domingo, 26 de septiembre de 2021

Ausencia de una visión geopolítica en la Celac

Ante el alarmante incremento de las tensiones en el Indo Pacífico, resulta necesario y urgente retomar las discusiones sobre la seguridad colectiva y la defensa de nuestra región que antes se discutían el seno de la OEA.


Por: Andrés Guzmán Escobari

Publicado en Página Siete

En las últimas semanas, las tensiones en el Indo Pacífico se han incrementado de manera alarmante, con un despliegue cada vez más impresionante de la Armada de Estados Unidos, que no ha dejado de navegar y realizar ejercicios militares junto a sus aliados en la zona, y con una presencia cada vez más consolidada de la República Popular China, que tampoco ha dejado de establecer bases militares en las islas artificiales que, según el Tribunal Permanente de Arbitraje (TPA) de La Haya, están fuera de su jurisdicción.

Al mismo tiempo, la República Islámica de Irán ha formalizado su ingreso a la Organización de Cooperación de Shanghái, conformada por China, Rusia, India y otros países de Asia central con el fin de contrapesar a la OTAN; y los gobiernos de Australia, Reino Unido y Estados Unidos han suscrito un pacto militar (AUKUS) que deja moribundo al Tratado de No Proliferación Nuclear y que aspira a contener el avance chino.

Ante esta inquietante realidad, que ha sido vista con preocupación por los principales procesos de integración del mundo, como la Unión Europea (UE) y la misma Asociación del Naciones del Sudeste Asiático (Asean), entre otros; habríamos esperado un pronunciamiento o al menos una discusión en nuestra Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), que hace poco celebró su sexta Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno en la ciudad de México. Sin embargo, nadie dijo nada al respecto, ninguno de los 31 países que estuvieron representados en la referida cumbre consideró necesario tocar este tema que, de terminar en una guerra, podría tomarnos desprevenidos y también desunidos a los latinoamericanos que, como nuestros pares en otros continentes, deberíamos tener un plan ante posibles ataques convencionales, nucleares, cibernéticos y hasta biológicos que podrían afectarnos ya sea directa o indirectamente.

Aunque los miembros de la Celac ya se han mostrado del lado del gigante asiático desde que se creó el Foro Celac-China, y ahora más con la salutación que el presidente Xi Jinping envió a los participantes de la cumbre, comprometiéndose a cooperar en la integración de la región; resulta evidente que por las diferencias ideológicas que vimos en la cumbre, no todos los países de la Celac quedarían del mismo lado en caso de estallar una guerra. De hecho, según las afinidades y posiciones de cada cual, unos se alinearían con quien representa la democracia, la libertad y la defensa de los derechos humanos; y los otros se colocarían del lado de quien promueve la no intervención en los asuntos internos de los Estados, la resolución pacífica de controversias y el establecimiento de un nuevo orden mundial.

Visto así, parecería que ya podemos predecir quiénes estarían de un lado y del otro, pero si profundizamos el análisis y consideramos lo que verdaderamente está en juego, es decir, la libre navegación de las aguas internacionales, las cosas tenderían a cambiar. En efecto, seguramente no muchos de los que habrían quedado del lado de China en una primera instancia permanecerían ahí si ese país decidiera continuar ejerciendo su soberanía mucho más allá del mar territorial y la zona económica exclusiva que le corresponden, más aún cuando el TPA ya estableció que eso no tiene base jurídica. Ahora bien, los impulsos antiestadounidenses de algunos países latinoamericanos son tales, que seguramente no apoyarían ni a uno ni a otro, con tal de no darle la razón a la Casa Blanca.

Un tercer filtro para una decisión de alineamiento o neutralidad es el que de hecho existe con relación al reconocimiento de Taiwán, pues hay varios países en la región que reconocen a Taipéi y no a Beijing como el verdadero gobierno chino, lo cual es un asunto directamente relacionado al escalamiento de la disputa en el Indo Pacífico, pero que por restricciones de espacio habría que analizar por separado.  

Respecto a la ausencia de una visión geopolítica regional en la Celac, ésta no se debe a la falta de un enfoque político regional, porque en otros temas sí hubo propuestas, discusión y consenso (principalmente gracias a la Cepal en el caso del tema sanitario), sino que es el resultado del poco interés que tienen nuestros gobiernos por lo que ocurre fuera de Latinoamérica. Ante esta situación, resulta necesario y urgente retomar las discusiones sobre la seguridad colectiva y la defensa de nuestra región que antes se discutían el seno de la OEA, que justamente ahora y desde hace algunos años se quiere reemplazar con la Celac.

