domingo, 21 de enero de 2024

Daños colaterales del genocidio israelí

La situación económica global lejos de mantenerse o mejorar en este año que recién comienza, sólo podría empeorar si se mantiene el bloqueo del Mar Rojo, que es por lo pronto, el principal daño colateral del genocidio israelí.

La intención de exterminar a una parte sustancial del pueblo palestino que ha demostrado Israel desde hace varias décadas, se ha visto con mucha mayor claridad en los primeros 100 días de su guerra contra Hamás. En ese tiempo, las fuerzas armadas israelís no sólo han asesinado a más de 23 mil civiles palestinos mediante bombardeos y operaciones terrestres, sino que además han privado de agua, medicinas, alimentos, electricidad y combustible a los habitantes de la Franja de Gaza, condenando a muchos de ellos a migrar o morir. Se trata pues de un genocidio con todas sus letras que no puede justificarse de ninguna manera y que no puede ni debe quedar en la impunidad ni el olvido.

La coartada que ha usado Israel para cometer semejantes crímenes de guerra es el “derecho a la legítima defensa” que habría emanado –según el gobierno de Benjamín Netanyahu– de los ataques terroristas de Hamás del 7 de octubre pasado, en los que cerca de 1.400 israelís perdieron la vida y más de 200 fueron tomados como rehenes. Sin embargo, el ejercicio de dicho derecho, codificado en el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, además de no haber respetado el principio de proporcionalidad que exige el Derecho Internacional, sólo es válido “hasta tanto el Consejo de Seguridad haya tomado las medidas necesarias para mantener la paz y seguridad internacionales”, y el Consejo de Seguridad ya tomó esas medidas el 15 de noviembre y el 22 de diciembre de 2023, cuando adoptó las Resoluciones 2712 y 2720, que piden “pausas y corredores humanitarios urgentes y ampliados”, “la liberación inmediata e incondicional de todos los rehenes”, el envío de más ayuda humanitaria y medidas urgentes para “un cese sostenible de las hostilidades”, respectivamente. Aunque evidentemente estas resoluciones no se han cumplido hasta el momento, queda claro que el “derecho a la legítima defensa” de Israel ya no está vigente –si es que alguna vez lo estuvo–, y, por tanto, ya no puede ser invocado ni mucho menos ejercido.
Por estos motivos, que demuestran el incumplimiento de Israel a la Convención sobre el Genocidio de 1948, Sudáfrica presentó una demanda ante la Corte Internacional de Justicia, solicitando medidas provisionales o cautelares para que ese alto Tribunal ordene el cese de los ataques israelís contra Hamás que afectan al pueblo palestino gazatí, mientras se realizan las investigaciones sobre el citado incumplimiento de Israel. En ese sentido, los magistrados de la Corte deben despojarse de su conservadurismo y tendencia a mantener el statu quo, que bien conocemos los bolivianos, y actuar a la altura de las circunstancias para contribuir a la suspensión de las operaciones militares y bloqueos de Israel en la Franja de Gaza.
No obstante, más allá de la conflagración y el proceso judicial que implican a Israel; en este artículo me referiré a los daños colaterales que está ocasionado el genocidio israelí en el Mar Rojo y otras zonas en las que operan las milicias chiitas, financiadas y entrenadas por Irán, para tratar de comprender cómo se está dando la reconfiguración geopolítica del mundo que estamos viviendo desde que se inició el proceso de desacople y desglobalización entre la anglosfera y la sinosfera.
Efectos del bloqueo del Mar Rojo
Muchos de los análisis que se realizan en Bolivia sobre el crecimiento y desarrollo de la economía nacional consideran correctamente los efectos que ha tenido y aún tiene la invasión de Rusia a Ucrania, especialmente respecto al aumento de las tasas de interés y del nivel de precios internacionales. Sin embargo, no todos esos análisis tienen en cuenta la situación económica global, que lejos de mantenerse o mejorar en este año que recién comienza, sólo podría empeorar si se mantiene el bloqueo del Mar Rojo, que es por lo pronto, el principal daño colateral del genocidio israelí.
