Por: Andrés Guzmán Escobari
Publicado en Guayoyo en Letras
José Miguel Insulza |
Durante los cinco años que José
Miguel Insulza ejerció como Secretario General de la Organización de Estados Americanos,
se presentaron serios desafíos al mantenimiento de la democracia en el hemisferio
occidental. Las crisis políticas e institucionales registradas
fueron variadas en cuanto a sus motivos e implicancias, pero todas ellas se
produjeron en países con instituciones tradicionalmente débiles y democracias aun
no consolidadas, y asimismo, en todas ellas, se requirió del esfuerzo conjunto
de dichas instituciones y de organismos internacionales, como la OEA, para
superarlas.
Las
crisis que se vivieron en el último lustro son una clara muestra de que la
democracia representativa, basada en el sufragio universal y secreto, no
garantiza por sí sola la estabilidad política y la gobernabilidad de los líderes
elegidos por el soberano. Siguiendo el espíritu de la Carta Democrática
Interamericana, se entiende que el mantenimiento de la institucionalidad democrática,
sólo es posible en un régimen plural de partidos y organizaciones políticas, en
el que se respete continuamente los derechos humanos y, sobre todo, que se garantice
la separación e independencia de los poderes públicos.
No obstante,
para comprender mejor lo señalado, es preciso recordar cómo se desataron las crisis
ocurridas durante la gestión de Insulza como Secretario General de la OEA y
cómo se llegó a darles fin o, al menos, a apaciguarlas.
En
Nicaragua, las desavenencias entre los poderes Legislativo y Ejecutivo llegaron
a amenazar la continuidad del gobierno de Enrique Bolaños, ya que éste había
perdido a varios de sus parlamentarios por las dudas que generaron las acusaciones
en su contra sobre malversación de fondos del Estado (febrero de 2005). El
Congreso, controlado a esas alturas por la oposición, aprobó varias reformas
constitucionales que limitaban el poder del Ejecutivo, las cuales, no fueron
acatadas por éste. Después de varios meses de negociación, opositores y
oficialistas, acordaron postergar dichas reformas (octubre de 2005), lo que permitió
a Bolaños terminar su mandato en los tiempos establecidos por la Constitución
(noviembre de 2006).
En
Ecuador, la gobernabilidad del Presidente Lucio Gutiérrez estuvo seriamente
amenazada por su escaso apoyo en el Congreso, lo que le llevó a buscar la alianza
de los partidos políticos que tenían interés en intervenir la Corte Suprema de
Justicia para evitar juicios en contra de sus máximos líderes (diciembre de 2004).
La nueva coalición permitió al poder Ejecutivo, a través del Legislativo, controlar
a los poderes Judicial y Electoral. Ante esa ilegalidad, la sociedad civil
quiteña salió a las calles a exigir la renuncia del Mandatario y de sus
partidarios, lo que finalmente trascendió en una sucesión constitucional que le
dio la presidencia al vicepresidente, Alfredo Palacio (abril de 2005).
En Bolivia,
la redacción de una nueva Carga Magna, promovida por el gobierno de Evo Morales,
se complicó seriamente porque el oficialismo no alcanzó los dos tercios de los
votos en la elección de representantes para la Asamblea Constituyente (julio de
2006), necesarios para aprobar la Constitución en detalle. Amparados en
diversos cuestionamientos al proceso constituyente, los prefectos
(gobernadores) y dirigentes cívicos opositores intentaron dar un golpe de
Estado al gobierno, pero su fracaso (septiembre de 2008) terminó por abrir el
camino para la aprobación de la nueva Constitución (enero de 2009) y la
reelección de Morales (diciembre de 2009), con un amplio apoyo popular.
Evo Morales con la Nueva CPE |
En
Guatemala, la crisis política se desató tras conocerse el video que grabó el
abogado Rodrigo Rosenberg antes de ser asesinado, en el que culpa al Presidente
Álvaro Colom de ordenar su ejecución (mayo de 2009). El hecho dividió a los
guatemaltecos entre los que apoyaban al Presidente y los que pedían su
renuncia, mientras éstos se enfrentaban en la calles, la Comisión Internacional
Contra la Impunidad en Guatemala dependiente de la ONU, realizó una
investigación que finalmente exoneró al gobierno de las acusaciones (enero de 2010).
Todas las
crisis mencionadas fueron exitosamente superadas con la ayuda oportuna de la
OEA. Sin embargo, según el mismo Insulza, en Honduras no se pudo evitar la
interrupción del régimen democrático constitucionalmente establecido debido a
que, a diferencia de lo ocurrido en los otros casos, el gobierno hondureño no
invocó a tiempo las disposiciones de la Carta Democrática Interamericana.
