Un posible triunfo de Kast podría agravar los asuntos territoriales pendientes que Santiago mantiene con Lima, La Paz y Buenos Aires.
Fuente: La República |
El regreso del pinochetismo a Chile, representado en la posible asunción de José Antonio Kast a la presidencia de ese país, plantea ciertos escenarios de conflicto que podrían modificar el equilibrio de poder en la región y marcarán, ya de hecho, el comienzo de una nueva etapa en la conflictiva historia de las relaciones de Chile y sus tres vecinos.
Los escenarios de conflicto que podrían surgir no derivan exclusivamente de lo que significaría la vuelta del pinochetismo a La Moneda, que analizaremos más adelante, sino de la combinación que dicha vuelta podría tener con el agravamiento de todos o algunos de los asuntos territoriales pendientes que Santiago mantiene con Lima, La Paz y Buenos Aires.
Nos referimos específicamente a la disputa sobre el triángulo terrestre entre Chile y Perú que la Corte Internacional de Justicia (CIJ) dejó pendiente, a las controversias por el uso de las aguas que cruzan, definen o se acumulan debajo de la frontera boliviano-chilena, y al siempre latente asunto marítimo boliviano, que fue incorporado indirectamente en el debate electoral chileno, cuando se discutió la posibilidad de firmar el Acuerdo Regional sobre Acceso a la Información y Justicia Ambiental, más conocido como Acuerdo de Escazú.
Durante la primera parte de la campaña electoral, los candidatos asumieron posiciones en contra (Kast) y a favor (Boric) de firmar de firmar dicho acuerdo, sobre la base de, entre otras cosas, el temor que genera en Chile una nueva demanda boliviana. Según el mismo presidente Piñera, su gobierno decidió marginarse del Acuerdo de Escazú, que presta especial atención a los países en desarrollo sin litoral (artículo 11) y abre la jurisdicción de la CIJ (artículo 19), “para no ser llevado ante tribunales internacionales de justicia en forma arbitraria y especialmente cuando el mismo tratado le da un trato preferencial que no explica en qué consiste a un país vecino como es Bolivia, con el cual tenemos muchos conflictos” (Emol, 30/07/19).
Al respecto, Kast se ha mostrado de acuerdo con la posición oficialista que margina y priva a Chile de los beneficios del Acuerdo de Escazú, con tal de no tocar ni mucho menos resolver el problema de fondo: el asunto marítimo boliviano. Pero no sólo eso, para evitar cualquier otra demanda, Kast ha prometido retirar a su país del Pacto de Bogotá, con lo que Chile acabaría marginándose no sólo de los avances regionales en materia ambiental, sino también del consenso interamericano sobre la solución pacífica de controversias. Lo que, sumado a la promesa de también retirarse de las Naciones Unidas, podría provocar un aislamiento de Chile aún más profundo que el vivido durante la dictadura pinochetista.
Pero volviendo a los asuntos territoriales pendientes, con Argentina los conflictos son, en primer lugar, la vieja disputa por los Campos de Hielo Sur, que permanece sin solución a pesar de que ambos gobiernos acordaron precisar el límite fronterizo en 1998; las reclamaciones que se superponen sobre la Antártica, que es un asunto temporalmente congelado por el Tratado Antártico de 1959 y al que también concurren los intereses del Reino Unido por su presencia en las islas Malvinas; y la controversia en el Pasaje de Drake, que ha surgido recientemente por la superposición de las pretensiones de los dos Estados sobre un territorio subacuático de 5.302 kilómetros cuadrados, que Chile reclama como su plataforma continental jurídica y Argentina como su plataforma continental extendida.
Esta última controversia comenzó el 27 de agosto pasado, cuando el presidente Piñera decretó la ampliación de la plataforma continental chilena al este del meridiano 67º 16’ 0, en más de 30.000 kilómetros cuadrados, de los cuales, 5.302 son los que se superponen a la plataforma continental extendida argentina y el resto se superponen al Patrimonio Universal de la Humanidad.
Esto genera un problema adicional a este complejo entramado de líneas, puntos y proyecciones sobre y debajo el mar, porque la nueva reclamación chilena no sólo afecta a los derechos rioplatenses y a los de toda la humanidad, sino que también podría afectar a la proyección de la soberanía de los tres países que, a partir del Pasaje de Drake, reclaman derechos sobre la Antártica.
Por lo pronto, los gobiernos de Santiago y Buenos Aires han anunciado que esta nueva controversia se resolverá mediante el diálogo y la negociación o, en última instancia, a través de un tribunal arbitral o jurisdiccional. No obstante, dados los agresivos comentarios que Kast ha realizado sobre este tema, no podemos descartar un escenario de conflicto, más aún si tampoco se resuelven las otras controversias que Chile mantiene en sus fronteras del norte.
En ese caso estaríamos ante un escenario de Hipótesis Vecinal Tres (HV-3) que es una eventualidad que pronosticaron los estrategas militares chilenos durante la dictadura militar pinochetista, en la que Chile tendría que enfrentar simultáneamente a sus tres vecinos en una guerra, lo cual estuvo a punto de ocurrir justamente durante el gobierno de Pinochet y después sirvió para justificar la dispendiosa política de disuasión chilena.
A mediados del 2020, cuando el congreso de la Argentina se prestaba a convertir en ley la Carta Náutica que los especialistas de ese país habían elaborado desde los años 90, y que había sido validada por la Comisión de Límites de Plataforma Continental de las Naciones Unidas en 2016, sin recibir ningún reclamo de parte de Chile; Kast escribió: “Argentina ya nos ha robado suficiente territorio a los chilenos. Espero que el Gobierno se ponga firme frente a los delirios de la izquierda radical chilena #LaAntarticaEsChilena” (Twitter, 11/06/20).
Por ese comentario y otros similares, en los que el polémico candidato chileno critica duramente al gobierno de Alberto Fernández, el embajador argentino en Santiago, Rafael Bielsa, acusó a Kast de “antiargentino”, “rupturista” y “xenófobo”, mediante unas declaraciones que merecieron un reclamo oficial de Chile, pero que no fueron rechazadas ni desmentidas por la Casa Rosada, sino justificadas como “comentarios a título personal” (TN, 22/11/21).
Entonces, considerando que Kast también ha sindicado al gobierno boliviano de “cómplice del narcotráfico” y ha tildado al presidente peruano de ignorante, y teniendo en cuenta además su propuesta de cavar una zanja en la frontera con Bolivia y Perú para controlar la inmigración, que se ha convertido en una de las principales promesas de campaña; debemos estar muy atentos a lo que pueda pasar con el posible regreso del pinochetismo a Chile, que esta vez no contará con un presidente experto en geopolítica, como lo era Pinochet, pero sí con unas Fuerzas Armadas mucho mejor preparadas para una HV-3.
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