A partir de noviembre de 2023, las milicias proiraníes que controlan el norte del Yemen, también conocidas como “ansar Allah” o simplemente hutíes, han atacado a cerca de treinta barcos que navegaban por el estrecho de Bab el-Mandeb en el Mar Rojo con dirección a Israel o con carga de este último país. Todo ello con el objetivo de “castigar” a Israel por su intervención militar en Gaza.
Aunque los ataques están dirigidos exclusivamente contra Israel y sus aliados, los precarios sistemas de información que tienen los hutíes han provocado al menos un error. En efecto, la United Kingdom Maritime Trade Operations confirmó que tres embarcaciones hutíes habían disparado misiles contra un barco petrolero ruso por equivocación y aunque el ataque no provocó ningún daño, porque los misiles no alcanzaron su objetivo, el hecho terminó por convencer a las navieras más escépticas que operan en el Mar Rojo, de tomar vías alternativas para transportar carga de Asia a Europa y viceversa. Por esos motivos, según las autoridades egipcias que controlan el Canal de Suez, más del 65% de la carga que antes pasaba por el Mar Rojo, ahora está transitando por la vía más morosa y costosa del Cabo de Buena Esperanza, que implica bordear todo el continente africano para llegar al mismo destino. Esto significa que el transporte de un contenedor que antes costaba cerca de 1.500 dólares para cubrir la ruta Asia-Europa, ahora cuesta alrededor de 4.500 dólares, es decir, un incremento del 300% según cotizaciones realizadas en el portal de la naviera danesa Maersk.
Esta situación no sólo está generado inflación e incertidumbre en los países directamente afectados, sino en todo el mundo, porque según el portal especializado en comercio marítimo, Freightos, el precio promedio del transporte naviero global, incluyendo todas las demás rutas, ha incrementado en un 88% entre diciembre de 2023 y enero de 2024. Lo que nos permite predecir una profundización de la estanflación actual, con más estancamiento e inflación.
La disrupción de las cadenas de suministro que genera el bloqueo del Mar Rojo, que se suma a las disrupciones que ya generaron y aún generan la guerra comercial y tecnológica entre China y EE. UU., la pandemia del covid-19 y la invasión de Rusia a Ucrania; debe ser analizada y comprendida en un contexto de desacople y desglobalización entre la anglosfera y la sinosfera. Dicho contexto de bipolarización, que ocurre en un mundo multiplex, donde los Estados son amenazados o empoderados por las empresas transnacionales, las milicias terroristas y los cárteles del narcotráfico, entre otros, podría agravarse aún más con el estallido de otras guerras tanto o más disruptivas: en el estrecho de Taiwán, que involucraría a China y Estados Unidos, y/o en el estrecho de Ormuz, que involucraría a Irán y Estados Unidos.
Irán y otros actores del Eje de la Resistencia
Así como Rusia provocó la revitalización y ampliación de la OTAN con su invasión a Ucrania, Israel está provocando la consolidación y cohesión de la alianza militar que reúne a sus principales enemigos en la región, el Eje de la Resistencia, conformado por Irán, Siria y varios grupos paramilitares predominantemente chiitas y apoyados por la Guardia Revolucionaria iraní, entre los que destacan Hezbolá, Hamás y los hutíes entre muchos otros.
Apenas se iniciaron las hostilidades contra Hamás, Hezbolá empezó a lanzar cohetes contra Israel desde el sur del Líbano y Siria. Dichos ataques, que naturalmente fueron respondidos por Israel han cobrado la vida de no menos de 25 civiles libaneses y 140 milicianos de Hezbolá. Mientras que, del lado israelí, se han reportado nueve bajas militares y una civil según la agencia de noticias Reuters. Estos enfrentamientos, aunque de baja intensidad en relación con lo que ocurre en Gaza, donde mueren un promedio de 240 personas al día, representan otro daño colateral del genocidio israelí.
