El cambio del escenario electoral boliviano tiende a favorecer las posibilidades del segundo en las encuestas, el candidato por Comunidad Ciudadana (CC), Carlos Mesa.
Por: Andrés Guzmán Escobari
Publicado en la revista Realidad y Perspectivas de Chile
Pese a los criminales bloqueos de oxigeno y a otros actos delincuenciales acometidos por los seguidores del ex presidente Evo Morales en agosto pasado y al estallido más reciente de un nuevo escándalo sexual que involucra directamente a Morales; el candidato del Movimiento al Socialismo (MAS), Luis Arce, que representa al ex mandatario en las elecciones del próximo 18 de octubre, aún está primero en las encuestas y con posibilidades de ganar en primera vuelta.
Por ese motivo, la presidenta Jeanine Añez, después de conocer la última encuesta que confirma la posible victoria de Arce en primera vuelta y que deja a su candidatura en cuarto lugar, decidió declinar su postulación a la presidencia, pidiendo unidad contra el MAS.
Esa declinación, que fue aplaudida por una gran parte de la población, indujo un cambio trascendental en el escenario electoral boliviano que tiende a favorecer las posibilidades del segundo en las encuestas, el candidato por Comunidad Ciudadana (CC), Carlos Mesa; porque asumiendo que la mayor parte de los votos de Añez (10,6%) migrarán hacia la candidatura de Mesa (26,2%) y no a la de Arce (40,3%) ni a la de otros candidatos sin posibilidades de llegar a la presidencia (o en menor proporción), las diferencias entre los dos primeros se acortarán lo necesario como para forzar una segunda vuelta, en la que Arce, según esas mismas encuestas, no tendría ninguna posibilidad.
En efecto, considerando que para ganar en primera vuelta se requiere obtener más del 50% de los votos válidos o más del 40% y una diferencia del 10% con el segundo; en este nuevo escenario electoral, Mesa podría llegar a la segunda vuelta cómodamente o incluso lograr la victoria en la primera si además de los votos de Añez, los indecisos que representan cerca del 16% del electorado, se vuelcan masivamente en apoyo de su candidatura, como ocurrió el año pasado, cuando el MAS, ante la inminencia de una derrota ante CC en segunda vuelta, tuvo que recurrir al fraude electoral.
Por otra parte, respecto al argumento masista de que el 40,3% obtenido por el MAS en la última encuesta demostraría que no hubo fraude el año pasado, cabe señalar que ese porcentaje es el proyectado en función de los votos válidos (sin contar blancos y nulos que son el 9,3%) y no el apoyo que verdaderamente obtuvo el candidato masista, que no llega ni al 30%. Es decir que ese 40,3% es una proyección de las preferencias electorales declaradas por los encuestados, pero que aún no refleja el voto oculto ni el voto útil. El primero no muy significativo, principalmente en favor del MAS, de todos esos electores que les da vergüenza decir por quién votarán, y el segundo, mucho más importante, en favor de Mesa, de todos esos votantes que no quieren que vuelva el MAS y que están repartidos entre los que iban a votar por Añez, los indecisos y también los que iban a votar por otro candidato no masista, pero que terminarán votando por Mesa para no desperdiciar su voto y, sobre todo, para asegurarse de que no vuelva el MAS.
No obstante, aunque el orden democrático y constitucional quebrantado por Evo Morales durante su larga gestión de casi 14 años parecería estar a salvo con un triunfo de Carlos Mesa, los métodos violentos y desestabilizadores que han venido practicando los masistas, con ordenes enviadas directamente desde la Argentina, en complicidad con la Casa Rosada; seguirán dificultando la gobernabilidad del país y las posibilidades de superar la crisis sanitaria y económica que padece Bolivia.
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