La invasión de 1879, además de marcar el inicio de la Guerra del Pacífico, dio paso a un periodo de ciclos de aproximación y distanciamiento, en los que cada cierto tiempo Chile ofrece negociar una salida soberana al mar para Bolivia y luego se desentiende.
El desembarco de las tropas chilenas en el puerto boliviano de Antofagasta |
Por: Andrés Guzmán Escobari
Las relaciones entre Bolivia y Chile se han caracterizado por sus largos periodos de conflictividad y por sus fugaces pero no escasos momentos de entendimiento y cordialidad. De hecho, esa realidad nos muestra que se han registrado claros e innegables altibajos a lo largo de la historia boliviano-chilena, marcados principalmente por las agresiones militares, las negociaciones directas y las promesas incumplidas.
En la actualidad ambos Estados se encuentran doblemente enfrentados en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) por el caso sobre la Obligación de negociar un acceso al océano Pacífico y por la Disputa sobre el estatus y uso de las aguas del Silala. Lo que nos permite vislumbrar un futuro con menos problemas que resolver, siempre y cuando las decisiones de la CIJ contribuyan verdaderamente a ese objetivo.
No obstante, para llegar a eso, es decir, para resolver los problemas que por tanto tiempo nos han distanciado a bolivianos y chilenos, es necesario comprender cuál es el origen de la conflictividad que ha predominado a lo largo del tiempo y que aún subsiste.
Al respecto, aunque muchos entendidos en el tema sitúan el origen de la conflictividad boliviano-chilena en el surgimiento de la Confederación Perú-Boliviana, que provocó las dos primeras agresiones de Chile en contra de Bolivia y Perú en 1837 y 1839, o en la aprobación de la ley chilena del 31 de octubre de 1842, que declaró “de propiedad nacional” parte del litoral boliviano que hasta ese momento no había sido disputado por Santiago; en mi opinión, el hito fundacional y determinante de dicha conflictividad está en la invasión del 14 de febrero de 1879, que además de marcar el inicio de la Guerra del Pacífico dio paso a un periodo de ciclos de aproximación y distanciamiento entre ambos países, en los que cada cierto tiempo Chile ofrece negociar una salida soberana al mar para Bolivia y luego se desentiende.
Ciertamente, la primera vez que eso ocurrió fue poco después de la invasión chilena, a mediados 1879, cuando Chile, en su afán por culminar la guerra lo antes posible y con una victoria aplastante sobre el Perú, ofreció a Bolivia una alianza militar para que nuestro país apoye sus pretensiones de ocupar territorios peruanos. Lo cual, además de que habría supuesto una imperdonable traición al Perú, incluía una especie de canje territorial en el cual los bolivianos habríamos tenido que ceder todo nuestro Litoral y Chile nos habría ayudado a conseguir una salida soberana al mar a través del sur peruano.
Si bien la propuesta chilena fue terminantemente rechazada por las autoridades bolivianas, quienes la pusieron en conocimiento de sus pares peruanos, los gobiernos chilenos volvieron a presentarla varias veces más, durante y después de la contienda. De hecho, según el historiador boliviano Luis Fernando Alcázar, Chile ofreció una alianza a Bolivia en contra del Perú en 14 oportunidades.
Terminada la guerra y después de un breve periodo de desencuentros en los que Chile no quiso hablar del tema, las conversaciones se reiniciaron nuevamente y luego se interrumpieron, y así sucesivamente hasta llegar a la última ocasión en la que Chile aceptó negociar este tema formalmente.
En efecto, a mediados de 2006, los gobiernos de Michelle Bachelet y Evo Morales iniciaron un proceso de negociación que incluyó el tema marítimo en el punto sexto de la Agenda que tenía un total de 13 puntos de interés bilateral. Dicho proceso de negociación alcanzó su punto de mayor avance sobre el tema marítimo en julio de 2010, cuando el Gobierno chileno, al mando de Sebastián Piñera, aceptó suscribir un compromiso formal de “proponer así como alcanzar soluciones concretas, factibles y útiles en la próxima y sucesivas reuniones…”.
No obstante, al poco tiempo y sin dar explicaciones, Chile decidió cancelar la próxima reunión que tenía que realizarse en noviembre de 2010 en Arica y nunca más se pudo avanzar ni en el tema marítimo ni en ninguno de los otros 12 puntos de la Agenda, muy a pesar de que se intentó reactivar las negociaciones cuando ambos presidentes decidieron delegar esa responsabilidad a los dos cancilleres en diciembre de 2010.
El 23 de marzo de 2011, después del último llamado que hizo el presidente Morales al diálogo y a presentar “una propuesta concreta”, que fue considerada como un “ultimátum” por algunas autoridades chilenas, el propio Morales anunció que demandaría a Chile ante tribunales internacionales.
Al cabo de casi dos años, el Gobierno boliviano concretó ese anuncio con la presentación de una demanda ante la CIJ, en la que solicita que esa Corte falle y declare que Chile tiene la obligación de negociar de buena fe un acuerdo que le permita a Bolivia acceder soberanamente al océano Pacífico, sobre la base de los diversos compromisos y promesas que el Estado chileno asumió y formuló a lo largo de la historia.
Es así como hoy cobra importancia la invasión de 1879, que es el hito histórico fundamental y determinante de la conflictividad boliviano-chilena y que nos permite comprender cómo llegamos donde estamos, pues de no haberse producido ese hecho, nunca se habrían iniciado los ciclos de aproximación y distanciamiento que se registraron en nuestra historia común, y como consecuencia Bolivia jamás habría presentado su demanda que pretende cambiar esa lógica de acercamientos y alejamientos que han caracterizado a nuestras relaciones en los últimos 139 años.
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