Ciertamente, aunque no hay consenso respecto al pretendido reemplazo, y parece que nunca lo habrá, queda claro que hay algunos temas de importancia geopolítica que aún no se han podido posicionar en la agenda de la Celac. En el caso específico de Bolivia, “el problema marítimo boliviano”, que ha sido considerado por la OEA como “un asunto de interés hemisférico permanente”, es un claro ejemplo de un tema que fue apoyado de manera contundente por el organismo interamericano, con nada menos que 11 resoluciones que aún están vigentes, pero que no se ha podido o no se ha intentado siquiera incluir en las discusiones de la Celac.

A nivel regional, no se puede desconocer que por más que nuestros gobiernos decidieran discutir estos temas en un futuro cercano, ningún esfuerzo estaría completo sin la participación del Brasil, que es la primera potencia latinoamericana y que, lamentablemente, ha decidido excluirse de las discusiones de la Celac, que en todo caso debería estar liderando. Basta con mirar el mapa para entender la importancia que reviste ese país, sin considerar la relevancia económica, militar y poblacional que tiene en esta parte del mundo. Es como si la UE tomara decisiones sin Alemania o que el T-MEC lo hiciera sin Estados Unidos, no tiene mucho sentido porque tanto las decisiones como la proyección internacional de la región pierden fuerza.

Finalmente, aunque tampoco podemos desconocer que los principales interesados en un posible alineamiento o posicionamiento de la región respecto a lo que ocurre en el Indo Pacífico son los protagonistas de aquella posible contienda, y que por tanto, son ellos quienes deberían convencernos o seducirnos de las ventajas o desventajas de apoyar a uno u otro; es importante recordar que esa fue justamente la motivación del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TTP) que Estados Unidos promovió en la región hace algunos años y al cual ya se habían sumado México, Chile y Perú, pero que fue increíblemente desahuciado por el gobierno de Donald Trump, y que China, como el principal acreedor de varios de nuestros países, ya tiene instalado un poderoso mecanismo de presión.

jueves, 16 de septiembre de 2021

Traspasos ilegales de la frontera Bolivia-Chile

Por más que la justicia chilena condene a nuestros militares a 10 años de cárcel, el problema no se habrá resuelto y muy por el contrario, generará mayores enconos entre los que están encargados de custodiar la frontera. 

Por: Andrés Guzmán Escobari 

Publicado en Página Siete 

Hace unos días, tres militares bolivianos fueron detenidos por Carabineros de Chile en la parte oeste del salar de Coipasa, en un incidente que ahora se encuentra bajo investigación de la justicia chilena y que tiene como antecedente a varios otros casos similares, en los que también hubo traspasos ilegales de la frontera.

A mediados de 2017, por ejemplo, dos carabineros de Chile fueron arrestados en Bolivia, luego de traspasar el límite fronterizo y adentrarse cerca de cuatro kilómetros en territorio boliviano. A diferencia de lo que acontece en el vecino país cada vez que suceden estos traspasos, el gobierno boliviano decidió devolver a los policías chilenos a las pocas horas de haber sido sorprendidos fuera de su jurisdicción y quizá por eso no muchos recuerdan aquel incidente, que obviamente no generó el escándalo que producen cada cierto tiempo los encarcelamientos y enjuiciamientos de funcionarios bolivianos en territorio chileno. 

Es importante recordar ese hecho porque ahora hay voces en Chile que exigen “sentarles la mano a los bolivianos” y aplicarles “el máximo rigor de la ley” como si se tratara de un delito que solo sucede a un lado la frontera. Pero la furia que se ha desatado en redes sociales contra los tres militares bolivianos, tanto en Chile como en Bolivia, se debió principalmente a las declaraciones del ministro chileno Rodrigo Delgado, quien aseguró que los militares bolivianos habrían avanzado 15 kilómetros en territorio chileno, lo cual es absolutamente falso. En efecto, según los peritajes realizados por la Fiscalía y los Carabineros de Chile, la detención se produjo a menos de un kilómetro y medio de la frontera y todo el incidente no pasó en ningún momento de los dos kilómetros contados desde Bolivia.

