Por: Andrés Guzmán Escobari
Publicado en Pagina Siete
Guzmán recuerda el contexto social y político de la demanda marítima en 1988, cuando otro Papa, Juan Pablo II, visitó Bolivia.
Guzmán recuerda el contexto social y político de la demanda marítima en 1988, cuando otro Papa, Juan Pablo II, visitó Bolivia.
Como muchos recordarán, en mayo de 1988 se produjo la primera visita del máximo líder de la Iglesia Católica a Bolivia. El papa Juan Pablo II llegó a La Paz en un momento en el que, al igual que hoy, nuestras relaciones con Chile se encontraban seriamente deterioradas por la absoluta cerrazón del Gobierno de ese país a negociar una solución para el tema marítimo.
En efecto, poco antes, el gobierno chileno de Augusto Pinochet se había mostrado dispuesto a tratar el tema marítimo con un "enfoque fresco”, tal como lo había propuesto el entonces presidente de Bolivia, Víctor Paz Estenssoro, en consonancia con las resoluciones de la OEA, referidas al "Problema Marítimo Boliviano”, que habían sido aprobadas por Chile (1980, 1981 y 1983).
En efecto, poco antes, el gobierno chileno de Augusto Pinochet se había mostrado dispuesto a tratar el tema marítimo con un "enfoque fresco”, tal como lo había propuesto el entonces presidente de Bolivia, Víctor Paz Estenssoro, en consonancia con las resoluciones de la OEA, referidas al "Problema Marítimo Boliviano”, que habían sido aprobadas por Chile (1980, 1981 y 1983).
En ese sentido, el Gobierno de Uruguay ofreció sus buenos oficios para propiciar el acercamiento boliviano-chileno que se produjo finalmente en Montevideo en un encuentro de cancilleres celebrado en abril de 1987. En esa oportunidad La Paz propuso a Santiago la cesión de un corredor al norte de Arica o de un enclave fuera del territorio donde Perú tiene derecho de veto para una eventual cesión territorial de acuerdo al Protocolo chileno-peruano de 1929. En compensación, Bolivia ofrecía compartir "los recursos hídricos existentes en la cuenca del Altiplano boliviano preservando primordialmente el equilibrio ecológico, el clima y las necesidades vitales de las poblaciones bolivianas, así como los convenios internacionales existentes”, todo ello como parte de "una real y fructífera integración física, económica y cultural” con Chile y Perú.
Después de un intenso análisis de la propuesta boliviana, el gobierno de La Moneda decidió rechazarla en todos sus extremos, y aunque no se ofrecieron explicaciones en el comunicado oficial publicado por la Cancillería chilena, el presidente Pinochet dijo unos días después en referencia al territorio de Arica: "Cada pedazo de tierra de esta zona es seguro que tiene manchas de sangre de los que cayeron luchando por conquistar el territorio, y no lo vamos a entregar nosotros porque nos piden o nos ordenan. Aquí no nos ordena nadie. Somos soberanos de hacerlo”.
Ante esa situación los Estados de la OEA lamentaron el fracaso del diálogo y se hicieron varios esfuerzos por contribuir a su restablecimiento, uno de ellos el del papa Juan Pablo II que ofreció su mediación y que durante su visita a Bolivia pronunció las siguientes palabras: "La comprensión se hace más fácil y fructífera cuando surge de un espíritu sincero de solidaridad; de esa solidaridad que hermana a todos los hombres que habitamos este mundo, destinado por el Creador para que todos podamos participar de sus bienes en forma equitativa… sólo así, sobre el fundamento de la justicia y la solidaridad y con el esfuerzo de la comprensión mutua, es posible sentar las bases estables de equilibrio para edificar una comunidad internacional, sin permanentes y graves zozobras, sin dramáticas inseguridades, sin conflictos de irreparables consecuencias… sólo así podrían hallar adecuadas soluciones los problemas latentes en diversas partes de Latinoamérica, como ciertas disputas fronterizas o la cuestión de la mediterraneidad de Bolivia” (Carrasco, 1991: 371).
Bolivia agradeció y aceptó inmediatamente el ofrecimiento del Papa. No obstante, Chile lo rechazó. Según el historiador chileno Sergio Carrasco (1991: 371), el gobierno de La Moneda no aceptó la mediación papal por considerarla "improcedente”, "por no existir una controversia pendiente entre ambos países y estar regidos por el Tratado de 1904, que resolvió todos los asuntos limítrofes”. Es decir una posición muy similar a la que hoy mantiene el Gobierno chileno, pero que no siempre fue la posición oficial como bien sabemos los bolivianos.
A pesar de que los loables esfuerzos de Juan Pablo II por propiciar un entendimiento entre Bolivia y Chile relativo al tema marítimo no lograron su propósito en aquella ocasión, sí contribuyeron a confirmar la existencia de un problema pendiente entre ambos países que es necesario resolver mediante negociaciones. A propósito de la próxima visita del papa Francisco a nuestro país, de quien no esperamos mucho más de lo que hizo su antecesor en este tema, pero tampoco nada menos.
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