domingo, 10 de julio de 2016

El fin del modelo neoliberal

Por: Andrés Guzmán Escobari
Publicado en Página Siete

La crítica del FMI al mondelo neolberal es un indicador objetivo de que dicho modelo pronto llegará a su fin.  


La historia del pensamiento económico es una rama de la economía que estudia el nacimiento, evolución y fin de los paradigmas teóricos que han sido utilizados a lo largo del tiempo para mejorar la distribución de los recursos escasos de una sociedad y para promover el crecimiento y desarrollo económico de las naciones. 

Así, desde que el mercantilismo y la fisiocracia fueron adoptados como los paradigmas dominantes a principios de la edad moderna (s. XVII) por los jóvenes Estados-Nación europeos, muchos otros movimientos teóricos han predominado en las políticas económicas a lo largo de la historia. Entre los más importantes destacan los clásicos (liberales), neoclásicos, marxistas, keynesianos, monetaristas y, en nuestros días, los neoliberales (para muchos una variación de la escuela monetarista), que han conseguido imponer su visión como en el paradigma económico más importante de las últimas tres décadas.  

En efecto, desde que los gobiernos de Margaret Thatcher en Reino Unido y Ronald Reagan en Estados Unidos, aplicaran políticas de apertura y desregulación de mercados, y las combinaran con una reducción del aparato estatal al mínimo (dejando en manos de los privados buena parte de los servicios públicos), muchos otros países de todo el mundo adoptaron medidas similares que han marcado el surgimiento del referido paradigma neoliberal.
Margaret Thatcher y Ronald Reaga. Fuente: The Guardian
A principios de los años 90, tras la caída del muro de Berlín y la consiguiente desintegración de la Unión Soviética, que supuso el fracaso del modelo comunista que había propugnado Moscú desde 1917; Estados Unidos, como vencedor de la guerra fría, se concentró en expandir su modelo capitalista de corte neoliberal en todo el mundo. Para hacerlo en América Latina, diseñó un paquete de diez medidas de política económica conocido como el “Consenso de Washington”, que fue elaborado por John Williamson en base a las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y el Departamento del Tesoro estadounidense.

Bajo esas consignas, basadas principalmente en que los mercados se corrigen a sí mismos y que los esfuerzos de los gobiernos deben concentrarse únicamente en el control de la inflación; todos los países de la región - excepto Cuba -, aplicaron políticas neoliberales con resultados muy negativos en la mayoría de los casos: aumento de los déficits fiscales, altas las tasas de desempleo, y sobre todo, un sostenido incremento de la desigualdad e inequidad de los ingresos. 

Por ese motivo, los países más escarmentados empezaron a elegir gobiernos de izquierda desde finales del siglo XX y los otros, con algunos matices de la socialdemocracia, decidieron continuar por el camino de la derecha neoliberal.

Así, el modelo neoliberal, que según Joseph Stiglitz ha sido ideado para favorecer a determinados intereses y no al conjunto de la sociedad, pues nunca ha estado respaldado por la teoría económica ni por la experiencia histórica; ha sido defendido por sus propulsores con sendas explicaciones que, entre otras cosas, acusan a los responsables de su implementación de no haber seguido cabalmente las recetas de la política neoliberal (en términos de liberización y austeridad), y de haber contaminado los procesos de privatización (“capitalización” en Bolivia) con clientelismo y corrupción.

Pero si bien no podemos negar que esto último es cierto, los defensores del modelo neoliberal tampoco han podido explicar por qué tampoco se consiguió aumentar la productividad y disminuir las tasas de desempleo de los países en que se aplicó el modelo, tal como se tenía previsto.  

No obstante, a pesar de que tradicionalmente las explicaciones de los defensores del neoliberalismo han resultado insatisfactorias o al menos insuficientes, a finales de mayo, el FMI reconoció por primera vez las falencias de la agenda neoliberal en un artículo (clic aquí para ver el artículo) publicado en su página web, titulado Neoliberalismo:¿Sobrevendido? (Neoliberalism: oversold?), que destaca tres conclusiones inquietantes: “1) los beneficios en términos de aumento del crecimiento parecen difíciles de establecer cuando se considera a un grupo grande de países; 2) el costo en términos de aumento de la inequidad es prominente; y 3) el aumento de la inequidad a su vez, daña el nivel de crecimiento sostenible. Incluso si el crecimiento es el único propósito de la agenda neoliberal, los defensores de dicha agenda aun necesitan poner atención en los efectos distributivos”.

Estas afirmaciones, que por primera vez se enfocan en la causa de los problemas económicos y no en sus síntomas, como lo había venido haciendo el FMI en otras publicaciones, fueron duramente criticadas por algunos de los tradicionales defensores del modelo neoliberal. El diario británico Financial Times, reaccionó señalando que “El ataque contra el neoliberalismo es peligroso. Se da aire a los regímenes opresores de todo el mundo que también se posicionan radicalmente contra el liberalismo, y someten a sus poblaciones a una política económica ineficiente y a la desigualdad extrema usando todo el poder del Estado” (clic aquí para leer el artículo). Por su parte, la revista norteamericana Forbes (clic aquí para ver el artículo), aseguró que “el FMI no ha rechazado ni el neoliberalismo ni la austeridad, sólo los ha examinado”. Según esa publicación, el FMI “ha señalado que ciertos aspectos de la política económica de las últimas décadas no han funcionado tal cual como se había deseado y posiblemente se requiere un pequeño replanteamiento. Sin embargo, la orientación general de la política ha tenido efectos muy beneficiosos”.

No obstante, a pesar de estos últimos comentarios y teniendo en cuenta que siempre habrá quienes no lo quieran admitir, lo señalado por el FMI es un reconocimiento explícito, valiente y honesto, de que el modelo neoliberal tiene serias falencias, principalmente en cuanto a la redistribución equitativa de la riqueza, y es por tanto, un indicador objetivo de que dicho modelo pronto llegará a su fin.   

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