Por el otro lado, aunque es verdaderamente destacable que las autoridades bolivianas no hayan intentado politizar el caso en esta ocasión, habría sido bueno que aclaren el detalle de la distancia penetrada porque las animosidades crecen en base a la falsedad de los 15 kilómetros y al final de cuentas, no sólo los militares sino todo el país queda mal.

El problema del crimen organizado en la frontera, que además de contrabando comprende narcotráfico, trata de personas y otros,  no se combate encarcelando a quienes intentan erradicarlo en el país vecino, sino colaborando y coordinando acciones entre todos los involucrados para enfocar esfuerzos en prevenir y evitar los delitos transnacionales, que afectan no solo al país de uno mismo, sino también al del vecino.

Respecto al contrabando, la aduana chilena en el puerto de Iquique, a título de zona franca, deja pasar una gran cantidad de mercancías que terminan ingresando a Bolivia de manera ilegal, porque esas mercancías, registradas en el sistema de factura chileno para su utilización y comercialización en las regiones de Tarapacá y Arica-Parinacota, son casi en su totalidad desviadas a Bolivia por contrabandistas que, como en este caso, acaban siendo las “víctimas” de los militares bolivianos y los “defendidos” de las autoridades chilenas.

Pero por más que la justicia chilena condene a nuestros militares – como parece que lo hará – a la máxima sanción posible en este caso, que corresponde a 10 años de cárcel, el problema no se habrá resuelto y muy por el contrario, generará mayores enconos entre los que están encargados de custodiar la frontera en uno y otro país y también, entre las dos sociedades que ya guardan suficientes recelos.

viernes, 10 de septiembre de 2021

Detención de tres militares bolivianos en Chile

El 8 de septiembre de 2021, tres militares bolivianos fueron detenidos en Chile por Carabineros de ese país y fueron puestos a disposición de la justicia ordinaria, que ahora los tiene en retenidos preventivamente en la cárcel de Alto Hospicio, Iquique. Al respecto, se desarrollaron las siguientes entrevistas en las que tuve el honor de participar. 

En La Revista de UNITEL, 06/09/2021



En El Vocero, 06/09/2021



 

domingo, 5 de septiembre de 2021

Repercusiones de la crisis de Afganistán en América Latina

Una primera repercusión es el mayor interés que la potencia norteamericana mostrará por el litio y las tierras raras del continente, que son esenciales para la fabricación de armas y dispositivos de alta tecnología.


Por: Andrés Guzmán Escobari

Publicado en Página Siete

Aunque pactada con antelación entre el gobierno de Donald Trump y el movimiento Talibán, la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán sorprendió a todo el mundo por el caos con la que se llevó a cabo. No solo se dejó el gobierno afgano en manos de los terroristas del Talibán, con una importante y sofisticada dotación de material bélico, sino que además se perdieron casi un centenar de vidas –entre ellas 13 soldados estadounidenses–, debido a los atentados que se registraron durante la evacuación.

Si bien la retirada es innegablemente deshonrosa e injustificable desde el punto de vista logístico y contrainsurgente, resulta bastante razonable desde la perspectiva estratégica y geopolítica, porque ahora el objetivo principal de Estados Unidos ya no es contener el terrorismo, como lo había sido durante los últimos 20 años, sino contrarrestar el ascenso de China.

Efectivamente, tal como lo explica la recientemente aprobada Ley Águila (Eagle Act, HR.3524), la nueva estrategia estadounidense de liderazgo global está enfocada en impedir que el poderío e influencia de China sigan creciendo, y eso provocará importantes cambios en el tablero de la geopolítica mundial, como el de Afganistán, que tendrán fuertes repercusiones en América Latina.

Una primera repercusión que debemos tener muy presente los bolivianos, es el mayor interés que la potencia norteamericana mostrará por el litio y las tierras raras del continente, que son esenciales para la fabricación de armas y dispositivos de alta tecnología, ya que acaba de perder el acceso que tenía a esos mismos recursos en Afganistán.

De hecho, según el eximio profesor Alfredo Jalife, “el mayor temor de Estados Unidos se (con)centra en la santa alianza minera de los talibanes y China con el fin de explotar las pletóricas reservas de minerales en tierras raras de Afganistán”, lo que nos hace pensar que EEUU tendrá que buscar esas estratégicas reservas en el único otro lugar del mundo donde podría encontrarlas en abundancia: la zona fronteriza entre Argentina, Bolivia y Chile. 

