática de todas fue la emprendida ante la Liga de las Naciones, donde Bolivia acudió en 1920 y 1921, para demandar la revisión del Tratado de 1904. No obstante, la comisión encargada de revisar el caso estableció que tal como había sido presentada la demanda boliviana, resultaba inadmisible porque la revisión de los tratados es competencia exclusiva de las partes contratantes.
Este resultado también generó desazón y se creyó, una vez más, que ya no habrían más posibilidades para el asunto marítimo en el futuro. Pero al poco tiempo se realizaron nuevas gestiones.
Durante los años 20 del siglo pasado, las conversaciones entre Bolivia, Chile y Perú crearon nuevas expectativas, esta vez acerca de que el enclaustramiento boliviano podría ser resuelto junto al asunto de Tacna y Arica que aún permanecía pendiente. Sin embargo, cuando finalmente se alcanzó la solución, en 1929, y se acordó que Chile se quedaría con Arica y devolvería Tacna al Perú, el asunto marítimo no solo fue vilmente marginado, sino que también se le impuso una complicación jurídica más: la necesidad de que chilenos y peruanos alcancen un “acuerdo previo” para ceder a una tercera potencia parte o la totalidad de los territorios de Tacna y Arica, que conforman el espacio territorial por donde más factiblemente podría resolverse el asunto con soberanía.
La frustración que generó este acuerdo en Bolivia fue muy grande y muchos creyeron nuevamente que era el fin del asunto marítimo. Sin embargo, después de algún tiempo, bolivianos y chilenos retomaron las tratativas y suscribieron sendos acuerdos en 1950 y 1975, que lamentablemente tampoco llegaron a buen puerto.
A partir de 1979, al cumplirse 100 años de la invasión chilena al puerto boliviano de Antofagasta, Bolivia cosechó importantes victorias diplomáticas en el ámbito multilateral, especialmente en la OEA y en el Movimiento de Países de No Alineados, donde la causa marítima boliviana recibió el apoyo de cientos de países.
Después de lo que fue el intento del “enfoque fresco” en los años 80, transcurrió un período en el que no se trató el tema públicamente y que concluyó con la adopción de una agenda sin exclusiones a principios del año 2000. Dicha agenda, que llegó a tener más de 30 temas en cierto momento, se condensó en 13 puntos específicos a partir de 2006, cuando los presidentes Bachelet y Morales protagonizaron un inédito acercamiento, que incluyó al tema marítimo y el asunto del Silala.
Luego las cosas cambiaron radicalmente, el Chile de Piñera decidió interrumpir la Agenda de 13 puntos y la Bolivia de Morales recurrió a la Corte Internacional de Justicia (CIJ).
Las esperanzas que albergamos quienes creímos en la demanda sobre la obligación de negociar un acceso soberano al océano Pacífico, como un paso importante en este largo y difícil camino hacia el mar, se convirtieron en el peor agravante de la frustración que luego generó el resultado del proceso.
En efecto, el fallo que la CIJ emitió el 1 de octubre de 2018 desestimó todos y cada uno de los argumentos bolivianos y representó un nuevo golpe para la política de reintegración marítima que seguramente tomará algún tiempo superar. Pero tampoco será el fin, pues aunque como siempre hay quienes vaticinan el fin del asunto ha terminado, si consideramos los antecedentes comentados, es prácticamente un hecho que el tema reflotará en el futuro y lo hará cuantas veces sea necesario, hasta que finalmente alcance una solución definitiva.
lunes, 25 de febrero de 2019
La presión internacional sobre el gobierno de Maduro
viernes, 15 de febrero de 2019
La Replica de Chile por el caso del Silala
140 años de la invasión chilena
domingo, 13 de enero de 2019
Nuevo enfoque en el tema del mar
