Por ahora no hay certidumbre respecto a lo que sucederá, lo único que parece seguro es que el pedido de “Fora Temer” se escuchará cada vez más fuerte en las calles de Brasil y también en el Congreso.
Fuente: La radio del Sur. |
Por: Andrés Guzmán Escobari
Publicado en La Razón
Los escándalos de corrupción que salieron
a la luz recientemente en Brasil y que salpican prácticamente a toda la clase
política de ese país, incluyendo al Presidente Michel Temer y a los máximos
líderes de la oposición; han sumergido a nuestro vecino más grande en una
profunda crisis política que genera incertidumbre respecto a la sostenibilidad
del actual gobierno y genera también efectos negativos en lo económico, justo
cuando la economía brasileña empezaba a recuperarse de la recesión a la que había
ingresado en 2014.
En efecto, cuando comenzó esa
recesión, a principios del segundo mandato de Dilma Rousseff, se supo que altos
ejecutivos de PETROBRAS, junto a empresarios de grandes lavanderías y
gasolineras; habían cometido delitos de lavado de dinero y de falsedad
documental. Al poco tiempo, la operación iniciada por la Policía Federal, conocida
como Lava Jato (Autolavado), empezó a
involucrar a varios miembros de la coalición oficialista, en la que todavía
estaba el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), del entonces
Vicepresidente Michel Temer, junto al Partido de los Trabajadores (PT) de
Rousseff y Lula da Silva.
Al cabo de unos meses, con el aumento
de las denuncias de corrupción y con la profundización de la crisis económica, la
popularidad de Rousseff cayó drásticamente y la oposición empezó a utilizar el
caso Lava Jato para atacarla y pedir su
impeachment, aunque después fue
procesada y destituida por supuestamente haber maquillado las cuentas
fiscales.
Temer, que era incluso menos popular que la Mandataria recién destituida, asumió la presidencia interinamente
en mayo de 2016 y plenamente en agosto del mismo año, con la idea de sacar al país
de la crisis económica. Para lo cual adoptó medidas de austeridad, algunas de
ellas muy impopulares, como la de congelar el salario mínimo en 880 reales (281
USD), eliminar ciertas exenciones impositivas al sector industrial, devaluar la
moneda para mantener un tipo de cambio real y recortar sustancialmente el gasto
público en salud y educación. No obstante, esas medidas, tildadas de
“neoliberales”, contribuyeron a mejorar la situación del país: el déficit
fiscal y el déficit de balanza de pagos disminuyeron, la inflación se controló
y se atrajo algunas nuevas inversiones.
En eso, la red O Globo publicó
una grabación de Temer, registrada el 7 de marzo de 2017, entre el Presidente
del Brasil y el dueño de la empresa cárnica más grande del mundo JBS, Joesley
Batista, donde se escucha decir a Temer: “Hay que mantener eso, ¿ok?”, en
referencia a los pagos que Batista venía realizando para comprar el silencio de
Eduardo Cunha, un ex diputado condenado a 15 años de prisión por su implicación
en el caso Lava Jato y principal
instigador de la destitución de Dilma Rousseff, cuando fungió como presidente
de la Cámara de Diputados (2015 – 2016).
Ante el malestar que causó toda
esta situación en la población, que salió en multitudes a protestar a las calles
y a exigir “Fora Temer”, podemos predecir
la ocurrencia de al menos cuatro diferentes escenarios: 1) que Temer salga
airoso de las investigaciones y termine su mandato; 2) que renuncie, a pesar de
que ya dijo que no lo hará; 3) que sea sometido a un proceso de impeachment, que tomaría cerca de 8
meses; o 4) que sea destituido por decisión del Supremo Tribunal de Justicia (STJ)
o del Supremo Tribunal Electoral (STE).
En el primer caso, que termine su
mandato, tendríamos a Temer hasta el 31 de diciembre de 2018, cuando tendría
que entregar el poder al ganador de las elecciones presidenciales que se tienen
que realizar el 28 de octubre de 2018. En las cuales, por ahora, el candidato
favorito es Luiz Inacio Lula da Silva, quien, para candidatear, deberá
demostrar previamente su inocencia en los 5 procesos judiciales que actualmente
pesan en su contra.
En el segundo caso, la renuncia,
Temer sería reemplazado por Rodrigo Maia, el Presidente de la Cámara de
Diputados, quien asumiría interinamente con el mandato constitucional de llamar
a elecciones en un plazo máximo de 90 días.
En el tercer caso, el impeachment, al igual que sucedió con
Rousseff, el Presidente de la Cámara de Diputados tendría que aprobar el inicio
del proceso, cosa que a primera vista no parece muy posible porque Maia es un
buen amigo y aliado de Temer, pero que podría suceder de todas formas si Maia
tiene intenciones de llegar a la presidencia. En ese caso se iniciaría un
proceso en el que Temer sería suspendido del cargo por 180 días, en los que se
realizarían las investigaciones y en los que ambas cámaras del Congreso
tendrían que aprobar por 2/3 la destitución definitiva del Presidente para que
se haga efectiva.
Por último, en el cuarto caso, la
destitución de Temer por parte de uno de los Tribunales que actualmente lo investigan
(Justicia y Electoral), se podría dar si el STJ lo halla culpable de los cargos
de obstrucción a la justicia y/o corrupción pasiva en el caso Lava Jato; o si el STE concluye que hubo
irregularidades en el financiamiento de la campaña electoral de 2014, cuando
Rousseff y Temer participaron como candidatos a la presidencia y a la
vicepresidencia respectivamente.
En cualquiera de esos dos casos,
Temer tendría que dejar el cargo y enfrentar a la justicia con la posibilidad
de terminar en prisión. Por su parte, Maia quedaría como presidente interino y tendría
que llamar a elecciones en menos de tres meses.
Por ahora no hay certidumbre respecto
a lo que sucederá, lo único que parece seguro es que el pedido de “Fora Temer” se escuchará cada vez más
fuerte en las calles y también en el Congreso, mientras el impopular Presidente
de Brasil, que quiso recomponer la maltrecha economía de su país con medidas
también impopulares, permanezca en el poder.
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