Una segunda repercusión se dará sobre las relaciones de América Latina con Estados Unidos. Al respecto, si bien algunos expertos señalan que éstas decaerán en su intensidad y cercanía debido a que Washington centrará su atención en el Indo Pacífico; más parece que por razones electorales (las próximas elecciones legislativas se realizarán en noviembre de 2022), la administración de Biden intentará mostrarse fuerte y decidida en la región latinoamericana, especialmente en relación a Cuba, Nicaragua y Venezuela, para tratar de asegurar el voto latino y disipar, aunque sea un poco, la impresión de debilidad que está dejando la retirada de Afganistán.

Una tercera repercusión muy relacionada a la aplicación de la Ley Águila y que podría acelerarse con la crisis de Afganistán, es el impulso que Estados Unidos quiere darle a la construcción y mejora de la infraestructura en los países subdesarrollados para consolidar su plan de “Reconstruir un Mundo Mejor” (Build Back Better World – B3W), lanzado en junio pasado, en la penúltima reunión del G7, con el propósito de contrarrestar la iniciativa china de “la Nueva Ruta de la Seda” (Belt and Road Initiative - BRI). Este plan, para el cual ya se aprobaron ingentes recursos económicos, podría incrementar sustancialmente la inversión estadounidense en la región, especialmente en los países que mantienen buenas relaciones con la Casa Blanca.

Una cuarta repercusión, que ha sido muy bien reseñada por el eminente Juan Gabriel Tokatlian, es el menor incentivo que ahora tienen las naciones latinoamericanas para asociarse a la OTAN, que junto a Estados Unidos es el otro gran responsable de lo sucedido en Afganistán. Efectivamente, considerando los malos resultados que la organización transatlántica ha obtenido en Irak, Libia, Siria y Afganistán, y el resentimiento que seguramente han incubado los grupos terroristas antioccidentales contra los miembros y socios de la OTAN en estos últimos 20 años; resulta poco recomendable asociarse a esa alianza militar, más aún teniendo en cuenta que América Latina es una zona de paz. 

Ante esa realidad, en la que uno podría esperar una política cautelosa por parte de Colombia, que es el único país latinoamericano socio de la OTAN; su presidente, Iván Duque, ha decidido refugiar temporalmente a cerca de 4.000 afganos que trabajaron para la misión transatlántica en Afganistán. Aunque no podemos criticar el sentido humanitario de esa medida, resulta difícil de creer que EEUU acoja a todos esos refugiados como espera Duque, considerando que cerca de 30.000 afganos están llegando directamente a suelo estadounidense y que hay una política migratoria muy rígida en ese país, más aún después de que el presidente Putin expresara sus sospechas respecto a la infiltración de agentes terroristas entre los refugiados.

Pero Colombia no fue el único país latinoamericano que quiso abrir sus puertas a los afganos, también lo hicieron Ecuador, Costa Rica, Chile y México. En el primer caso se habla de alrededor de 5.000 refugiados en la misma modalidad que Colombia, en el segundo de 48 mujeres afganas vinculadas a las Naciones Unidas, en el tercero de 10 familias afganas y en el cuarto de 148 personas, que corresponden a reporteros de diversos medios de comunicación y sus familias.

Finalmente, una quinta repercusión, igualmente mencionada por Tokatlian y que también toca muy de cerca a Bolivia, es la necesaria modificación de la política antidrogas que el gobierno de Estados Unidos ya venía ajustando en la región latinoamericana desde hace unos años, pero que se tendrá que cambiar completamente ante el resonante fracaso del prohibicionismo en Afganistán. En efecto, según datos de la UNDOC (2019), la cantidad de heroína producida en suelo afgano desde la implementación del prohibicionismo y los bombardeos a los sembradíos de amapola incrementó cuatro veces; lo que indica que la “guerra contra las drogas”, lejos de contribuir a la disminución del tráfico y producción de estupefacientes, los incrementa.

En conclusión, aunque nuestra región está a más de 15 mil kilómetros de Afganistán y no tenemos el peso ni el poder para rivalizar con quienes toman las decisiones clave en este planeta, existen al menos cinco repercusiones importantes de la crisis afgana en América Latina que debemos conocerlas y saber interpretarlas para contrarrestarlas y/o aprovecharlas en función de nuestros intereses regionales y nacionales.