Por: Andrés Guzmán Escobari
Publicado en Revista Pasos
Para ciertos conflictos no nos queda más que confiar en la justicia para que ésta pueda darles solución o al menos contribuya a lograr ese propósito; y para los otros, sólo podemos esperar que nuestros gobernantes tengan la sabiduría y la habilidad de restablecer los canales de diálogo y negociación.
Los conflictos entre Bolivia y Chile, que han surgido como
resultado de los problemas derivados de la Guerra del Pacífico y de unas
relaciones tradicionalmente complicadas y tensas; son de diversa índole y
naturaleza pero actualmente todos confrontan el mismo problema: la falta de un
mecanismo de diálogo y negociación intergubernamental para resolverlos.
En efecto, desde que Chile decidió cancelar la reunión de la
Agenda de 13 puntos que, según lo acordado, tenía que realizarse en noviembre
de 2010 en Arica; las conversaciones para resolver los problemas pendientes entre
ambos países se han paralizado totalmente. No sólo se interrumpieron las
conversaciones sobre el tema marítimo (punto 6) y el asunto del Silala (punto
7), sino también sobre todos los demás puntos de interés binacional como el
cumplimiento del libre tránsito de Bolivia en los puertos chilenos, la
rehabilitación del ferrocarril Arica - La Paz, el desminado de la frontera, el
mantenimiento de las carreteras que sirven al comercio boliviano y otros temas importantes
como el control del narcotráfico y el contrabando, entre otros.
Como resultado de esa situación, los temas del mar y del
Silala fueron llevados a la Corte Internacional de Justicia (CIJ) por Bolivia y
por Chile respectivamente, para que esa corte falle y declare que Chile tiene
la obligación de negociar un acuerdo que dé a Bolivia un acceso soberano al
Océano Pacífico en el primer caso, y para que esa misma Corte falle y declare
que “el sistema del río Silala, y sus porciones subterráneas, son un curso de
agua internacional que se rige por el derecho internacional consuetudinario” en
el segundo caso.
Aunque el arreglo judicial es un mecanismo pacífico de
solución de controversias ampliamente reconocido por la comunidad
internacional, que no puede ser considerado como un acto inamistoso según la resolución
37/10 de la ONU, más conocida con la Declaración de Manila; las relaciones de
ambos países se han tensionado seriamente desde que Bolivia interpuso su
demanda sobre el tema marítimo en abril de 2013 y mucho más, desde que Chile
hizo lo mismo respecto al Silala, en junio de 2016.
Todo esto se agrava aún más con las controversias suscitadas
en torno a la desviación por parte de Chile de los ríos Lauca y Caquena, que
también podrían ser objeto de más demandas judiciales y de más confrontación verbal
entre las autoridades.
Por un lado, el tema del río Lauca es ampliamente conocido
por la opinión pública de los dos países pues su desvío provocó la primera
ruptura de las relaciones diplomáticas en 1962. En esa ocasión, ante las
protestas que hizo Bolivia principalmente ante la OEA, Chile amenazó con llevar
el caso ante la CIJ para demostrar que no había actuado al margen de la ley al desviar
esas aguas al valle de Azapa. Sin embargo, hasta la fecha, no concretó su
amenaza.
Por el otro lado, el caso del río Caquena no es muy conocido
y su desvío es aún más grave, no tanto porque su caudal desviado es mayor, sino
sobre todo porque representa una flagrante violación de parte de Chile al
Tratado de 1904. En efecto, según el artículo 2 de ese instrumento, el límite
fronterizo entre ambos países debe seguir el curso del río Caquena, entre los
hitos 92 y 93, pero como su trayectoria ha sido desviada hacia Chile a partir
de los años 60 del siglo XX, la frontera también ha sido modificada. Lo cual,
valga recalcar, representa una vulneración gravísima de parte de Chile al
Tratado de 1904.
Como vemos, los actuales conflictos entre Bolivia y Chile
están ocasionado un tensionamiento y un distanciamiento creciente y preocupante
entre ambos países, algunos no parecen tener solución temprana y los otros, ni
siquiera se han abordado, pero es casi seguro que provocarán serios problemas
en el futuro. Respecto a los primeros no queda más que confiar en la justicia, para
que ésta pueda darles solución definitiva o al menos contribuya a lograr ese
propósito; y para los otros, sólo podemos esperar que los gobernantes de ambos
países tengan la sabiduría y la habilidad para restablecer los canales de
diálogo y negociación, que son la mejor forma, sino la única, de lograr un
entendimiento sostenible y duradero.
Repitamos una vez más.....Chile no tiene problemas limítrofes pendientes con Bolivia.....y los temas de aguas colindantes deberán ser resueltas en las instancias necesarias.
ResponderEliminarBolivia majaderamente intenta poner en la agenda internacional una reivindicación marítima inexistente.
Chile no le debe nada a Bolivia, y por tanto, nada le dará.
Es simple, es claro.......Bolivia no tendrá acceso soberano al Pacífico.