El
problema en Honduras comenzó cuando el Congreso rechazó la propuesta del
Presidente Manuel Zelaya de celebrar un referéndum para modificar la
Constitución con el fin último de permitir la reelección presidencial (23 de
junio de 2009). Aun así, el Mandatario prosiguió con su plan de consultar a sus
conciudadanos si estaban de acuerdo con la celebración del referéndum. Las
Fuerzas Armadas se rehusaron a colaborar con tal propósito, y en consecuencia, Zelaya
destituyó a su Jefe (24 de junio). Al día siguiente, la Corte Suprema de
Justicia ordenó la restitución del Jefe militar y el Parlamento aprobó una
moción para investigar la actuación del Jefe de Estado en la generación de la
crisis (25 de junio). Al no contar con el respaldo de los poderes Legislativo y
Judicial, Zelaya intentó recuperar el apoyo de las Fuerzas Armadas pero no tuvo
éxito, más al contrario, comandos de esa institución irrumpieron en su casa para
obligarle a tomar un avión que lo llevaría a Costa Rica. Horas más tarde, en
acto inconstitucional, el Congreso otorgó la primera magistratura a su
presidente, Roberto Michelleti (28 de junio).
La
ruptura de la institucionalidad democrática en Honduras y su preservación en
los meses que siguieron, activaron los mecanismos de presión que posee la OEA
para estos casos. A los pocos días se aprobó una Resolución exigiendo la
restitución de Zelaya, y luego, la Asamblea General, en aplicación de la Carta
Democrática Interamericana (Art. 19), decidió suspender a Honduras como miembro
del organismo reafirmando además que el nuevo régimen debía seguir cumpliendo las
obligaciones de los integrantes de la OEA, especialmente en materia de derechos
humanos.
La crisis
de Honduras tuvo un alto costo político para el Secretario General de la OEA,
que fue blanco de muchas críticas por su accionar antes y después del golpe de
Estado perpetrado por Michelleti y las Fuerzas Armadas hondureñas. Los
cuestionamientos vinieron de diversas instituciones y variados personajes, como
el ex presidente salvadoreño, Armando Calderón; el ex canciller mexicano, Luís
Ernesto Derbez; el Senador estadounidense del partido republicano, Richard G.
Lugar; el Washington Post; y la Human Rights Fundation; entre otros. Todas esas
críticas referidas al papel de Insulza como Secretario General de la OEA, se
pueden resumir, en cuanto a lo que la crisis de Honduras se refiere, en la incapacidad
demostrada por éste para prevenirla y en su fallido intento por promover el
diálogo entre el Presidente destituido y el de facto, una vez consumado el
golpe de Estado.
Pero la disconformidad
anotada, sumada a otras críticas relacionadas con una supuesta permisividad a los
gobiernos que no estarían respetando los derechos humanos y a los cuestionamientos
surgidos por el hecho de haber dejado sin efecto la suspensión de Cuba como
miembro del organismo, pese a que su gobierno aun no cumple las condiciones
establecidas en la Carta de la OEA;
harían pensar que Insulza no será reelegido el próximo 24 de marzo,
cuando se decida quién será el siguiente Secretario General de la OEA. Sin
embargo, debido a que no se presentó ningún otro candidato a optar por ese
cargo, la reelección de Insulza es un hecho.
Ex Presidente de Honduras, Manuel Zelaya |
Por otra
parte, la nueva iniciativa de crear un organismo paralelo a la OEA, aprobada
por 32 países en la Reunión del Grupo de Río en Cancún – México, celebrada el
22 de febrero pasado, que llevará el nombre de Comunidad de Estados
Latinoamericano y Caribeños, y que
excluye a Estados Unidos y Canadá; pone en duda la verdadera relevancia de la
OEA como organismo encargado de velar por la paz y promover la democracia en el
hemisferio. Sin embargo, a pesar de ello, Insulza destacó como uno de los
puntos más importantes de su gestión el haber logrado el aumento de la
relevancia de la OEA. Al respecto, en su discurso ante el Consejo Permanente
del organismo para pedir apoyo a su reelección dijo: “Hemos visto cómo el
involucramiento de la OEA, que hace un par de décadas muchos condenaban aún y
rechazaban a priori, puede jugar un papel constructivo en la solución de
disputas y llevar adelante programas útiles para la gente de nuestros países.
Con un número relativamente pequeño de profesionales y un presupuesto modesto
hemos asumido algunos de los desafíos multilaterales más difíciles de nuestro
Hemisferio en transición”.
Por todo
lo dicho, y más allá de lo bien o mal que Insulza dirigió a la OEA en estos
últimos cinco años, los riesgos que enfrentarán las democracias del hemisferio en
los años venideros, sólo desaparecerán cuando exista un sistema de múltiples partidos
y asociaciones políticas, se respete los derechos fundamentales de cada ser
humano y, sobre todo, se observe un efectivo acatamiento a la separación e
independencia de los poderes del Estado. En consecuencia, para lograr que la
OEA tenga éxito en su propósito de promover y consolidar la democracia (Art.
2/b de la Carta de la OEA de 1948), el próximo Secretario General, sea quien
sea, deberá trabajar mucho más en la preservación y mejoramiento de regímenes
que permitan la libre participación política de los ciudadanos, en el aumento
de la transparencia de los gobiernos en cuanto al resguardo de los derechos
humanos y en el fortalecimiento de las instituciones democráticas para que sean
administradas de manera autónoma, en otras palabras, deberá enfocar sus esfuerzos
en la aplicación de los principios de la Carta Democrática Interamericana.
Nota: los comentarios vertidos son opinión del autor y no reflejan la postura del gobierno de Bolivia.
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