La expropiación dictaminada por el Consejo Municipal de Arica debería ser reclamada enérgicamente por el gobierno de Bolivia y desconocida por el de Chile.
Por: Andrés Guzmán
Escobari
Publicado en Oxigeno
El 1 de febrero de 1879, después de que la empresa
anglo-chilena de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, se negara a pagar al
fisco boliviano un gravamen de 10 centavos por quintal de salitre exportado; el
gobierno de Bolivia decidió expropiar los terrenos que le había concedido a esa
empresa unos años antes en el departamento del Litoral; lo que provocó la
reacción violenta de Chile, que a los pocos días invadió el puerto boliviano de
Antofagasta, bajo el argumento de que Bolivia estaría incumpliendo el Tratado de
límites vigente.
El 25 de julio de 2019, después de que la empresa estatal
boliviana, Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos, dejara en abandono un
terreno de 3,5 hectáreas que Chile le había concedido en el centro de Arica; el
Concejo Municipal de esa ciudad decidió expropiar el terreno; lo que increíblemente
no provocó más reacción del gobierno boliviano que una escueta declaración del
presidente de YPFB, que resta importancia a dicha expropiación, a pesar de que
la medida representa igualmente una vulneración al Tratado de límites vigente.
Salvando las diferencias temporales y los poderes relativos
de las partes, estas reacciones, diametralmente opuestas, son una muestra de
una realidad lamentable para nuestro país, en la que cada cierto tiempo nos
vemos sometidos a los abusos de nuestros vecinos justamente porque nuestras
autoridades no hacen nada para impedirlo. La expropiación del terreno de referencia
que había sido concedido a YPFB en 1958, es un penoso retroceso para los
intereses geopolíticos de Bolivia en su proyección hacia al Pacífico, pues así
se ve mermada su presencia y gravitación en Arica, que tanto esfuerzo costó conseguir
en su momento.
Pero antes de rememorar cómo se hicieron esos esfuerzos durante
los años 50 del siglo pasado, cabe aclarar que la presencia y gravitación de
Bolivia en el norte chileno, que es natural, real y hasta ahora, siempre
creciente; no debe ser entendida como algo negativo o amenazante para la
integridad territorial de Chile, sino más bien como una expresión de la
integración económica, física, cultural y, en este caso, energética de nuestros
países que contribuye considerablemente al desarrollo de la zona y que lo
seguirá haciendo, aún más, si en algún momento Bolivia logra obtener una salida
propia al mar, como resultado de un proyecto de integración entre el norte
chileno, el sur peruano y el suroeste boliviano.
Como es sabido, después del Tratado de 1904, que consagró el
enclaustramiento geográfico boliviano, las facilidades que nuestro país obtuvo
en territorio y puertos chilenos para acceder al mar se mantuvieron casi sin
variantes y con muy pocos avances, a pesar de los discursos grandilocuentes de
las autoridades de Santiago que han dicho varias veces que esas facilidades son
las más amplias y generosas que un país sin litoral ha podido recibir. Pero nada
más alejado de la verdad, las facilidades que Chile otorgó a Bolivia después de
1904, se resumen en: almacenamiento gratuito de hasta un año para las cargas de
importación y de 60 días para las cargas de exportación, que no se cumple
cabalmente en Antofagasta; reconocimiento de que el libre tránsito comprende
todo tipo de carga sin excepción alguna, después de Chile había interrumpido el
libre tránsito de material bélico por su territorio durante la Guerra del
Chaco; jurisdicción exclusiva de las autoridades bolivianas sobre la carga en
tránsito por territorio chileno, que no se respeta en ninguno de los puertos; y
la concesión de terrenos para la instalación y operación del oleoducto Sica
Sica – Arica, que ahora se redujo en 3,5 hectáreas, por determinación
unilateral del Concejo Municipal de Arica.
Es decir, de lo poco que habíamos conseguido, ahora tenemos
menos.
Para recordar cómo se obtuvieron esos terrenos, debemos
retroceder hasta 1952, cuando Víctor Paz Estenssoro llegó al poder en Bolivia y
empezó a implementar una política de acercamiento a Chile que fue bien acogida por
su par chileno Carlos Ibáñez del Campo. Esa aproximación permitió suscribir varios
acuerdos para la reglamentación del libre tránsito y para la facilitación del
comercio. Uno de ellos, la Declaración de Arica de 1953, es precisamente el
acuerdo con el que Chile se comprometió a respetar la jurisdicción de las
autoridades bolivianas sobre la carga en tránsito de o a Bolivia…
En ese contexto de entendimiento y cordialidad, que se
reforzó con dos inéditos encuentros presidenciales en las ciudades de Arica
y La Paz, el 31 de enero de 1955 se firmó el Tratado de Complementación
Económica Boliviano – Chilena, en cuyo artículo 2, inciso g), se estableció que
“de acuerdo a los Tratados vigentes sobre libre tránsito, ambos gobiernos
convienen en prestar todas las facilidades necesarias para la construcción y
operación, por Yacimiento Petrolíferos Fiscales Bolivianos, de un oleoducto
entre Oruro y Arica, obra que permitirá el suministro de petróleo, destinado al
consumo chileno y la salida de ese producto a otros mercados”.
En razón de lo cual, el 14 de octubre de 1955 se suscribió
en La Paz, un Protocolo Complementario que aclaró que las facilidades a las que
se refiere el Tratado y sus detalles, serán establecidas por ambos gobiernos, “mediante
cambio de notas”.
Así, después de intensas negociaciones, se llegó a un
acuerdo mediante el intercambio de notas que tuvo lugar en Santiago el 24 de
abril de 1957, que después de especificar los detalles técnicos del oleoducto y
referirse a “8 edificios para la operación y vivienda del personal”, señala:
“La obra se construirá, en todo lo posible, en terrenos fiscales chilenos que
se otorgarán gratuitamente a Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos en
concesión de uso por el tiempo que dure la explotación del oleoducto”.
De acuerdo a lo convenido, el 2 de julio de 1958, el
gobierno de Chile emitió el Decreto Supremo N° 257 del Ministerio de Tierras y
Colonización, mediante el cual, después de más de tres años de negociaciones, concedió
a YPFB “en uso gratuito y mientras dure la explotación del oleoducto Sica Sica
– Arica, el lote N°2 de 3,5 hectáreas (...) para la instalación de un estanque
receptor de lastre”.
Por todo esto, la expropiación dictaminada por el Consejo
Municipal de Arica, sin la aprobación ni el conocimiento de Bolivia, que
representa nada menos que una flagrante violación a los acuerdos mencionados,
relacionados todos al Tratado de 1904; debería ser reclamada enérgicamente por
el gobierno de Bolivia y desconocida por el de Chile.
Vaya a reclamar a La Haya, allá atienden casos graves de llorones eternos, que, en éste caso, en 60 años, jamás utilizaron el terreno que se les concedió.
ResponderEliminarEsto ya es algo sintomático del mal raciocinio que oscurece las mentes allá en el altiplano, y que los llevó a la más estruendosa y humillante derrota jurídica internacional en dicho tribunal, por esa irracionalidad que siempre les acompaña y que expresan tan quejumbrosamente, ya que un comodato es tan sólo un préstamo; incluso, es lo mismo que hicieron con las aguas del Silala en 1997, de manera que....... a lloriquear a La Haya.