Según algunos expertos en estrategia militar, el intercambio de disparos en la frontera que Israel comparte con el Líbano y Siria (donde existe un territorio sirio ocupado por Israel: los Altos del Golán) se ha mantenido en un nivel de baja intensidad a pesar de las serias advertencias que se han hecho unos y otros, debido al cuidado que al parecer está teniendo Israel por no abrir otro frente de guerra total con Hezbolá, que es como 10 veces más poderoso que Hamás. Sin embargo, si Hamás llegara a colapsar en Gaza, es casi un hecho que Israel volcaría toda su fuerza contra Hezbolá, lo que, a su vez, haría mucho más probable el involucramiento directo de Irán.
Al respecto, sumándose a los más de 130 ataques que las milicias proiranís que operan en Irak y Siria han ejecutado contra las posiciones estadounidenses, que obviamente también fueron respondidas; en los últimos días las fuerzas de la Guardia Revolucionaria iraní lanzaron un ataque a un supuesto centro de espionaje del Mosad israelí, situando en el norte de Irak; lo cual, aunque ha sido desmentido por el gobierno iraquí, aclarando que la infraestructura destruida era solo la casa de un empresario local, es una muestra más de que la participación de Irán es cada vez más directa y inminente.
El involucramiento de Estados Unidos
Desde que se inició la guerra en Gaza, algunos analistas advirtieron que el involucramiento directo de Estados Unidos sólo sería posible con el ingreso previo de Irán a la contienda. Lo cual, si bien tenía sentido inicialmente, no se está cumpliendo actualmente, porque Estados Unidos ya está participando de las acciones militares con las represalias que ha tomado en contra de las milicias proiranís en Irak y Siria, y, sobre todo, con los bombardeos que junto al Reino Unido ha realizado sobre las posiciones hutíes en Yemen. Todo ello, sin que Irán haya terminado de ingresar en el conflicto.
Ciertamente, con el objetivo de reducir la capacidad de los hutíes para seguir atacando barcos en el Mar Rojo, Estados Unidos conformó una alianza de países que han tomado una serie de medidas destinadas a desbloquear el estrecho de Bab el-Mandeb, entre las que destacan los bombardeos anglosajones ya mencionados. Dichas medidas, que no están teniendo el resultado esperado, porque los hutíes siguen atacando buques vinculados a Israel y la anglosfera, representan otro daño colateral del genocidio israelí, que podría ser el de mayor incidencia en la reconfiguración geopolítica mundial si consideramos que se trata del involucramiento de dos potencias nucleares extrarregionales, incluyendo a la más poderosa del mundo, Estados Unidos.
Aunque las autoridades anglosajonas han justificado sus bombardeos con un discurso que defiende la necesidad de garantizar el libre comercio y la libre navegación, realmente cuesta entender la decisión estadounidense de bombardear Yemen a la luz de sus propias experiencias en Afganistán, Irak y Libia, que generaron muchísimas críticas en todo el mundo, incluyendo el propio Estados Unidos. Más aún si consideramos que Rusia y China podrían aprovechar la distracción, para terminar de doblegar y enclaustrar a Ucrania y “reunificar” por la fuerza a Taiwán, respectivamente.
Otra razón que podría explicar la jugada estadounidense es la urgencia que seguramente tiene la administración de Joe Biden por controlar la inflación antes de las elecciones presidenciales de noviembre de este año, en las que aún no sabemos si podrá participar el expresidente Donald Trump, que es uno de los principales responsables del aumento de las tensiones entre Washington y Teherán.
Pero si algo pudiéramos recomendar a quienes tienen influencia sobre el gobierno de Netanyahu, aunque parezca obvio, es que para resolver o transformar constructivamente este conflicto no hacen falta más bombardeos u operaciones militares terrestres, sino detener, cuanto antes, el genocidio israelí.
En conclusión, el genocidio israelí ha provocado hasta el momento, al menos cuatro daños colaterales de innegable incidencia en la reconfiguración geopolítica mundial y que pueden resumirse de la siguiente manera: 1) el bloqueo hutíe del Mar Rojo; 2) la guerra de baja intensidad entre Israel y Hezbolá; 3) los ataques y contraataques que están intercambiando las milicias chiítas proiraníes que operan en Siria e Irak por un lado y Estados Unidos por el otro; y 4) el involucramiento cada vez más directo y temerario de Irán y Estados Unidos.

domingo, 7 de enero de 2024

Apuntes para una política de reintegración marítima

Para definir una política de reintegración marítima realista y viable, es necesario estudiar y comprender todo lo que pasa y ha pasado con los países en desarrollo sin litoral, y no solo considerar lo que ha sido nuestra dramática y frustrante historia respecto al mar. 

Publicado de Péndulo

El 1 de enero de 2024, la mediterránea República de Etiopía y la no totalmente reconocida República de Somalilandia, firmaron un acuerdo para que la última arriende a la primera, por el término de cincuenta años, un territorio de 20 kilómetros de costa sobre el Mar Rojo, incluyendo el puerto de Berbera. En contraprestación, el gobierno etíope deberá reconocer la independencia de Somalilandia, hasta ahora solo reconocida por Taiwán, y concederle además una significativa participación en la aerolínea estatal, Ethiopian Airlines, que es la compañía aérea más importante de África, con más de cien destinos en todo el mundo.

Los detalles de dicho acuerdo, que se plasmó en un Memorándum de Entendimiento comercial y militar, no serán divulgados hasta que sea ratificado aproximadamente en un mes más según anunciaron los signatarios. No obstante, el gobierno de Somalia ya adelantó que se trata de un acuerdo “nulo y sin efecto”.  

Pero más allá de las tensiones que provoca este acuerdo en el Cuerno de África, también se trata de un nuevo ejemplo – si es que finalmente se concreta – de un arreglo negociado que logra romper el enclaustramiento geográfico de un país en desarrollo sin litoral como Etiopía, que había perdido su cualidad marítima en 1993, tras separarse de Eritrea. Ciertamente, si ese acuerdo finalmente se ratifica, estaríamos ante un hecho histórico de suma importancia para países en desarrollo sin litoral como Bolivia, pues se confirmaría que con creatividad y voluntad política es posible obtener una salida al mar de manera pacífica y negociada.

En el siglo pasado, surgieron países como Bosnia Herzegovina o la República Democrática del Congo que lograron mantener sus estrechas pero soberanas franjas territoriales hacia el mar (de 20 y 37 kilómetros respectivamente) aun cuando éstas interrumpen la continuidad territorial de Croacia y Angola respectivamente. Lo que evidencia la comprensión que estos dos últimos estados demostraron respecto a la importancia estratégica de tener un acceso propio al mar.

Un ejemplo aún más preciso de lo que significa recuperar ese acceso, es el de Jordania que mediante la renegociación de sus límites con Arabia Saudita, logró obtener una salida soberana al Golfo de Áqaba. En efecto, después de sendas negociaciones que se desarrollaron entre 1961 y 1965, los dos reinos acordaron un canje territorial no equivalente, en el que Jordania cedió 7 mil kilómetros cuadrados de territorio a cambio de un territorio más reducido, de 6 mil kilómetros cuadrados, pero con 19 kilómetros de costa marítima.

En verde los territorios cedidos por Arabia Saudita,
y en rojo los territorios cedidos por Jordanía. 

De esa manera, Jordania recuperó los territorios que habían sido ocupados durante la existencia del Imperio Otomano por los sultanatos de Nejd y Hedjaz, que luego se incorporaron al Reino saudí.

Todos estos ejemplos, así como los que existen para resolver otro tipo de asuntos territoriales, no referidos a la salida al mar de los países en desarrollo sin litoral, deben ser analizados y estudiados por la Cancillería boliviana y DIREMAR para proyectar, diseñar y adoptar una nueva política de reintegración marítima, acorde con nuestros intereses nacionales y el contexto histórico que nos toca vivir. En ese sentido, también es importante considerar todos esos casos de territorios que se han puesto bajo un régimen de soberanía no plena ni absoluta en términos tradicionales y westfalianos, sino bajo diversas e innovadoras formas de entender la soberanía, que les ha dado eficacia y viabilidad a ciertos puertos y territorios, como Hong Kong, Macao, Trieste y Gibraltar, entre otros.  

Igualmente, aunque sin considerar cesiones de soberanía, es importante considerar todos los casos que permiten mejorar el acceso de los países en desarrollo sin litoral a través de los países de tránsito en el marco del Programa de Acción de Viena (2014-2024) de Naciones Unidas. Como las amplias prerrogativas aduaneras que la India ofrece a Nepal en sus puertos marítimos o las envidiables facilidades carreteras y férreas que Tailandia ha puesto a disposición de Laos para llegar al mar.

Pero nuestros estrategas no solo deben analizar los avances mencionados, sino también los retrocesos y los riesgos geopolíticos que pueden existir para Bolivia, principalmente por sus riquezas naturales. Porque, así como Etiopía parece estar cerca de recuperar su salida al mar, Ucrania parece estar cerca de perderla. Efectivamente, dado el desarrollo que ha tenido la guerra desatada por Rusia hace casi dos años, es posible esperar que la contienda termine con la anexión rusa de toda la costa ucraniana sobre el Mar el Negro, incluyendo las regiones actualmente ocupadas de Donesk, Lugansk, Zaporiyia, Jersón, Crimea y posiblemente la ciudad de Odesa, que si cae en manos rusas, Moscú podría enlazar su territorio con el de Transnistria, que es un enclave prorruso en Moldavia.

Si ese terrible resultado se llegara a producir, Bolivia, de acuerdo a su historia y doctrina internacional, no puede ni debe estar del lado del Estado enclaustrador, porque hasta el momento nuestra diplomacia se ha abstenido de condenar la invasión y crímenes de guerra rusos. Pero lo que no podemos hacer de ninguna manera es consentir que se le arrebate su salida al mar a Ucrania o a cualquier otro Estado, porque sería como consentir implícitamente la legalidad y/o legitimidad de nuestro propio encierro.

En suma, es muy importante estudiar y comprender todo lo que pasa y ha pasado con los países en desarrollo sin litoral, y no solo considerar lo que ha sido nuestra dramática y frustrante historia respecto al mar, para definir una política clara y coherente, realista y viable, que le permita a Bolivia recuperar o al menos mejorar su acceso a las corrientes del mar.